María Reina del Círculo de Mujeres

Opinión

Longevidad: medir la vida en propósito y no en tiempo para un renacer permanente

La longevidad ya no se entiende como una meta lejana, sino como una experiencia del presente que combina ciencia, espiritualidad y propósito. Cuidar el cuerpo, la mente y el alma se convierte en el camino para vivir con sentido, mientras la investigación científica abre nuevas posibilidades para prolongar la vitalidad y la plenitud en cada etapa de la vida.

Por: María Reina
29 de agosto de 2025

La ciencia redefine hoy la longevidad no como una meta distante, sino como una experiencia presente llena de significado. Desde el análisis de las células y los biomarcadores de envejecimiento, hasta terapias genéticas y fármacos que imitan el ayuno, los avances buscan no solo alargar la vida, sino mejorarla. En María Reina Consultores ‘del Ser para el Hacer’ creemos que el envejecimiento merece dignidad, acompañamiento y ciencia al servicio del cuidado humano, y de allí surge el trabajo que desarrollamos en nuestros talleres sobre la ética del cuidado.

Este tema nos conecta profundamente con nuestro propósito y con experiencias personales que han sido, tanto dolorosas como poderosamente positivas; y a nuestra relación con Human Tech, un movimiento que promueve la tecnología aplicada al bienestar humano, el desarrollo emocional y personal, donde la longevidad nos inspira y nos ocupa. Por eso acompañamos a las personas en este trayecto de su vida, para que encuentren bienestar y estén bien consigo mismas.

Creemos que todo comienza con el cuidado del cuerpo. Más allá de practicar un deporte o moverse a diario, el estiramiento consciente es una herramienta fundamental. Esa respiración que acompaña la apertura de los músculos y el ritmo del corazón, en posturas que no generan dolor, es un acto de vida. El yoga es una práctica valiosa, pero lo importante es cómo la mente calma y fortalece al cuerpo sin importar la edad. En lo alimentario, cada vez resulta más claro que el exceso de azúcares y grasas, aunque nos hayan acompañado tanto tiempo, ya no tienen cabida en un estilo de vida sano.

A ese cuidado se suma la dimensión emocional, que nace de la gratitud y el amor y se refleja en lo que hacemos cada día. Yo lo llamo riqueza espiritual: la fe en un ser superior que nos sostiene y nos da confianza en el andar, en el hacer. Es valorar cada instante, cada expresión de la naturaleza, y ver la vida como una oportunidad para trascender en otros. Esto implica dejar atrás el ego y buscar el beneficio colectivo, al tiempo que cultivamos relaciones positivas, la compañía de la familia y de los amigos verdaderos, con quienes compartimos este ‘viaje del héroe’.

El alma, por su parte, se alimenta de todo lo anterior y potencia cada una de esas dimensiones. Surge en la lectura diaria de la palabra del Creador, en la esperanza de la vida misma y en el disfrute de los momentos que compartimos con quienes amamos. También en la curiosidad constante, en mantener la mente abierta como aprendices permanentes, en la capacidad de estar en silencio y de encontrar paz en la soledad. Amarse y respirar alegría para entregarla a los demás es quizás la más profunda de las prácticas del cuidado.

La investigación sobre este tema es fascinante y avanza con fuerza. Por eso, transmito seis puntos que he aprendido sobre lo que se hace para mantener una vida madura sana:

1. Autofagia: la limpieza celular que revitaliza

Un estudio publicado en Nature Immunology este julio de 2025 confirma que la autofagia, ese proceso natural por el cual las células se ‘autolimpian’, es clave para preservar la salud de órganos como el cerebro, músculos y sistema inmune. Estrategias como ayuno, ejercicio y ciertos compuestos pueden reactivar este proceso incluso en edades avanzadas, reduciendo riesgo de enfermedades como Alzheimer o artritis.

2. Biomarcadores proteómicos: medir el envejecimiento hoy

Investigadores en Stanford y Harvard están usando proteómica sanguínea para evaluar el envejecimiento biológico de órganos en tiempo real, con tests que cuestan entre USD 400–800. Esta tecnología emergente permite anticipar riesgos y diseñar intervenciones personalizadas para extender la funcionalidad más allá de la cronología.

3. El cerebro como predictor clave de longevidad

Un estudio que acaba de publicar Nature Medicine, desarrollado en Stanford, determinó que la longevidad se decide, en gran medida, en el cerebro. Después de estudiar el envejecimiento de once órganos y tejidos distintos, concluyeron que la rapidez con la que envejece el cerebro es el factor más importante para determinar la duración de la vida, incluso por encima del corazón, los pulmones, el hígado o el sistema inmunológico.

4. Fármacos que imitan ayuno sin hambre

Debido a que no todo el mundo puede o quiere sostener un ayuno prolongado, y en pacientes con enfermedades crónicas puede ser riesgoso, surge esta necesidad en la ciencia para crear medicamentos que imiten el ayuno. Aunque aún siguen en investigaciones, sin que haya ninguno aprobado en el mercado.

5. Dieta y sueño: hábitos simples, impacto real

Expertos recomiendan patrones como dieta mediterránea (ricos en plantas, pescado, evitar ultraprocesados) y sueño de calidad (ritmo constante, ambiente óptimo), que pueden añadir de 2 a 6 años de esperanza de vida saludable.

6. Metas disruptivas

La reprogramación epigenética empieza a abrir horizontes que parecían imposibles, como restaurar funciones celulares jóvenes y prolongar la vitalidad. David Sinclair y su equipo anuncian que la primera persona que vivirá 150 años ya nació.

Así, la longevidad no es un asunto de obsesión, sino de oportunidad. Es un periodo iluminado que Dios y la vida nos regalan para cocrear con otras generaciones, invertir en tecnologías del ser y cumplir nuestra misión: ayudar a que cada persona encuentre su mejor versión como ser único, en las organizaciones y en la sociedad.

Por María Reina CEO de María Reina Consultores S.A.S del Ser para el Hacer

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