Uno de los mayores desafíos del trabajo remoto es mantener la cohesión de los equipos. La distancia puede aislar, pero también puede ser terreno fértil para nuevas formas de conexión.

Opinión

Agentes inteligentes: la nueva frontera de la inteligencia artificial

Desde las caricaturas digitales hasta los chatbots que resuelven trámites en segundos, la inteligencia artificial ya es parte de la vida diaria. La nueva generación de sistemas autónomos plantea oportunidades y riesgos que exigen liderazgos con visión ética y estratégica.

Por: Natalia Zerda Méndez
23 de agosto de 2025

En los últimos cinco años, la IA pasó de ser un recurso exclusivo a convertirse en herramienta cotidiana. Hoy cualquiera puede pedirle a un buscador un resumen completo de una noticia, generar un texto en segundos o automatizar una conversación con un cliente a través de un bot. Lo que parecía ciencia ficción ahora es rutina digital.

Un estudio de McKinsey & Company (2024) reveló que el 60 por ciento de los trabajadores ya ha utilizado herramientas de IA generativa como ChatGPT, Gemini o Copilot en sus labores. Y, según Gartner, para 2026 al menos el 80 % de las empresas incorporará IA en procesos críticos. La transformación ya está en marcha: no hablamos de futuro, sino de presente.

La próxima gran ola será aún más disruptiva. La Agentic AI —inteligencia artificial agente— no se limita a responder instrucciones. Puede planear, ejecutar y ajustar acciones de forma continua, sin supervisión humana directa. Imagine un agente digital que recibe el encargo de diseñar una campaña de marketing: analiza el mercado, define piezas creativas, ajusta la pauta en tiempo real y entrega reportes, todo de manera automática.

Las oportunidades son evidentes. Automatizar flujos de alta carga operativa permitirá a las empresas liberar tiempo para lo que de verdad aporta valor: lo estratégico, lo creativo y lo humano. En sectores como la salud, la banca o la educación, ya se vislumbran aplicaciones concretas. Un hospital podría usar agentes inteligentes para priorizar la atención de pacientes; una entidad financiera, para detectar fraudes en segundos; un tutor virtual, para diseñar planes de estudio personalizados y dinámicos.

Pero no todo es promesa. Los riesgos también son claros. Al delegar decisiones en algoritmos autónomos, ¿qué pasa con la transparencia, la protección de datos o la ética? Casos recientes han mostrado cómo la IA puede replicar sesgos raciales o de género, o cómo la automatización mal gestionada precariza empleos altamente calificados. La llegada de los agentes inteligentes exige liderazgos capaces de equilibrar innovación con cuidado.

El reto no es solo tecnológico, sino cultural. Necesitamos aprender a medir y auditar el uso de estas herramientas. Eso significa fijar métricas de impacto -desde eficiencia operativa hasta satisfacción del cliente-, establecer controles de sesgos y supervisión, y crear equipos que combinen perfiles técnicos con expertos en ética, derecho y bienestar organizacional.

Aquí los líderes empresariales tenemos una tarea urgente. Para aprovechar el potencial de la Agentic AI, debemos definir límites éticos claros, promover la alfabetización en IA dentro de los equipos, establecer sistemas de supervisión híbrida donde lo humano y lo artificial se retroalimenten, e invertir en procesos de bienestar y sentido de pertenencia. Porque en entornos de alta automatización, el riesgo de despersonalizar el trabajo es aún mayor.

Un reciente reporte de Price water house Coopers (PwC, 2025) advierte que las empresas que integren la IA con visión estratégica y propósito humano serán las que lideren el futuro laboral. La clave no está en resistirse ni en idealizar, sino en convivir con estos sistemas de manera consciente y responsable.

La inteligencia artificial puede predecir patrones, pero no comprender contextos. Puede ejecutar tareas, pero no reemplaza el criterio, la empatía ni la ética de las personas. Ese es —y seguirá siendo— el verdadero diferencial humano en esta era digital.

El futuro del trabajo no será solo digital. Será cultural, ético y profundamente humano. Por eso la invitación es clara: aprendamos a usar la inteligencia artificial de forma inteligente, guiándola con intención y propósito. Porque el progreso no vendrá únicamente de los algoritmos que diseñamos, sino de las decisiones que tomemos al usarlos.

Natalia Zerda, CEO de Naez