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El sueño americano se desvanece: Trump lidera la mayor operación de deportación de la historia
La persecución del Gobierno Trump a los migrantes irregulares ha hecho que miles de latinoamericanos piensen dos veces antes de buscar suerte en Estados Unidos. SEMANA cuenta sus historias.

Disney World, Times Square, la Estatua de la Libertad y Hollywood son una meta para quienes piensan en un futuro en Estados Unidos. Simbolizan la prosperidad y las oportunidades infinitas del capitalismo, pero ante todo la posibilidad de construir una vida mejor en ese territorio, a punta de esfuerzo, después de dejarlo todo en sus lugares de origen.
El sueño americano ha sido por siglos una conquista de muchos, pero ese imaginario se está esfumando. Con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, millones de latinoamericanos han quedado en riesgo por cuenta de las estrictas políticas migratorias con las que el presidente norteamericano pretende cumplir lo que fue una de sus principales promesas de campaña: hacer la operación de deportación más grande de la historia y expulsar a los inmigrantes ilegales que permanecen en la tierra del Tío Sam.
En solo un mes de mandato, la administración Trump había deportado a unas 37.000 personas, de acuerdo con las cifras del Departamento de Seguridad Nacional. Un informe del PBS muestra que a Colombia ya se han hecho 16 vuelos, mientras que a México la cifra es de 31, a Honduras, 55, y a Guatemala, 60. Trump está cumpliendo su deseo. No solo está devolviendo a miles, sino que su mano dura está evitando que otros tantos se animen a hacer esa travesía.
“Yo tenía pensado irme para allá este año y mirar cómo quedarme. Hace poco me dieron la visa de turista, pero, con todo esto que está pasando con Trump, yo prefiero no arriesgarme. Si me fuera para allá, sería jugarme todos mis ahorros, y no me puedo poner en riesgo a mí y a mi familia así como así”, asegura Laura Ortiz, quien ahora tiene su visa solo como un recuerdo de una fantasía que, por ahora, dejará en veremos.
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Otros evitan incluso ir de turismo. “Iba a ir de vacaciones ahora para Semana Santa. Mi familia tiene una casa en Carolina del Sur. Pero ellos están de ilegales allá y, con todo lo que nos dicen, para qué exponerlos a salir, sabiendo que en cualquier momento se los pueden llevar. No sé si la cosa sea tan así, pero mejor prevenir”, cuenta Sofía Parra.
Los temores no son para menos: la administración Trump aprobó la detención de inmigrantes ilegales en los catalogados “sitios sensibles”, como escuelas, hospitales, iglesias o juzgados. Por ello, muchas personas que podrían ser deportadas se han visto obligadas a cambiar sus hábitos y rutinas. Varios medios de comunicación estadounidenses han reportado un aumento de la deserción escolar.
“Vi una noticia de que están entrando a las iglesias y a los colegios para llevarse a los indocumentados, sin importar si están estudiando ni nada. Desde eso, mi hijo de 14 años no solo me comparte su ubicación todo el día, además tiene un AirTag en la maleta, porque tengo miedo de que si le quitan el celular no lo pueda ubicar”, afirma Marta Fernández, una migrante que vive en el estado de Florida.
Esta misma situación la vive Santiago Ulloa, quien llegó hace un año a Estados Unidos, pero ya ha tenido que extremar medidas. “Llegué a Texas desde Colombia y todo había estado bien durante estos meses. Pero la presión aumentó demasiado cuando llegó Trump. Ya algunos amigos se han ido, los han citado. Yo preferí irme a otro estado, donde al menos me siento un poco más protegido. Hace 15 días llegué a Nueva Jersey. Todo es más caro, pero también la tranquilidad no tiene precio”, afirma Santiago Tavera.
El miedo a ser deportado crece en la comunidad latinoamericana en Estados Unidos. Según una encuesta publicada por el Pew Research Center, un 42 % de los latinoamericanos tienen miedo de que ellos o alguien cercano pueda ser detenido o deportado por las autoridades, mientras que en el resto de la población migrante solo es un 19 %. Además, un 30 % de los latinos en Estados Unidos temen que tengan que probar su estatus migratorio durante su día a día, mientras que en los demás es tan solo el 13 %.
“Tengo familia que lleva viviendo en Estados Unidos más de 30 años. Somos muchos, unos se han ido legalmente, otros no, pero todos vivimos unidos y trabajamos juntos aquí en la Florida. Mi hijo de 25 años viene el otro mes con la esposa, que hace poco se supo que está embarazada. Obvio, vienen con visa de turista y se quedan, como han hecho muchos. Pero tienen mucho miedo. La verdad, ya no es como antes”, asegura un padre de familia de 59 años que prefiere no dar su nombre.

