
Opinión
Empresas con alma: por qué el propósito importa más que nunca
En tiempos en los que las cifras parecen gobernarlo todo, las empresas necesitan reconectar con su propósito. Más allá de vender o producir, el verdadero valor está en generar relaciones humanas, inspirar confianza y contribuir a un mundo más justo y sostenible.
En un mundo empresarial cada vez más gobernado por cifras, indicadores y normativas, hemos dejado de lado algo esencial: el propósito. No hablamos de ese propósito vacío que decora las paredes con frases inspiradoras, sino de uno genuino, capaz de conectar a las empresas con las personas y la sociedad. Un propósito que trasciende los balances y convierte a las organizaciones en comunidades humanas, donde empleados y empleadores se reconocen como personas, no como piezas reemplazables.
El propósito auténtico permite que el trabajo deje de ser solo un medio para ganarse la vida y se convierta en una oportunidad de crecimiento integral. Humanizar la empresa implica escuchar a quienes la conforman, comprender sus necesidades, respetar su dignidad y construir un clima basado en la confianza y la colaboración. La relación entre empleador y empleado debe sustentarse en el reconocimiento mutuo: en ver al otro como un ser humano valioso, no como una función operativa más.
Pero la humanización empresarial no se queda dentro de las paredes de la organización. También implica repensar la relación con los clientes. Vender no debería ser un acto puramente transaccional, sino un acto social con sentido. Necesitamos dejar atrás la mentalidad de ‘captar’ clientes para enfocarnos en construir relaciones basadas en la empatía y el respeto. Esto significa mirar más allá del ingreso que representa cada persona y comprender que detrás de cada compra hay expectativas, emociones y necesidades que merecen atención.
Un servicio de calidad no es sólo eficiente; también debe ser cercano, cálido y humano. Las empresas que lo logran ofrecen experiencias memorables que fortalecen los lazos con sus clientes. Así, la venta deja de ser un fin en sí misma y se transforma en una forma de aportar positivamente a la vida de las personas.
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Este enfoque no es sólo un imperativo ético, sino una estrategia inteligente para construir sostenibilidad a largo plazo. En la era de la información, los consumidores son más conscientes, exigentes y críticos. Quieren saber a quién le compran, cómo se fabrican los productos y qué valores representa la marca. Las empresas que no son capaces de articular un propósito claro y coherente corren el riesgo de quedarse relegadas, porque hoy los clientes buscan organizaciones que reflejen sus ideales y preocupaciones.
El propósito, además, funciona como un faro para la innovación. Una empresa que entiende por qué existe más allá del lucro tiene mayor capacidad para anticiparse a los cambios sociales y tecnológicos, y adaptarse con creatividad para seguir generando valor. Esto fomenta la lealtad, tanto de clientes como de colaboradores, porque todos quieren ser parte de algo más grande que la simple búsqueda de beneficios.
Al final, las empresas guiadas por un propósito auténtico se convierten en agentes de cambio. Sus decisiones no solo impactan los resultados financieros, sino también la calidad de vida de las personas y el bienestar de las comunidades. Porque los números importan, pero el verdadero éxito empresarial está en saber que lo que hacemos cada día contribuye a construir un mundo más humano, justo y sostenible.
Por: Ana Janneth Ibarra, CEO Grupo Axir