Opinión
Todos tenemos un don, ¿tú ya sabes cuál es el tuyo?
En un mundo acelerado que premia la productividad, en ocasiones es necesario detenerse y mirar hacia adentro para reconocer ese talento natural —ese “don”— que habita en cada persona.

Todos nacemos con un don. No es una frase de cajón. Es una certeza que llega cuando por fin te detienes, te miras de frente y te preguntas: ¿para qué vine a este mundo?
Vivimos en medio de un sistema que no podemos ignorar. Uno que premia la productividad, que exige resultados, que se mueve rápido y no espera a nadie. Pero también vivimos en un mundo con oportunidades nunca antes vistas: tecnologías que amplifican nuestra voz, redes que conectan ideas, inteligencia artificial que acelera procesos. Y es justo allí, entre el espíritu y el algoritmo, donde debemos encontrar nuestro centro.
Existen al menos 12 dones esenciales que todas las personas pueden portar en diferentes combinaciones. Dones que no vienen de afuera, sino que habitan en ti, esperando ser reconocidos, activados y puestos al servicio del mundo. Si por un instante hicieras silencio y entrarás en conciencia sobre cuál es tu don —ese talento profundo que fluye natural en ti— las posibilidades de encontrar lo que tanto anhelas se multiplicarían.
Porque sí, somos seres divinos. Capaces de crear, de transformar, de manifestar. Pero también somos habitantes de un contexto: de un mercado, de una economía, de un ecosistema digital. No vivimos aisladas en una montaña donde todo es amor absoluto; si así fuera, bastaría una cortada para recordarnos que seguimos siendo materia. Es en la integración de ambos mundos donde se encuentra la verdadera magia.
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Hoy quiero presentarte estos 12 dones. No para que escojas uno como en un test de revista, sino para que observes, sientas, reconozcas cuál ha estado contigo desde siempre:
- El don de comunicar: transformar emociones y conocimientos en palabras que llegan al alma.
- El don de crear: imaginar y dar forma a nuevas realidades, ideas o productos.
- El don de sanar: aliviar, sostener, acompañar con empatía y cuidado.
- El don de cuidar: proteger lo valioso, ser refugio, dar estructura.
- El don de inspirar: encender la chispa del propósito en otros.
- El don de conectar: tender puentes entre mundos, personas o saberes.
- El Don de embellecer: ver lo invisible, hacer del mundo un lugar más armonioso.
- El don de percibir: confiar en la intuición, leer entre líneas, sentir lo que no se dice.
- El don de alegrar: elevar la energía, devolver la esperanza, hacer reír.
- El don de guiar: acompañar con sabiduría y firmeza.
- El don de expandir: pensar en grande, multiplicar lo bueno, escalar con propósito.
- El don de transformar: abrazar el cambio, reinventarse, cerrar ciclos con dignidad.
¿Te reconoces en alguno? Bien. Ahora viene lo más importante: potenciarlo, comunicarlo y comercializarlo. Porque sí, tu don también puede ser rentable. No se trata de prostituir el alma, sino de entender que el dinero no es sucio si viene del propósito. El marketing no es vacío si comunica tu verdad. Y la tecnología no es enemiga si la usas con conciencia.
No pelees con las redes sociales, existen. No critiques a los influenciadores: vuélvete uno. Pero uno auténtico. Uno que habla desde lo vivido, que muestra lo que ha recorrido, que no vende algo efímero, vende su experiencia.
Yo, por ejemplo, amo la tecnología. Amo las plataformas, las automatizaciones, las redes. Trabajo con ellas todos los días, desde hace años, y puedo decirte algo con certeza: funcionan. Pero también cultivo mi espíritu. Lo hago para no perderme, para no secarme, para recordar quién soy más allá de la pantalla. Esa es mi práctica diaria: vivir conectada, pero no desconectada de mí.
No vinimos a este mundo solo a sobrevivir, a seguir tendencias o a cumplir metas ajenas. Vinimos a recordar lo que somos, a usarlo con propósito y a dejar una huella real. Y para eso, necesitas encontrar tu don.
Así que te pregunto de nuevo: ¿Tú ya sabes cuál es el tuyo?
María del Socorro González, CEO y accionista de Digitarianos.