Dirigir una empresa logística como Transintercargo, con operaciones multiculturales, me ha enseñado que las decisiones difíciles no necesitan disculpas: necesitan claridad, contexto y convicción.

Opinión

El que no es, no es, y no debe estar…

Después de años sosteniendo lo que no funcionaba por miedo al cambio, entendí que liderar también es saber soltar. Esta es la lección más honesta que me ha dejado el camino empresarial.

Por: Daissy Amarillo
21 de julio de 2025

Desde que escuché esta frase, se volvió mi mantra: El que no es, no es y no debe estar. Suena dura, incluso despiadada. Pero después de 20 años construyendo empresas, he aprendido que es una de las verdades más liberadoras del liderazgo, y la más necesaria.

Durante mucho tiempo luché contra esa realidad. Mantuve en mi equipo a personas que “casi” daban la talla. Conservé proveedores que “más o menos” cumplían. Sostuve alianzas comerciales que “de alguna manera” funcionaban. Creía que ser flexible era ser sabia, que dar oportunidades era ser generosa, que esperar el cambio era una virtud. En realidad, estaba siendo indeterminante.

El punto de quiebre llegó cuando entendí que cada “casi”, cada “más o menos”, cada “de alguna manera”, le costaba a mi empresa oportunidades reales. Mientras protegía lo mediocre, traicionaba lo excelente. Mi tolerancia a la mediocridad no era virtud: era el mayor obstáculo para crecer.

La verdad incómoda es que, en el mundo empresarial -como en el deporte de alto rendimiento- no hay puntos por esfuerzo. O tienes lo que se necesita para el nivel en el que estás jugando, o no lo tienes. O eres la persona correcta para una posición, o no lo eres. No existen términos medios que no sean autoengaño.

Esto no se trata de ser inhumana. Se trata de ser honesta. Mantener a alguien en una posición para la cual no tiene las competencias no es generosidad: es crueldad disfrazada. Seguir con un proveedor que no cumple no es lealtad: es incompetencia gerencial. Sostener una alianza sin valor mutuo no es diplomacia: es pérdida de tiempo.

Cuando apliqué esta filosofía en mi empresa, los resultados fueron inmediatos. Dejamos ir a miembros del equipo directivo que durante años “casi” cumplían objetivos. Cancelamos contratos con proveedores que “más o menos” servían. Terminamos alianzas que “de alguna manera” habían funcionado. Y sí, fueron conversaciones difíciles. Pero al otro lado estaba la claridad.

En seis meses, habíamos contratado a las personas correctas. Encontramos proveedores que superaban nuestros estándares. Establecimos alianzas con verdadero impacto. El contraste era brutal: la diferencia entre “casi” y “es” no es gradual. Es abismal.

Esta filosofía va más allá del talento humano. Aplica para servicios que “casi” satisfacen a los clientes. Para estrategias que “más o menos” funcionan. Para tecnologías que “de alguna manera” resuelven. Si no es, no es. Y si no es, está ocupando el lugar de lo que sí puede ser extraordinario.

La resistencia más grande a esta mentalidad está en nosotros mismos. Reconocer que algo o alguien no es lo adecuado implica admitir que nos equivocamos al elegirlo. Y muchas veces, nuestro ego prefiere sostener el error antes que aceptar que lo cometimos.

Pero ahí está la trampa: mientras protegemos el ego de ayer, saboteamos el éxito de mañana. Cada día que mantenemos lo que no es, es un día menos para encontrar lo que sí es. Cada mes que toleramos lo mediocre, es un mes menos para construir la excelencia.

He aprendido que la diferencia entre las empresas promedio y las extraordinarias no está en tener recursos ilimitados. Está en la velocidad con la que reconocen lo que no funciona y la valentía con la que lo reemplazan. En la honestidad de aceptar el error y la determinación de corregirlo.

Y esta filosofía también aplica a nosotros como líderes: a reuniones que “más o menos” sirven, a procesos de decisión que “casi” funcionan, a comunicaciones que “de alguna manera” llegan. Si nosotros no estamos siendo lo que nuestra empresa necesita, entonces nosotros tampoco “somos”. Y tenemos la responsabilidad de cambiarlo.

El que no es, no es. No por maldad ni por incapacidad absoluta, sino por incompatibilidad con lo que se necesita hoy, aquí y ahora. Reconocerlo no es crueldad: es claridad. No es rigidez: es tener estándares. No es perfeccionismo: es buscar excelencia.

Porque nuestro trabajo como líderes no es hacer que todos se sientan cómodos, sino asegurarnos de que cada elemento esté donde pueda aportar su máximo valor. Y eso exige la honestidad de reconocer lo que no es, la valentía de cambiarlo y la sabiduría de abrirle espacio a lo que sí puede ser extraordinario.

El que no es, no es y no debe estar. No como castigo, sino como liberación. No como fracaso, sino como oportunidad. Porque solo cuando dejamos ir lo que no es, podemos encontrar lo que verdaderamente puede ser imparable.

Daissy Amarillo, Co+Founder & CEO del Grupo Transintercargo Logistica

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