María Juliana Palacio, directora del Círculo de Mujeres Semana-Dinero

Opinión

Influenciar en su mejor versión, es emprender desde el impacto

Más allá de un hobby, el trabajo de los influencers requiere rigor y constancia. María Juliana Palacio invita a reconocerlo como un emprendimiento que transforma y abre caminos.

Por: María Juliana Palacio
27 de agosto de 2025

Hace unos días estaba con amigas y una de ellas, angustiada, contó que su hijo de 6 años le dijo que, cuando sea grande, quiere ser youtuber. No policía, astronauta, bombero, médico o profesor: youtuber. Pasamos a otro tema, pero me quedé pensando en lo que hay detrás del deseo del niño y de la sorpresa de su mamá. En lo importante que es poner esta realidad en la conversación.

Escribo esto porque lidero una comunidad de casi 200 mujeres de alto impacto, con cargos de responsabilidad, empresas y metas ambiciosas, y porque he pasado tardes enteras editando un reel, buscando la música perfecta, grabando una misma frase 20 veces, ajustando una fuente de luz y peleando con un algoritmo para ser visible.

Además de dirigir un círculo de liderazgo, creo contenido. No porque me sobre el tiempo, sino porque sé lo que significa construir una voz. Porque entiendo que el contenido comunica el propósito y abre puertas.

Durante mucho tiempo he visto cómo se subestima este trabajo. Como si grabar, editar, escribir, investigar, publicar y tener una presencia digital sólida fuera un hobby. Como si detrás de ese video de 30 segundos no hubiera rigor, horas de trabajo, inversión en herramientas, estrategia, creatividad y lo más importante: intención. Solemos olvidar que los creadores de contenido son emprendedores y que incluso se convierten en empresarios. Aunque no tengan local ni una oficina llena de empleados, venden un servicio, construyen marca, tejen relaciones, cuidan presupuestos y se levantan todos los días a informar, inspirar, educar, entretener. Su producto final llega a audiencias segmentadas, genera influencia, inspira decisiones de compra y fortalece comunidades.

Mi invitación es a mirar este ecosistema con otros ojos. Cuando reconocemos que detrás de cada arroba con voz propia hay alguien apostándole a una idea, invirtiendo en sí mismo, profesionalizándose, no solo validamos el oficio, sino que abrazamos su grandeza porque, además, los creadores de contenido son aliados de nuestras marcas. Son vitrinas. Son un canal de distribución emocional. No solo muestran un producto: lo cuentan, lo interpretan, hacen de él una experiencia que se traduce en credibilidad y ventas.

Me gustaría que se difuminara esa línea que separa al influencer del emprendedor. Porque influenciar, en el mejor sentido, es emprender desde el impacto. Es una forma legítima y auténtica de crear valor a partir de la palabra, la imagen y la conexión.

Que nuestras empresas y marcas no les den la espalda a quienes también están construyendo algo propio. Que las mujeres líderes seamos las primeras en saber que todo emprendimiento necesita historias bien contadas, audiencias cuidadas y contenido que transforme. Que las universidades le apuesten a la formación de estos perfiles. Que en las familias les sigamos preguntando a los niños qué quieren ser cuando sean grandes. Que cuando crezcan y descubran que lo más importante es ser ellos mismos, puedan responder: creador de contenido, con la tranquilidad de que emprender no tiene una sola forma. A veces es abrir una tienda, a veces es abrir una cámara, pero siempre es abrir camino, con estrategia, planificación y constancia, como en todas las profesiones y oficios.