
Opinión
Bienestar digital: lo que la tecnología puede enseñarle al resto del mercado laboral
El futuro del trabajo no es solo digital, es humano. Mientras muchas empresas retroceden en modelos flexibles, el sector tecnológico puede liderar una transformación centrada en el bienestar emocional, relacional y organizacional.
La pandemia aceleró profundas transformaciones en el mundo laboral. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), cerca del 23 % de los asalariados en América Latina trabajaron desde casa durante el segundo trimestre de 2020, frente a apenas un 3 % antes del COVID-19. No obstante, superada la crisis sanitaria, muchas compañías revirtieron ese avance: en Colombia, según datos del DANE a finales de 2023, solo el 6 % de los trabajadores continuaba en modalidad remota. Esto sugiere que, más allá de la digitalización, la sostenibilidad del trabajo remoto sigue siendo una asignatura pendiente.
A pesar de su flexibilidad, el sector tecnológico no ha estado exento de tensiones. La OIT y la CEPAL han advertido sobre las condiciones precarias en entornos digitales: jornadas extenuantes, vínculos contractuales inestables y poca atención a la salud emocional, incluso en empleos altamente calificados. Digitalizar no es lo mismo que cuidar. Y ahí está el gran desafío.
En respuesta, varias empresas y organizaciones han comenzado a diseñar modelos más conscientes. No se trata solo de implementar trabajo remoto o híbrido, sino de generar espacios laborales que dignifiquen la experiencia humana. Esto incluye desde horarios flexibles hasta programas de formación emocional, pausas activas, servicios de salud mental, actividades de integración y acompañamiento al desarrollo profesional.
La doctora Luz Stella Rodríguez, médico cirujano con experiencia en salud ocupacional, explicó en un artículo del Ministerio TIC que el teletrabajo, bien estructurado, puede reducir el estrés y mejorar la calidad de vida al evitar desplazamientos, fomentar el autocuidado y permitir mayor presencia familiar. “Es bien sabido que hay mayor eficiencia y efectividad en los logros laborales, especialmente al poder cumplir con las tareas en entornos más tranquilos”, señala en el artículo.
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No obstante, este tipo de estrategias no se sostienen únicamente con infraestructura tecnológica o beneficios tangibles. Para que realmente generen impacto, es clave complementarlas con procesos formativos y de acompañamiento emocional que fortalezcan las habilidades blandas y la autorregulación.
Ana María Pinilla, psicóloga y analista administrativa en Naez, señala que: “Es importante promover la gestión del estrés, el establecimiento de límites saludables y el desarrollo de pensamientos que favorezcan el equilibrio y la motivación. A nivel personal, incursionar en este modelo de trabajo me ha permitido obtener un balance no solo profesional, sino también emocional. Puedo ejercer una maternidad presente mientras me desarrollo en el ámbito nacional e internacional”.
La inversión en bienestar no es solo una buena práctica: es rentable. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que por cada dólar invertido en la mejora de la salud mental en el trabajo, se genera un retorno de cuatro dólares en productividad. Y más allá de los números, hay un valor difícil de cuantificar pero esencial: el sentido de pertenencia.
Uno de los mayores desafíos del trabajo remoto es mantener la cohesión de los equipos. La distancia puede aislar, pero también puede ser terreno fértil para nuevas formas de conexión. Actividades de integración virtual, rituales de equipo, espacios informales de conversación y reconocimiento constante son herramientas simples pero poderosas para sostener los vínculos humanos en entornos distribuidos.
El llamado, entonces, es claro: generar condiciones de bienestar emocional, físico y relacional en entornos laborales ya no es un extra, es parte del corazón del negocio. Las organizaciones que lo entienden y lo aplican con coherencia no solo retienen talento: lo cultivan, lo inspiran y lo proyectan.
El futuro del trabajo no será únicamente digital. Será emocional, equitativo y profundamente humano. Y ese futuro —más sostenible, más justo y más consciente— comienza ahora, con cada decisión que ponga a las personas en el centro.
Natalia Zerda, CEO en Naez