Opinión

¿Y si el maestro fuera el héroe que estamos esperando?

En un país donde la brecha educativa crece cada día, dignificar la labor del maestro no es solo una necesidad: es la clave para transformar realidades, cerrar desigualdades y construir un futuro distinto desde el aula.

24 de abril de 2025, 9:52 p. m.
Antonio Mazo Mejía, Toledo, Antioquia. 1956.
Antonio Mazo Mejía, Toledo, Antioquia. 1956. | Foto: Cortesía Sara Álvarez.

Hay una foto que no me suelta. Es de 1956, en un pueblo olvidado de Antioquia. Mi abuelo, de apenas veinte años, está de pie en una escuelita de piso de tierra, vestido con un esmoquin impecable. Afuera, el calor debe rozar los 35 grados. Adentro, no hay electricidad, ni libros, ni pupitres suficientes. Pero él está ahí, con su corbatín bien puesto, enseñando. Cuando le preguntaban por qué se vestía así, respondía sin titubear: “Porque nada merece más respeto que la educación”.

En tiempos de inteligencia artificial, currículos del siglo XXI y brechas digitales, a veces olvidamos lo esencial: la educación comienza —y muchas veces termina— en el maestro. La infraestructura importa, sí. La tecnología también. Pero ninguna herramienta sustituye a un ser humano capaz de inspirar, de conectar, de transformar.

Hoy, en Colombia, miles de niños estudian en escuelas donde no hay acceso digno a la conectividad, pero más grave aún, donde no hay maestros preparados para inspirar. Porque no se trata solo de enseñar matemáticas o historia. Se trata de encender una chispa. Y eso no se logra con una norma, ni con una reforma, ni con una plataforma digital. Se logra con un ser humano bien formado, motivado y respaldado.

Esa es, quizás, la brecha más peligrosa que tenemos: la de los docentes que enseñan sin haber tenido la oportunidad de aprender como deberían. La de los profesores que quieren dar más, pero no tienen con qué. Y sí, hay muchas otras barreras: pobreza, abandono estatal, corrupción, violencia. Pero un buen maestro puede hacerle frente a todas, al menos por un rato. Puede cambiarle el rumbo a una vida. En muchos casos, es el único adulto que le dice a un niño que sí puede, que sí vale la pena soñar.

En las escuelas públicas del país, especialmente en zonas rurales, hay miles de maestros que enseñan sin herramientas, sin acompañamiento, sin formación continua. Mientras tanto, los colegios privados —con mejores salarios, tecnología y recursos— siguen educando a las familias con mayores recursos. Así se perpetúa una sociedad partida en dos: la que puede pagar por una educación de calidad, y la que tiene que conformarse con lo que hay. No es justo que el destino de un niño dependa del código postal en el que nació.

Pero no tiene que ser así. Si en vez de seguir parchando un sistema que no funciona, nos enfocáramos en formar maestros con la misma dedicación con la que entrenamos médicos, ingenieros o líderes políticos, podríamos empezar a cambiar esta historia. Invertir en ellos no es un gasto, es una estrategia de país. La formación docente no debería ser vista como un complemento, sino como el núcleo de cualquier política educativa seria.

Existen ejemplos poderosos. Plataformas como ToMi Digital, desarrolladas en Colombia, están capacitando a maestros con tecnologías que funcionan incluso sin internet constante. También hay modelos de formación híbrida, acompañamientos en red, y alianzas público-privadas que pueden llevar innovación pedagógica a los lugares más apartados. Falta voluntad. Falta visión. Falta recordar que un maestro inspirado puede cambiar más vidas que cualquier decreto. Y no solo cambia vidas: cambia comunidades enteras, reduce desigualdades y multiplica oportunidades.

No es una utopía. Es una decisión política. Es una urgencia ética. Y es también un acto de justicia. Porque educar a quien educa es, en última instancia, educarnos a todos.

Mi abuelo murió hace muchos años. Pero su lección sigue viva. Me la dejó a mí, y a los miles de estudiantes que pasaron por su aula. Si él, con nada, se vestía de gala para enseñar, ¿qué estamos esperando nosotros para dignificar a quienes educan hoy?

Colombia no necesita más héroes de capa. Necesita maestros preparados. Y para eso, lo primero que debemos hacer es mirarlos con el respeto que se merecen. Porque al final, quien enseña, también construye país.

Sara Álvarez, Chief Operating Officer & Co-Founder at ESIC Business & Marketing School Medellín.

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