El temor no llega gratis. Desde su campaña presidencial, el inquilino de la Casa Blanca dejó bastante claro su mensaje: “Váyanse ahora. Si no, los perseguiremos, los arrestaremos y los deportaremos”. Incluso, el Gobierno implementó una aplicación denominada CPB Home, en la que los extranjeros que residen de manera ilegal, luego de registrarse, pueden tomar vuelos domésticos para regresar a sus países de origen.
La amenaza de Trump de endurecer sus políticas para expulsar a todos los inmigrantes y “hacer a Estados Unidos grande de nuevo” ha sido una de las más agresivas de la historia de ese país. Desde su investidura, ha presionado a los países para que reciban los vuelos con deportados y fortalezcan las restricciones en las fronteras, especialmente con México y Canadá, a los que amenazó con fuertes aranceles hasta que estos redujeran las cifras del paso de extranjeros de manera ilegal y de drogas ilícitas, otro tema que consterna al republicano.
En las últimas semanas, las autoridades del país norteamericano informaron que “ha aumentado” la cantidad de personas que decidieron emprender su camino de vuelta por voluntad propia para evitar ser detenidos y posteriormente deportados. “Estamos viendo niveles altísimos de migración inversa, gente que se da la vuelta en nuestra frontera sur”, dijo a finales de marzo Tricia McLaughlin, la secretaria adjunta para asuntos públicos del Departamento de Seguridad Nacional (DHS), en una entrevista con Fox News.
A pesar de que no se han brindado las cifras concretas de cuántas personas se autodeportaron, según la funcionaria del DHS, estos han optado por hacer uso de la aplicación, que causó revuelo luego de que el Gobierno insistió en ella. “Es una gran herramienta para inmigrantes ilegales que quieren irse ahora”, dijo. Además, alabó que es la mejor decisión que pueden tomar los migrantes, debido a que “existe la posibilidad de que puedan regresar legalmente por el camino correcto y seguir adelante para vivir el sueño americano”. Así, recalcó su mensaje de que si las personas quieren volver a entrar al país “deben irse ahora”.

Las presiones, además, han estado acompañadas con señalamientos controvertidos. El presidente Trump tildó de “criminales” a todos los extranjeros que permanecen irregularmente en su país. Hace unas semanas llevó a cabo una polémica deportación masiva de casi 300 venezolanos a El Salvador, quienes fueron posteriormente detenidos por las autoridades para ser encarcelados en la temida prisión de máxima seguridad para terroristas, el Cecot, bajo el argumento de que pertenecían al Tren de Aragua. Sin embargo, algunas familias han manifestado que sus seres queridos no forman parte de ese grupo criminal y que no tuvo lugar una investigación adecuada y justa para condenar a las personas.
SEMANA también habló con ciudadanos venezolanos que sienten un miedo diferente para migrar a Estados Unidos por cuenta de las agresivas políticas que ha impuesto el mandatario, especialmente contra las personas del vecino país. “Hemos visto muchas noticias de compatriotas que se los han llevado y los acusan de ser de pandillas por solo tener tatuajes. Con mi primo íbamos para allá, pero créame que ahora lo estamos pensando mucho”, asegura Wílmer, quien permanece en Bogotá esperando a que el clima se calme.
Aun así, no ha sido suficiente para el presidente, que ha criticado la eficiencia de los organismos de su Gobierno para agilizar la expulsión de los migrantes. Un funcionario del ICE dijo días atrás que han deportado a más de 100.000 extranjeros y que al menos 130.000 siguen detenidos, a la espera de que partan los vuelos de deportación con destino a sus territorios de origen, donde, por decenas de razones, las personas han optado por salir y probar suerte en Estados Unidos.
Centenares de personas que no han llegado al país norteamericano cambiaron de planes en la mitad del viaje ante los mensajes amenazantes de lo que podría sucederles. En conversación con SEMANA, David Niño relata que emprendió una travesía a pie con la finalidad de llegar a Estados Unidos, pero su viaje fue truncado a medio camino cuando llegó a México y no pudo avanzar más, por lo que decidió volver a Colombia. Ahora, debido a las duras políticas migratorias de Trump, no tiene intenciones de volver a intentarlo, pues, si lo hace, probablemente sea deportado y castigado por diez años de ingresar a Estados Unidos.
“La verdad, no estoy interesado en ingresar a Estados Unidos después de la experiencia que viví. No me quedaron ganas de volver a hacer ese sacrificio, porque, la verdad, es un sacrificio”. Asimismo, agrega que las personas en este momento probablemente estén pensando dos veces antes de tomar la decisión de viajar de manera ilegal. “Creo que no es buena idea que una persona haga este viaje ni que viva esta experiencia, porque el tema es más complejo. Ahora no hay oportunidad de llegar a México, porque desde México ya están deportando a los colombianos. No existe la posibilidad de que vuelva a intentarlo”.
