
Opinión
Oportunistas y tibios
Con su indiferencia y falta de compromiso ante la crisis que atraviesa el país, están provocando un rechazo ciudadano.
La situación que Colombia ha vivido en los últimos dos meses debe catalogarse como de una gravedad incuestionable, con profundas implicaciones para el presente y el futuro de nuestra democracia. Para mí, y para muchos colombianos, no hay duda de que el abominable atentado contra la vida del precandidato Miguel Uribe Turbay —quien lamentablemente falleció como consecuencia de las heridas sufridas— y la sentencia absolutamente injusta contra el expresidente Álvaro Uribe, no pueden considerarse hechos aislados o casuales.
Estos acontecimientos revelan la existencia de una organización decidida a impedir que, en 2026, Colombia celebre elecciones libres, tranquilas y transparentes para el Congreso y la Presidencia de la República. Lo ocurrido al expresidente Uribe y el asesinato del precandidato Uribe Turbay podrían ser apenas el comienzo.
Es previsible que surjan nuevas acciones de esos mismos grupos contra la oposición, con el objetivo de sembrar una percepción de inseguridad y así poner en riesgo la estabilidad de la democracia colombiana. Los responsables de este escenario, sin lugar a dudas, son los aliados del actual gobierno bajo la bandera de la llamada “paz total”: todos ellos, grupos vinculados al narcotráfico, y el propio Gobierno, que ha hecho de esa política de paz su eje ideológico y, con ello, busca perpetuarse en el poder.
No podemos omitir a otros actores que, con idénticos fines, han utilizado aliados en la justicia para lograr —como señalé en mi columna anterior— la condena del expresidente Uribe. Estos actores, representados por los denunciantes y las supuestas víctimas, actúan con claros intereses políticos y estratégicos. Creen, equivocadamente, que condenando a la figura más relevante de la oposición generarán un temor generalizado entre sus integrantes. Piensan que, si pudieron hacerlo con él, podrán repetirlo con cualquiera que represente esa oposición, sometiéndolo al mismo injusto camino. Este proceso, lamentablemente, ha sido liderado por un reducido grupo dentro de la rama judicial que actúa más como activistas políticos que como jueces de la República.
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Por eso, no deja de sorprender la actitud de muchos precandidatos presidenciales que, siendo de centro, centro-derecha o derecha —e incluso algunos de izquierda que dicen representar la oposición al actual Gobierno—, no hayan participado de forma activa o solidaria en la marcha donde miles de colombianos salimos no solo a rechazar el asesinato del precandidato Miguel Uribe y lo ocurrido con el expresidente Álvaro Uribe, sino también a defender la democracia y la institucionalidad en general.
Este comportamiento puede analizarse de varias formas, pero la conclusión es clara: muestran una actitud de tibieza u oportunismo, esperando cómo evoluciona la situación política para acomodarse según su conveniencia. No buscan fortalecer la democracia, sino obtener réditos para sus intereses personales. Con su indiferencia y falta de compromiso ante la crisis que atraviesa el país, provocan un rechazo ciudadano que, estoy seguro, se manifestará en algunos casos a corto plazo y en otros durante el transcurso de la campaña.
Hoy, la mayoría de los colombianos rechaza las actuales políticas del Gobierno y a quienes las representan. A ese rechazo, se sumarán estos precandidatos tibios y oportunistas, que perderán la confianza ciudadana para representarlos en momentos en que la democracia y la institucionalidad están en peligro. Su única salida —con alguna remota posibilidad electoral— será unirse al actual Gobierno o retirarse de la contienda, lo que igualmente les acarreará el rechazo de quienes ya tienen claro qué tipo de líderes quieren: no tibios ni oportunistas, sino comprometidos con los valores democráticos.
Sin duda, la consecuencia más importante de la marcha del 7 de agosto fue el fortalecimiento de la oposición. Quedó demostrado el peso que esta tiene y, lo más relevante, la solidaridad de la mayoría de los colombianos que la respaldaron, directa o indirectamente. Este hecho influirá en las elecciones de 2026, tanto en la renovación del Congreso como en la elección del nuevo presidente.
Es previsible que aumente la polarización política que hoy vive el país, lo que impactará la dinámica electoral y generará tensiones en los próximos meses entre los sectores que apoyan al actual Gobierno y una oposición cada vez más cohesionada. Tras la marcha, esta oposición se verá impulsada a trabajar unida y a presentarse como una alternativa viable, con opciones históricas de éxito en la renovación del Congreso y, sobre todo, en la elección de un presidente que represente el clamor masivo expresado el 7 de agosto en las calles y en las redes sociales. En ese escenario, no habrá espacio para tibios ni oportunistas.
No suelo recurrir a pasajes bíblicos en mis columnas semanales para sustentar lo que expongo. Sin embargo, en esta ocasión lo haré, porque encuentro que uno en particular describe perfectamente a ciertos precandidatos presidenciales tibios y oportunistas de nuestro país. Está en el libro de Apocalipsis:
“Yo conozco tus obras, que no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero, porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.”
En el contexto de nuestra situación política, este pasaje encaja a la perfección. Estos precandidatos tibios y oportunistas carecen de compromiso real. Sus posturas nunca son claras ni firmes, y eso genera una profunda desconfianza. Son líderes indecisos en un momento histórico que exige lo contrario: carácter, firmeza y valentía para enfrentar el desafío de rescatar y fortalecer nuestra debilitada democracia.
Hoy, Colombia necesita líderes apasionados y con convicción, no figuras débiles y sin la fuerza necesaria para conducir al país en medio del caos político que atravesamos. Por eso, con todo respeto, extiendo la referencia bíblica de los “tibios” para incluir también a los “oportunistas”.
Aún están a tiempo de atender un llamado urgente a la acción y al compromiso con Colombia y su democracia. El país necesita decisiones políticas claras y radicales, decisiones que ustedes no han demostrado tener… y que difícilmente tendrán si no reflexionan y entienden qué significa liderar la nueva Colombia que surgirá después de las elecciones de 2026.
Con profunda tristeza, despedimos a Miguel Uribe Turbay, víctima de un cobarde atentado que truncó su vida. Su muerte nos duele y nos indigna. Que su memoria sea un llamado a la unidad de todos los colombianos de bien, sin importar ideologías, para sacar del poder a quienes, con violencia, corrupción o indiferencia, pretenden arrebatarle el futuro a nuestra nación. Por Miguel, y por Colombia, no podemos ser tibios.