Alexa Oviedo

Opinión

Sanar a Colombia con energía y agua: un llamado desde el sector privado

¿Qué pasaría si, como sector, decidiéramos poner en el centro de nuestra estrategia no solo el crecimiento económico, sino la reparación social? Colombia debe sanar desde el campo, la orilla de un río, un poste solar que enciende una bombilla en una escuela rural.

Por: Alexa Oviedo
20 de junio de 2025

Los recientes acontecimientos que han afectado al senador Miguel Uribe Turbay no solo nos sacuden por la violencia misma, sino que nos enfrentan nuevamente a una verdad que muchos intentan esquivar: Colombia sigue siendo un país herido. Herido por décadas de conflicto, por desigualdad persistente, por la exclusión de millones de colombianos que nacen y viven en territorios donde la vida digna aún no es una promesa cumplida.

Pero este momento también nos llama. No al temor, sino a la acción. Y no solo al Estado, sino también a quienes desde el sector privado creemos y trabajamos por una Colombia posible, donde el progreso llegue con equidad, donde las oportunidades no estén reservadas para unos pocos, y donde la energía y el agua –derechos básicos y motores de desarrollo– puedan ser instrumentos de sanación.

Desde el sector energético, y particularmente desde las energías renovables, tenemos una herramienta poderosa para sanar heridas profundas: llevar luz y agua donde antes hubo oscuridad y abandono. Hoy, más que nunca, es urgente que sumemos nuestras capacidades empresariales al servicio de la reconciliación y el desarrollo territorial sostenible.

Las comunidades más afectadas por la violencia en Colombia suelen ser, también, las más excluidas del desarrollo. Municipios sin acceso confiable a la energía, corregimientos donde el agua potable es un lujo, veredas donde la educación y la salud no pueden avanzar por falta de infraestructura básica. ¿Qué pasaría si, como sector, decidiéramos poner en el centro de nuestra estrategia no solo el crecimiento económico, sino la reparación social?

En regiones como La Guajira, el sur de Bolívar, el Catatumbo o el Pacífico nariñense, e inclusive los diferentes municipios de Cundinamarca, las energías limpias no son solo una oportunidad ambiental: son una estrategia de paz. Una granja solar que abastece una comunidad indígena, una planta de agua atmosférica en una vereda olvidada, un sistema híbrido que garantiza energía a un hospital rural, una escuela con energía para conectarse a la tecnología: cada uno de estos proyectos no es solo técnico o financiero, es un acto de dignificación.

Hoy, empresas como la que lidero, donde hemos apostado por acelerar la transición energética en Colombia, entendemos que la sostenibilidad no se reduce a métricas ambientales. También implica un compromiso ético con las personas, especialmente con quienes han sido invisibles durante años.

Porque la verdadera transición no es solo energética, sino también humana: transitar del olvido a la esperanza, de la indiferencia al compromiso, del asistencialismo a la construcción de capacidades comunitarias.

Es momento de preguntarnos: ¿qué legado queremos dejar como empresarios y líderes del sector energético? ¿Solo balances positivos y crecimientos exponenciales? ¿O también comunidades transformadas, niños que ya no caminan kilómetros por agua, mujeres que pueden cocinar sin miedo a la oscuridad, jóvenes que pueden estudiar de noche gracias a un panel solar?

Miguel Uribe representa a muchos colombianos que han heredado el dolor de una patria fracturada, pero también la decisión de no rendirse ante el miedo. Su voz, en medio de este atentado, nos recuerda que la violencia no puede silenciar nuestra determinación de construir país. Desde el sector privado, tenemos no solo la posibilidad, sino la responsabilidad de ser parte activa de esa construcción.

Este es un llamado. A las empresas del sector energético, a los inversionistas, a los desarrolladores, a los ingenieros, a los innovadores: no nos limitemos a cerrar negocios en las grandes ciudades. Pongamos nuestra creatividad y recursos al servicio de las zonas que más lo necesitan. Aliémonos con gobiernos locales, con líderes sociales, con organismos de cooperación. Escuchemos a las comunidades. Llevemos soluciones, no discursos.

Colombia no puede sanar solo desde el Congreso ni desde la Casa de Nariño. También debe sanar desde el campo, desde la orilla de un río, desde un poste solar que enciende una bombilla en una escuela rural. Desde una empresa que entiende que su éxito está ligado al bienestar colectivo.

Hoy, más que nunca, el país necesita energía. Pero no cualquier energía. Necesita la energía del compromiso, del propósito, de la empatía activa. Necesita empresas que, más allá de su rentabilidad, decidan ser parte de la sanación de un país que quiere levantarse. Miguel nos recuerda a través de su legado que es momento de unirnos en todos los frentes y sectores para sanar las heridas de nuestro país, nos llama a una acción colectiva.

Y sí, sanar es posible. Con agua. Con sol. Con voluntad. Con decisiones empresariales valientes que transformen territorio, y con la certeza de que en cada kilovatio renovable y en cada litro de agua potable, también podemos sembrar paz.

Alexa Oviedo, CEO O3 Smart Cities