María Carolina Angulo, CEO y confundadora de Lok Foods

Opinión

Cuidar la mente con la misma disciplina que el cuerpo

Atender la salud mental es imperativo en un entorno donde la incertidumbre, la hiperconexión y la sobrecarga de información son la norma. La mente es el principal motor de cada decisión, cada proyecto y cada relación humana.

Por: María Carolina Angulo
21 de agosto de 2025

Vivimos en una sociedad que ha aprendido, con disciplina y constancia, a cuidar el cuerpo. Las rutinas de ejercicio, las dietas balanceadas, los chequeos médicos periódicos y la obsesión por la longevidad física se han instalado como parte de la cultura contemporánea. Sin embargo, mientras fortalecemos músculos y cuidamos órganos vitales, hemos descuidado otro componente igual de esencial: la mente.

La salud mental sigue siendo el gran tema pendiente de nuestra era. No se trata únicamente de evitar enfermedades como la depresión o la ansiedad, sino de reconocer que la mente, al igual que el cuerpo, requiere entrenamiento, descanso y cuidado cotidiano. Una mente sana no es un lujo, es un requisito para vivir, trabajar y relacionarse en un mundo cada vez más complejo.

El sesgo cultural

Durante siglos hemos concebido la salud como un asunto principalmente físico. El dolor de cabeza, la fiebre o la fractura son visibles, medibles y socialmente aceptados. En cambio, la fatiga emocional, la sobrecarga cognitiva o la tristeza persistente se han invisibilizado bajo la etiqueta de ‘debilidad’ o ‘falta de carácter’. Este sesgo cultural ha generado que muchas personas ignoren los síntomas de un agotamiento mental hasta que es demasiado tarde.

En Colombia, según cifras del Ministerio de Salud, los trastornos de ansiedad y depresión representan una de las principales causas de consulta médica en los últimos años. La pandemia aceleró esta tendencia, demostrando que el bienestar psicológico no es accesorio, sino estructural para sostener cualquier proyecto de vida. Y sin embargo, seguimos sin darle la misma prioridad que al chequeo cardiovascular o al control de peso.

El descuido de la salud mental tiene consecuencias que trascienden lo individual. Una mente agotada reduce la productividad, afecta las relaciones familiares, incrementa los costos de atención en salud y debilita el tejido social. Empresas enteras pierden competitividad por no entender que un colaborador mentalmente agotado no puede sostener ritmos de innovación ni aportar creatividad.

El Banco Mundial ha advertido que los problemas de salud mental se encuentran entre las principales causas de pérdida de productividad global. En otras palabras, el mundo está pagando un precio altísimo por no cuidar la mente con la misma seriedad que cuida el cuerpo.

La mente también se entrena

Cuidar la mente no significa simplemente descansar o desconectarse de la rutina. Implica establecer hábitos conscientes que fortalezcan la resiliencia, la claridad y el equilibrio emocional. La meditación, la lectura, el sueño reparador, el ejercicio físico regular, la alimentación balanceada y la práctica de la gratitud son herramientas que, integradas en la vida diaria, pueden marcar una diferencia radical.

Del mismo modo que no se espera tener músculos fuertes sin entrenamiento constante, no se puede aspirar a una mente clara y serena sin dedicarle tiempo y disciplina. El bienestar mental requiere intencionalidad: diseñar rutinas que prioricen el silencio frente al ruido, la reflexión frente a la inmediatez, la pausa frente a la aceleración constante de la vida digital.

Quizás el mayor obstáculo sigue siendo cultural: pedir ayuda psicológica o psiquiátrica continúa cargando un estigma injustificado. Mientras nadie duda en acudir a un médico general por un dolor persistente, aún hay quienes ocultan o niegan la necesidad de acompañamiento emocional. Derribar ese prejuicio es urgente. Consultar a un profesional de la mente debería ser tan normal como hacerse un examen de sangre o asistir a una cita odontológica.

Este cambio requiere liderazgo institucional y también individual. Las empresas deben generar ambientes psicológicamente seguros, los gobiernos deben invertir en programas de prevención y atención, y cada persona debe asumir la responsabilidad de reconocer que la mente, como el cuerpo, tiene límites que deben respetarse.

No puede haber verdadera salud si cuerpo y mente no se cuidan de manera integral. El futuro de las sociedades más avanzadas dependerá de cómo logren balancear ambos aspectos. Una persona mentalmente sana puede enfrentar los retos físicos con mayor fortaleza, y un cuerpo en buen estado responde mejor cuando la mente está entrenada para la calma y la concentración.

La invitación es a redefinir nuestras prioridades. Así como programamos visitas médicas periódicas, deberíamos incorporar chequeos emocionales. Así como invertimos en entrenadores personales, también deberíamos considerar la inversión en espacios de silencio, terapia o acompañamiento psicológico. Y así como admiramos a quienes cuidan su cuerpo con disciplina, deberíamos valorar más a quienes cultivan una mente clara, equilibrada y resiliente.

Cuidar la mente igual que el cuerpo no es una moda ni un capricho. Es la respuesta a un mundo donde la incertidumbre, la hiperconexión y la sobrecarga de información son la norma. La mente es el principal motor de cada decisión, cada proyecto y cada relación humana. Desatenderla es hipotecar el futuro.

El desafío invisible de nuestro tiempo no está en ganar fuerza física ni en prolongar la vida biológica. Está en cultivar la lucidez, la serenidad y la fortaleza interior necesarias para darle sentido a esa vida. Cuidar la mente es, en últimas, cuidar lo más valioso que tenemos: la capacidad de ser plenamente humanos.

María Carolina Angulo, cofundadora y CEO de Lök Foods