Para un líder, aprender a captar este estado de reposo mental es una habilidad esencial. Es ahí donde puede activar no solo su razón, sino también su intuición.

Opinión

Cambiar o volverse irrelevante: no hay punto medio

Las creencias que te llevaron al éxito podrían ser, precisamente, las que hoy te frenan. ¿Y si el verdadero riesgo no fuera cambiar, sino seguir aferrado a lo que ya no funciona? Mientras todo se transforma, lo conocido puede convertirse en tu mayor límite.

Por: Yukari Sawaki
14 de julio de 2025

¿Hay algo más inquietante que la incomodidad del cambio? Sí: quedarse estático y desactualizado. Las empresas que no provocan su propia evolución, que se aferran a lo que funcionó ayer, no solo pierden terreno, sino que desaparecen. Algunas mueren silenciosamente, sin que nadie lo note hasta que es demasiado tarde.

Esto lo explica con claridad Rita Gunther McGrath en The End of Competitive Advantage: la clásica idea de que una ventaja competitiva puede sostenerse a largo plazo ha dejado de ser válida. En realidad, ya no dura. Sorprende, porque durante décadas nos enseñaron a construir una ventaja estable y permanente, pero hoy ese paradigma se desmorona.

La constante aceleración del entorno nos desafía no solo a ajustarnos, sino a anticiparnos. El reto no es simplemente rediseñar procesos o implementar nuevas herramientas, sino cuestionar lo que creemos ser y saber. La verdadera transformación ocurre en las personas y en su forma de entender el mundo.

Tres creencias que siguen instaladas

No hay evolución organizacional sin una revisión profunda de nosotros mismos. Por más estrategias que existan, si quienes lideran los equipos no se atreven a mirarse con honestidad, nada cambia. Esto implica dudar de creencias arraigadas que, muchas veces, actúan como mapas antiguos: útiles en otro tiempo, pero hoy incapaces de guiarnos hacia nuevos territorios.

Una creencia común es pensar que la transformación es solo un asunto técnico, cuando es, ante todo, humano. Justamente eso -entender resistencias, manejar emociones y acompañar a las personas en la incertidumbre- es lo que, paradójicamente, menos atención recibe en la práctica del liderazgo actual. Sin este enfoque adaptativo, cualquier esfuerzo se estanca.

Otra idea extendida es que la cultura empresarial debe ser sólida, basada en valores compartidos. Esta visión suele derivar en uniformidad, que lejos de fortalecer, limita la diversidad de pensamiento y bloquea la posibilidad de cuestionar el status quo. En realidad, una cultura efectiva hoy es aquella que permite el desacuerdo, fomenta el conflicto constructivo y valora la experimentación.

Por último, está la confianza, un concepto que requiere resignificación. Durante años se creyó que debía ganarse con el tiempo, pero hoy ese es justamente el recurso más escaso. Tal vez el nuevo liderazgo no consista en validar para confiar, sino en confiar para construir. En extender primero el puente, no la barrera. Confiar, hoy, no es un riesgo: es la condición que permite avanzar.

Aprendizaje continuo: clave para mantenerse vigente

Tras cuestionar estas creencias, surge una práctica que pocas veces ocupa el lugar prioritario que merece en la agenda diaria: el aprendizaje continuo. Lejos de ser un proceso formal, es una actitud permanente de apertura, una disposición para aprender de todo lo que nos rodea y de cada experiencia cotidiana.

Más que acumular conocimientos, implica desapegarse de certezas, replantear perspectivas y redefinir la forma en que observamos y comprendemos el contexto.

Diversos estudios anticipan un ritmo de cambio vertiginoso. Según Richard Buckminster, el conocimiento colectivo se duplicará cada 12 horas para 2030. Una encuesta reciente de edX revela que casi la mitad de las habilidades actuales en el mercado laboral quedarán obsoletas en solo dos años. El Future of Jobs Report 2025 proyecta que cerca del 40 % de las competencias clave cambiarán radicalmente en apenas cinco años.

Permanecer anclados a experiencias y saberes del pasado no es un lujo que podamos permitirnos. Pero más riesgoso aún es no detenerse a identificar qué aspectos de nuestro pensamiento, decisiones o prácticas requieren una actualización profunda.

El desafío no es simplemente aceptar esta dinámica acelerada, sino gestionarla, traducir el conocimiento renovado en acción. Para lograrlo, es necesario dejar atrás excusas como la falta de tiempo, la sobrecarga laboral o la idea de que ya se sabe suficiente. Desarrollar y aplicar nuevas capacidades, con una mentalidad flexible, marcará la diferencia entre seguir avanzando o quedarse atrás.

En definitiva, reinventarse es un acto de valentía cotidiana. No garantiza un camino fácil, pero sí abre la posibilidad de avanzar con propósito. El futuro pertenece a quienes se atreven a soltar certezas, enfrentar la incomodidad y no detenerse. Porque lo realmente costoso no es cambiar, sino quedarse inmóvil y, con ello, volverse irrelevante.

Yukari Sawaki, Gerente DOH Negocio Cárnicos de Nutresa