
Opinión
La transparencia no es una opción: es un activo que construye confianza
La confianza no nace del silencio, sino de la coherencia. En un entorno hiperconectado, la transparencia dejó de ser un valor deseable para convertirse en un activo estratégico que fortalece la reputación y genera vínculos duraderos.
Durante años, muchas marcas creyeron que la confianza se construía a través de grandes campañas, mensajes cuidadosamente diseñados o cifras que resaltaran logros. Hoy, ese modelo ha cambiado. En un entorno donde las audiencias pueden contrastar fácilmente lo que se dice con lo que se hace, la confianza ya no depende de la perfección, sino de la coherencia. Y en esa ecuación, la transparencia dejó de ser un valor deseable para convertirse en un activo estratégico de la reputación.
En el Banco de Bogotá, por ejemplo, lo hemos comprobado una y otra vez. Nuestros clientes no esperan que todo funcione a la perfección; comprenden que pueden existir fallas. Sin embargo, lo que sí exigen —con toda razón— es una respuesta clara, oportuna y honesta cuando algo no sale como estaba previsto. Hoy, lo que más se castiga no es el error, es el silencio.
Por eso, comunicar con responsabilidad no significa contarlo todo ni sobreexponer cada detalle: implica actuar con criterio, decir lo que realmente importa y hacerlo en el momento en que los públicos lo necesitan.
Ser abiertos dejó de ser una reacción ante la crisis para convertirse en una estrategia que fortalece las relaciones a largo plazo. Es la disposición genuina a mostrar quiénes somos, cómo tomamos decisiones y cuál es el propósito que guía nuestras acciones. No desde un discurso perfecto, sino desde la verdad que esperan nuestros clientes, colaboradores, aliados, medios y comunidades. En ese propósito, la tecnología cumple un rol fundamental, al facilitar conexiones reales que trascienden las narrativas idealizadas.
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Hemos aprendido que hablar con honestidad no debilita. Por el contrario, fortalece la legitimidad, genera comprensión y consolida vínculos basados en la confianza. La reputación no se protege ocultando lo que incomoda; se construye compartiendo lo que importa, en el momento adecuado y con la disposición de corregir cuando es necesario.
La confianza no se hereda ni se decreta. Se construye todos los días, con decisiones consistentes y con la valentía de reconocer lo que se puede mejorar. Aunque ser transparentes exige determinación, también nos diferencia, nos humaniza y nos permite proyectar un liderazgo creíble en un entorno cada vez más exigente.
Desde el rol que lidero, estoy convencida de que la comunicación no se limita a informar: es una herramienta poderosa para generar vínculos sólidos, cuidar la reputación y reflejar el compromiso que asumimos con quienes confían en nosotros.
Hoy más que nunca, comunicar con integridad no es solo una expectativa: es una elección estratégica. En un entorno donde todo se observa y se evalúa, es precisamente esa coherencia la que nos sostiene y nos define.
María Claudia Naranjo, Directora de Relaciones Corporativas de Banco de Bogotá