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Sobreviviente de los ataques de Hamás en Israel habla en SEMANA tras dos años de la barbarie: “Con odio no se construye nada”
Janet Cwaigenbaum habló con SEMANA tras sobrevivir a los ataques terroristas contra el kibutz Nir Itzaj. Cuenta que sigue viviendo con los ruidos de la guerra cerca de su casa.
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SEMANA: ¿Qué balance hace tras dos años del ataque terrorista de Hamás en Israel?
Janet Cwaigenbaum: Cuando uno mira hacia atrás, cuesta creer dónde estamos. Han pasado dos años de guerra en los que Israel, que fue el atacado, terminó siendo visto como agresor. Israel sufrió el peor ataque de su historia, perpetrado contra población civil: se asesinaron niños, madres embarazadas, familias enteras. Y tras todo eso, no vimos una condena real del mundo, ni de la ONU, ni de organismos de mujeres o de infancia. En cambio, lo que hay hoy son condenas contra Israel. Es muy angustiante. Tampoco puedo mirar con buenos ojos que estemos en guerra, porque en las guerras siempre hay horrores de ambos lados.
SEMANA: ¿Qué pasó con la gente del kibutz?
J. C.: Volvimos a vivir al kibutz en enero. El 85 % de las casi 600 personas regresaron, incluso siete familias nuevas llegaron en estos meses. Pero seguimos conviviendo con los ruidos de la guerra. Dormimos y de pronto despiertan las alarmas por cohetes lanzados desde Gaza, o los drones y misiles enviados desde Yemen. Además, la guerra con Irán dejó un saldo terrible. Yo espero que se firme el acuerdo que propone Trump: aunque no sea una paz plena, al menos calme la situación y permita que los palestinos acepten tener su tierra sin destruir a Israel. Han tenido varias oportunidades históricas de crear su Estado y las han rechazado una y otra vez.

SEMANA: ¿Cómo fue el regreso al kibutz tras todo lo ocurrido?
J. C.: Al principio fue difícil. Me costaba salir sola de noche, la oscuridad me daba inseguridad. Vivir a cuatro kilómetros de Gaza significa escuchar los ruidos de la guerra a diario. La comunidad ayuda: un kibutz es como una cooperativa, uno se siente acompañado, aunque también hay vecinos que no volvieron. Tratamos de recuperar una rutina, de apoyarnos unos a otros.
En mi oficina, el recuerdo es constante: tenemos la foto de Boas, un compañero que cayó luchando; Eddy, mi colega, perdió a su hijo Oren; otros perdieron sobrinos e hijos cuyos cuerpos aún no han sido devueltos. En total, dos miembros de nuestro kibutz siguen sin poder recibir sepultura. Eso impide cerrar el duelo. Y ahora vienen los días de recuerdo: actos familiares y comunitarios que se convierten en una maratón emocional.
Volver a casa fue reconfortante. Aprendí que mi hogar está donde está mi familia, no en las cosas materiales. Durante estos años comprendí que la vida es como andar en bicicleta: si dejas de pedalear, te caes. Hemos tenido que seguir pedaleando para sanar heridas muy duras.
SEMANA: ¿Qué recuerda del 7 de octubre de 2023?
J. C.: Ese día lo tengo grabado. Al comienzo no entendíamos qué pasaba; luego supimos que terroristas habían entrado en ciudades cercanas. Después los escuchamos en nuestro kibutz: tiros, explosiones, las motos de los atacantes. La sensación fue clara: “hoy no puedo morir”. Nadie está preparado para eso. Pasamos horas esperando que irrumpieran en casa. En mi barrio no entraron, y el alivio fue enorme, pero el miedo se quedó para siempre.
Esa cercanía con la muerte me marcó. Desde entonces valoro mucho más lo que tengo y agradezco cada día. Pero también me dejó un agujero en el corazón: la sensación de que la humanidad no ha aprendido nada, que seguimos destruyéndonos con odio.

SEMANA: ¿Qué mensaje deja en este momento de rechazo hacia Israel y de nuevos atentados contra judíos?
J. C.: Mi mensaje es que todas las guerras deben terminar, no solo esta. La solidaridad es importante, pero hay que entender con quién se solidarizan. No se puede apoyar a movimientos terroristas. Ser judío no significa estar de acuerdo con el gobierno de Israel; es una religión, como cualquier otra, con un apego histórico a esta tierra, pero no político. Con odio no se construye nada.
Deseo que se firme un acuerdo de paz. No le deseo mal al pueblo palestino, al contrario, creo que Palestina debe liberarse del control de Hamás. Mientras sus líderes desvíen la ayuda internacional para armarse y sigan viviendo entre civiles, no habrá desarrollo posible. Ojalá el día que Hamás busque mejorar la vida de su gente, en lugar de destruir a Israel, algo cambie. Pero hoy lo que veo es que el ser humano no aprende y sigue eligiendo la crueldad.