El gran paso ilícito es la frontera de Estados Unidos con México, un terreno que se extiende por 3.145 kilómetros y por el que entre 2023 y 2024 más de 3 millones de personas cruzaron ilegalmente. Ahora, desde que llegó el mandatario republicano, dichos pasos irregulares se han reducido hasta más del 90 por ciento en febrero y marzo, según cifras dadas a conocer por la Casa Blanca.
Otra región que tomó protagonismo durante la época del auge de la migración ilegal fue el Darién. A través de su selva inhóspita transitaron más de 800.000 personas en los últimos dos años, de acuerdo con las cifras de las autoridades panameñas. Pero se ha reducido drásticamente con la llegada de Trump a la Casa Blanca. Ahora parece una región fantasma donde solo quedan las huellas de quienes alguna vez cruzaron buscando un mejor futuro.
Mediante un reportaje en SEMANA, Salud Hernández-Mora mostró cómo la bonanza migratoria se había acabado de tajo en la región. “Necoclí, en el Urabá antioqueño, y los chocoanos Acandí y Capurganá, bañados por el Caribe, empiezan a asimilar que no volverá el diluvio de millones de pesos, que escampó por un buen tiempo o tal vez para siempre, y deberán retomar las precarias economías de antaño”, narró la periodista sobre la nueva realidad de la zona.

Hernández-Mora relató cómo la cifra que alertaba que 800.000 personas pasarían por ese corredor rumbo a Estados Unidos se desplomó a menos de 2.000. Los pasos por Panamá están cerrados. “Antes el negocio de los coyotes era llevarlos por el Darién a Panamá. Ahora el negocio es traer deportados”, cuenta en su reportaje, en el que recoge testimonios de cómo decenas de migrantes perdieron el interés de continuar esa travesía. “Yo me iba a ir por allá. Hablé con amigos que se habían ido por allá, que se demoraban, obvio, sus tres o cuatro días en la selva totalmente incomunicados, pero era un riesgo que yo, como tantos otros, estaba dispuesto a pasar. Pero no alcancé a ahorrar los 400 dólares que me pedían, y pues ahora ya para qué tomar ese camino, sabiendo que muy seguramente no voy a poder llegar allá”, asegura otro venezolano en SEMANA.
En recientes reportes de la prensa estadounidense, se han dado a conocer historias de residentes de este país que optaron por la autodeportación antes de ser detenidos en una de las tantas redadas que llevan a cabo los agentes del ICE. Además, el miedo aumenta, resultado de las detenciones arbitrarias de extranjeros que el Gobierno ha hecho pasar por presuntos criminales, encerrándolos en uno de los grandes centros de detención.
Hace unas semanas, NBC News reveló la historia de una mexicana que vivió en Estados Unidos durante 18 años, incluso tuvo hijos en el país, pero después de la vuelta de Trump a la Casa Blanca decidió volver voluntariamente a su territorio de nacimiento. El presidente también impuso una orden según la cual, durante su mandato, no se le dará ciudadanía inmediata a ningún hijo de extranjeros nacidos en el país, por lo que deja a cientos de recién nacidos con el estatus migratorio en riesgo. Como ella, Eric Corcho, joven cubano de 22 años, llegó a Estados Unidos con un estatus humanitario, pero dejó el país hace unas semanas, según NBC News, luego de que la administración de Trump anunció que se suspenderían las protecciones a los beneficiarios en menos de un mes.
El sueño americano de miles de personas se vio nublado por la mano fuerte de Trump. Dentro de los centros de detención, los extranjeros, en medio de la desesperación, han pedido que se les otorgue la oportunidad de volver a sus países correspondientes de manera voluntaria. Lo que una vez fue el sueño de conseguir una mejor vida en Estados Unidos se desvaneció convirtiéndose en una súplica para que los dejen volver a su territorio. En estos dos meses del Gobierno republicano se han emitido una serie de denuncias de hacinamiento, alimentación deficiente y malos tratos en las instituciones de detención. Aunque la situación ya es bastante complicada, por diferentes factores muchas personas se han plantado en varias ciudades de Estados Unidos. No han cambiado de opinión y enfrentan una posible pérdida de su trabajo y el temor constante de ser atrapados por las autoridades.
Ante esto, algunos abogados aconsejan que debe analizarse cuidadosamente cualquier decisión migratoria que tomen los extranjeros. Álex Gálvez advirtió en una declaración a Telemundo que las personas deben tener “mucho cuidado con hacer una deportación voluntaria”, ya que incluso por esa vía podrían enfrentarse a una negación de la visa o de la entrada por diez años. “Para aplicar a una visa de turismo antes de los diez años, vas a tener que pedir un perdón, pero es muy difícil de obtener”.
Estas historias muestran cómo para muchos colombianos y latinoamericanos se ha roto la idea de Estados Unidos como la tierra prometida. Aunque algunos aún se aferran al sueño americano, para otros es mejor dejarlo pasar antes de que exista siquiera la posibilidad de que se convierta en pesadilla.