
Opinión
Espiritualidad ejecutiva: la fe como ancla en la tormenta
Integrar la espiritualidad -ese ancla interna que da sentido y esperanza- permite sortear el caos con propósito, humanidad y coherencia.
Hace un tiempo, en una sesión con un líder muy respetado, me dijo con una mezcla de sinceridad y cansancio: «Lucila, hay momentos en los que solo tengo un cuadro detrás de mí». Aquella imagen, tan simple como poderosa, me conmovió. Habla de la soledad que muchos líderes experimentan: están rodeados de gente, agendas repletas y metas ambiciosas, pero sienten un vacío difícil de explicar. Al final, el cuadro colgado en la pared se convierte en su única compañía.
Este sentimiento no es poco común. Según datos recientes, casi el 33 por ciento de los adultos en el mundo reporta sentirse solo con frecuencia, incluso cuando está acompañado. Los líderes no son la excepción; a veces lo viven con mayor intensidad: la responsabilidad los aísla, el peso de las decisiones los abruma y el rol les exige mostrarse fuertes incluso cuando no lo están.
Hoy quiero hablar de algo poco mencionado en los círculos corporativos y que, sin embargo, ha sido decisivo en mi vida personal y profesional: la espiritualidad.
Ese lugar interior al que acudimos cuando todo lo demás deja de tener sentido; ese espacio donde encontramos algo -o alguien- más grande que nosotros y que nos da fuerza cuando las circunstancias parecen sobrepasarnos. En mi caso, Dios ha sido mi sostén en momentos personales muy difíciles y también cuando he acompañado a cientos de líderes en crisis, como durante la pandemia.
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La fe cambia la manera en que atravesamos las tormentas. Los líderes espirituales no niegan el caos, pero tampoco se paralizan: ven una salida, encuentran propósito, aceptan, aprenden y retoman el rumbo. Y en el proceso transmiten esperanza a otros.
He visto, en contraste, a líderes brillantes que se aferran solo a la racionalidad. Hacen, hacen y hacen… y, cuando el resultado no llega, aparecen frustración, enojo y culpa. No tienen a quién pedir ayuda y terminan creyendo que, si no saben resolverlo, algo anda mal con ellos.
A la larga, eso pasa factura. En los altos niveles organizacionales crecen los casos de depresión, ansiedad y burnout, así como los divorcios y las vidas aparentemente exitosas con un profundo vacío detrás.
Investigando sobre estados anímicos poco saludables -ansiedad, depresión o estrés crónico- hallé un patrón: la falta de fe. No hablo de religiosidad ni de dogmas impuestos, sino de la convicción profunda de que no estamos solos, de que hay sentido incluso en lo que no entendemos.
Y recordé un refrán español que lo resume así: “Si has perdido dinero, has perdido algo grande; si has perdido un amigo, has perdido algo más grande; pero si has perdido la fe, lo has perdido todo”. Qué gran verdad: la fe no solo sostiene; guía, abraza y da significado.
Prácticas para cultivar la dimensión espiritual
● Empezar y terminar el día con un momento de silencio u oración.
● Leer algo inspirador. Un salmo, un proverbio, o un texto que te conecte con tu propósito.
● Rodearte de personas con quienes puedas hablar del alma, no solo de KPI.
● Practicar la gratitud de forma consciente, anotando lo que sí tienes, lo que sí funcionó.
● Servir a otros. nada conecta más que hacer algo desinteresado por alguien más.
Parecen acciones simples, pero poseen un poder transformador. No se trata de volvernos místicos ni de predicar en la oficina, sino de integrar lo que realmente somos: mente, cuerpo y espíritu.
La espiritualidad no es un asunto privado ni reservado para los domingos. Es una forma de
vivir con propósito, de liderar con integridad, y encontrar coherencia cuando todo
alrededor parece desordenado.
Si algo dentro de ti se mueve al leer esto, escúchalo. Tal vez sea hora de reconectar; quizá no todo dependa solo de ti. Puede que sea el momento de dejarte sostener por Dios:
“No temas, porque yo estoy contigo;
no te angusties, porque yo soy tu Dios.
Te fortaleceré y te ayudaré;
te sostendré con mi diestra victoriosa”.
—Isaías 41:10
Que esta promesa sea más que un texto: que recuerde que no estás solo y que ese “cuadro” detrás de ti no sea tu única compañía, sino el testigo de que alguien más camina a tu lado.
Luchy Mejía, CEO de Potencial Humano Integral y master coach experta en emociones