Opinión
Rentabilidad con propósito: el nuevo lenguaje de la inversión inmobiliaria
Cada vez más, el éxito de una inversión inmobiliaria no se mide solo en cifras, sino en su capacidad de generar impacto social, ambiental y urbano. Invertir bien hoy significa alinear rentabilidad y propósito desde el comienzo.

Hace unas semanas escribí sobre la presión que enfrentan quienes lideran inversiones en el sector inmobiliario. Hablé del peso que esa presión puede tener sobre las decisiones estratégicas, el bienestar de los equipos y, sobre todo, en la manera en que entendemos el éxito. Hoy quiero continuar esa conversación con una nueva pregunta: ¿para qué estamos generando rentabilidad?
La rentabilidad sigue siendo esencial, pero ya no puede ser el único objetivo. Cada vez más, los inversionistas y el mercado en general valoran proyectos que, además de entregar buenos retornos financieros, generen transformaciones positivas. ¿Cómo impactan el entorno urbano? ¿Qué tanto aportan a las comunidades? ¿Qué lugar le dan al cuidado de los recursos naturales?
Desde mi experiencia gestionando proyectos con enfoque ASG, he visto de primera mano cómo ha cambiado la conversación. Lo que hace unos años sonaba a discurso voluntarista, hoy empieza a convertirse en un estándar, incluso si algunos insisten en que “ya no está de moda”.
Una señal clara de esta evolución es la Resolución 194 de abril de 2025, expedida por el Ministerio de Vivienda, Ciudad y Territorio, que establece nuevos lineamientos para la construcción sostenible en Colombia. A partir de ahora, las nuevas edificaciones deberán cumplir con porcentajes mínimos obligatorios de ahorro en agua y energía, de acuerdo con el tipo de proyecto, el clima y la ubicación. Y no se queda ahí: también se definen mecanismos de seguimiento, certificación y control para asegurar que estas medidas sostenibles, pasivas o activas, se integren realmente al diseño y la ejecución.
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La sostenibilidad deja de ser una buena intención para convertirse en una condición técnica, normativa y estratégica del desarrollo urbano. A esto se suman las iniciativas que viene adelantando la Superintendencia Financiera para fortalecer la trazabilidad del componente ASG en los fondos de inversión.
¿Y qué es eso del ASG?
- A de Ambiental: cómo un proyecto impacta su entorno natural. Uso de energía y agua, manejo de residuos, adaptación al cambio climático.
- S de Social: cómo se relaciona con las personas. ¿Genera empleo? ¿Aporta seguridad y calidad de vida? ¿Fortalece el tejido urbano?
- G de Gobernanza: cómo se toman las decisiones. Aquí se habla de ética, transparencia, cumplimiento normativo y, sobre todo, liderazgo con visión.
Integrar estos criterios no es una moda ni un adorno. Es una decisión estratégica que mejora el perfil de riesgo de los proyectos, abre oportunidades con capital más consciente y fortalece la reputación a largo plazo. Pero para que funcione, debe pensarse desde el inicio. No es algo que pueda “sumarse después” si sobra tiempo o presupuesto. Si no se diseña con propósito, no se va a sostener.
Muchas veces, integrar impacto implica ir más despacio, tomar decisiones menos populares y apostarle al largo plazo en un entorno que celebra lo inmediato. Pero no se trata de idealismo: un proyecto con propósito, bien gestionado, tiene más probabilidades de ser estable, rentable y bien recibido. Y aquí cobra fuerza la G de Gobernanza. Porque si desde la alta dirección no se cree en esto, si el liderazgo no lo incorpora como parte central de la estrategia, todo se queda en el discurso. Como líderes, tenemos la responsabilidad de conectar rentabilidad con propósito, no como una concesión, sino como una convicción.
Así como en la columna anterior hablábamos de cuidar al líder que asume múltiples responsabilidades, hoy quiero detenerme en el sentido de esas responsabilidades. