INVESTIGACIÓN
El aterrador testimonio del adolescente que mató con 118 puñaladas a su papá, un mayor del Ejército, y a su pequeña hermana. Esta es su confesión
La historia del mayor del Ejército asesinado por 118 puñaladas a manos de su propio hijo en Bogotá conmocionó al país, sobre todo porque en el mismo hecho mató a su hermana de 7 años.

“Encontré a mi papá tirado en el piso, el cuchillo estaba en la cama, ahí cogí el cuchillo y le empecé a pegar más puñaladas… No sentía que el cuchillo entrara, como el roce, no sentía nada”, señala la confesión que hizo el adolescente que mató a su papá, un mayor del Ejército, y a su propia hermana, una niña de apenas 7 años de edad. En los dos asesinatos fueron casi 200 puñaladas.
SEMANA conoció el expediente completo de este parricidio. La cronología del crimen quedó en la declaración que rindió el adolescente mientras realizaban los exámenes psicológicos previos a su judicialización. El menor aseguró que se cansó de los regaños de su papá, por eso lo mató.
“Cuando bajaba iba pensando en apuñalarlo, en ese momento pensé en el cuchillo. Estaba estresado en cuanto al trato que nos tenía a los tres, bravo, porque siempre nos hacía sufrir a mi mamá en temas de ellos, de pareja, eso nos afectó a mí y a mi hermana, más a ellas, no me gustaba”, dijo el menor en su confesión.
Aunque aseguró que no lo tenía planeado, su declaración advierte que el cuchillo en su mano pasó varias veces por su mente, incluso estudió cuál sería el mejor lugar para impactar la primera puñalada, la forma de asegurar que su víctima no tuviera posibilidad de sobrevivir.

“Yo sabía que era un lugar donde lo podía matar, en clase de biología, anatomía, siempre nos decían que las partes más delicadas del ser humano eran pecho y cerebro. Yo ya había estudiado las partes débiles, si metía el cuchillo en el pecho sabía que algún órgano se iba a afectar”, advierte el testimonio del adolescente.
El menor asesino recuerda que el 29 de julio de 2024, entre las 10 y las 11 de la noche, estaba en casa con su papá y su hermana. Lo habían regañado y esperó en su cuarto, mientras escuchaba a su papá, el militar, hablar con su mamá por teléfono. Ella estaba en un restaurante con unas amigas. El menor bajó a la cocina por un cuchillo.
“Cuando estoy bajando estaba escuchando música, cuando saco el cuchillo pienso que iba a subir a apuñalarlo, pienso que le iba a pegar. Primero pienso que le voy a pegar con lo que fuera, tal vez subiendo las escaleras es que pienso en la puñalada; mientras voy con el cuchillo en la mano pienso ‘le voy a pegar’”, se lee en la escalofriante confesión del adolescente.

Mientras subía las escaleras, las mismas que minutos después terminaron con marcas de sangre, el menor decidió que se iba a vengar de su papá. Se acercó al militar, que estaba acostado en su cama mirando el celular, junto a la niña que se quedó dormida esperando a su mamá. De un momento a otro atacó a sangre fría.
“Tenía el cuchillo en la espalda, subí y le pegué una puñalada. Él estaba en el cuarto piso, en la habitación acostado con mi hermana. Ella estaba dormida, él estaba mirando el celular para unas cosas del trabajo, ahí yo lo apuñalo en el corazón, en alguna parte del pecho”, reveló el adolescente en su testimonio. Luego de asestar una puñalada certera en el pecho del mayor del Ejército, el menor se fue para su cuarto.
La familia tenía una casa de tres pisos, la número ocho, en un conjunto residencial en el noroccidente de Bogotá. En ese momento, lo que parecía un hogar se convirtió en una escena del crimen. Pasaron algunos minutos y el adolescente regresó a la habitación de sus padres a presenciar la macabra escena que, según su declaración, lo “descontroló”.

“Vi que estaba tumbado en el piso, ahí pienso que la había embarrado, pero tenía rabia, él me castigaba y me pegaba, entonces sentí rabia y me descontrolé, cogí el cuchillo de la cama y le pegué más puñaladas. Yo no sabía si estaba muerto, sabía dónde era la puñalada, pero no sabía si estaba muerto”, reza el testimonio del menor con la dramática escena.
Mientras el adolescente atacaba lo que seguramente era el cuerpo sin vida de su padre, su hermana se despertó y empezó a gritar, llorar, decirle y rogarle que parara el ataque.
El menor terminó poseído por impulso violento que no recordó al momento de hacer su confesión. Acto seguido, se lanzó contra la niña y la apuñaló, tantas veces que algunas heridas se distanciaban apenas centímetros, una de la otra, según los reportes forenses.

