
Opinión
El cacao colombiano: oro vivo que puede redefinir el futuro del país
Colombia es el décimo productor mundial de cacao y uno de los pocos donde el grano es considerado fino de aroma, una categoría que representa apenas el 5 por ciento de la producción global. Convertirlo en una industria sólida reconfiguraría las dinámicas del desarrollo rural, el comercio exterior y la imagen internacional del país.
El cacao colombiano representa mucho más que una materia prima. Es una expresión viva de la tierra, la biodiversidad y la cultura que habita en cada región del país. Colombia no solo produce uno de los mejores cacaos del mundo, fino de aroma, sino que tiene la oportunidad histórica de posicionar este grano como símbolo de transformación nacional, especialmente en un mundo marcado por la búsqueda de productos auténticos, sostenibles y con propósito.
Hablar de cacao es hablar de territorio, de historia, de resistencia y de posibilidad. Pero también es hablar de estrategia, de visión global, y de decisiones que pueden marcar el rumbo de la economía, del campo y de la identidad colombiana en los próximos años.
Cifras que invitan a la acción
Colombia es el décimo productor mundial de cacao y uno de los pocos países donde más del 95 por ciento del grano es considerado fino de aroma, una categoría que representa apenas el 5 por ciento de la producción global. Esto significa que el país no necesita competir por volumen, sino por valor. Y es ahí donde está la gran oportunidad.
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A pesar de este privilegio, el modelo de negocio dominante sigue siendo extractivo: el grano se exporta en su forma más básica y el mayor valor se queda en otros países. Es decir, Colombia pone la tierra, la mano de obra y la calidad, pero captura una mínima parte de la riqueza generada en la cadena del chocolate.
Este modelo debe evolucionar. El cacao no puede seguir siendo tratado como un commodity. Es un activo cultural, ambiental y económico de alto valor estratégico. Convertirlo en una industria sólida y sofisticada puede reconfigurar las dinámicas del desarrollo rural, el comercio exterior y la imagen internacional de Colombia.
El verdadero poder del cacao no está solo en su sabor o su calidad. Está en su capacidad de contar una historia. Cada grano puede ser una narrativa de reconciliación, de inclusión, de innovación. Muchas de las zonas cacaoteras del país han sido históricamente afectadas por el conflicto, la ilegalidad o el abandono estatal. Convertir estos territorios en epicentros de producción de cacao premium implica también tejer nuevas realidades desde lo productivo.
Además, el cacao puede integrarse a sectores emergentes que van más allá de la agroindustria: turismo experiencial, gastronomía de alto nivel, cosmética natural, bienestar funcional y diseño de alimentos. Colombia tiene todo para convertirse en una potencia creativa del cacao, siempre que entienda que su valor no está solo en la tierra, sino en el relato que se construye desde ella.
El cacao como puente con el mundo
El mercado global está listo. Cada vez más consumidores exigen productos con trazabilidad, comercio justo, impacto social y origen transparente. Países como Suiza, Japón, Alemania o Estados Unidos valoran el chocolate de origen no solo por su sabor, sino por lo que representa. El lujo del futuro será lo limpio, lo honesto, lo sostenible. Y Colombia tiene todas las condiciones para ofrecerlo.
Pero esto requiere más que voluntad individual. Necesita políticas públicas alineadas, inversión en infraestructura poscosecha, acceso a tecnología, certificaciones internacionales, educación para los productores, y sobre todo, una visión país. El cacao debe estar en la agenda estratégica de Colombia con el mismo peso que el café o las flores. No como reemplazo, sino como complemento con enorme potencial de diferenciación.
Revalorizar el cacao colombiano no se trata únicamente de una estrategia comercial. Es una apuesta por resignificar el campo, por dignificar al productor, por celebrar la biodiversidad, por exportar cultura. Cada barra de chocolate fino que se produce con ética, con excelencia y con conciencia, es también una forma de decirle al mundo que Colombia es capaz de transformar sus historias más difíciles en ejemplos de innovación y belleza.
Esta es una oportunidad que no se puede dejar pasar. Porque mientras otros países ya han entendido el poder del cacao como activo nacional, países como Ecuador, Perú, Ghana, Madagascar, Colombia apenas está empezando a descubrir lo que puede hacer con su oro vivo.
¿Estamos dispuestos a liderar ese proceso desde un lugar distinto? Uno donde el valor no se mida solo en dólares, sino en dignidad. Uno donde el campo no sea sinónimo de atraso, sino de sabiduría. Uno donde cada semilla de cacao cuente una historia de país que merece ser contada con orgullo.
El cacao no es solo una oportunidad económica. Es una herramienta de transformación. Y en manos de quien sepa leer su lenguaje profundo, puede ser oro vivo para Colombia.
Porque cuando el cacao se convierte en alquimia, el país también se transforma.
María Carolina Angulo, CEO & CoFounder Lok Foods