“Ella estaba ahí acostada y se levanta a llorar, a decirme que pare, que qué estaba haciendo, ahí yo me descontrolo y voy donde ella y le pegué una puñalada en el pecho, de ahí ella se cae al piso. Ahí pienso que la había embarrado, no sabía qué hacer, yo no la quería matar (llora), yo la vi tumbada en el piso y la apuñalé más de una vez”, señaló el adolescente en su confesión.
Fueron, según Medicina Legal, 118 puñaladas en el cuerpo del oficial del Ejército y 75 en la niña. Un patrón de violencia que los forenses describieron como “overkilling o sobrematar”, para describir la brutalidad del ataque, aun después de causar la muerte de las víctimas. En los análisis de psicología forenses se estableció que el adolescente padece una “predisposición a la delincuencia”.
“Resulta necesario considerar que algunos rasgos egocéntricos se relacionan con la influencia que han ejercido las series de televisión como referentes El cartel de los sapos y Pablo Escobar, lo cual se asocia con un patrón de necesidad de admiración y grandiosidad”, señalan las conclusiones de un examen psicológico al adolescente.
Luego de asesinar a su papá y a su hermana, el menor bajó a la cocina con las manos ensangrentadas y, al parecer, con algunas cortadas, dejó un rastro por las paredes. En su declaración, advirtió que estuvo por pedir ayuda para él, tras reconocer que la “había embarrado” con su familia. Fue en ese momento cuando llegó su mamá.

En este punto se cruzan las versiones. Mientras el menor aseguró que su mamá llegó ebria, lo trató mal y hubo un forcejeo que terminó cuando ella cayó sobre una mesa de vidrio; la mujer advirtió que en la puerta de la casa estaba el adolescente con unos cuchillos en la mano, y la atacó.
“Abre la puerta de la casa, creo que estaba pendiente de mi llegada, me tomó de la chaqueta, del cuello con sus manos, me dijo ‘perra hijueputa’ (sic) y me pegó con el cuchillo que tenía en la mano izquierda, me pegó en el pecho… Me empezó a jalar duro del mi brazo izquierdo, tratando de meterme a la cocina, me dijo ‘cállese y no vaya a gritar”’, relató la mujer.
La amenaza, de acuerdo con su versión, duró varios minutos mientras gritaba por ayuda. Fue cuando los vigilantes entraron y la primera impresión, según las declaraciones que conoció SEMANA, era el menor con los cuchillos en las manos y la mamá en el suelo.
“Manifiesta que su hijo es quien le quita la vida a su esposo y a su hija. El joven manifiesta que fue su madre la persona que comete el hecho”, señalaron los vigilantes.
Los dos fueron capturados y arrancó una investigación que, en el caso del menor, dejó una condena de seis años de internamiento que, irónicamente, al adolescente no le pareció “justa”, incluso trataron de alegar una “legítima defensa”.

La mujer fue investigada, pero luego de un cambio de fiscal, un año después, el nuevo encargado del caso solicitó la preclusión, cuando estaba lista para una imputación por una supuesta inducción al menor a cometer el brutal crimen. Nadie se explica cómo el adolescente que llevaba una vida normal, con buen promedio en el colegio, novia, amigos y que soñaba con ser abogado, se convirtió en asesino. Hubo algunos indicios, pero ninguno anticipó semejante tragedia.
“Sintió (el padre) que por detrás le respiraban como un toro, duro, como con rabia… el niño le gritó: ‘Te odio, te odio, no quiero volverte a ver nunca más’”, dijo la abuela del adolescente al recordar un evento.
Las conclusiones de pruebas psicológicas advierten que tenía una tendencia a la violencia y poco arrepentimiento de sus acciones, incluso las que dejó como víctimas a su papá y a su hermana.
“La preocupación expresada por lo sucedido y cómo esto afecta de manera directa a sus seres más cercanos, se encuentra prácticamente ausente”, señaló Medicina Legal tras los exámenes de psicología forense.
El menor contó que espera aprovechar las rebajas de pena por portarse bien en el centro de internamiento, mientras reconoce que la “embarró” y así quedar en libertad antes de los seis años, tiempo de su condena.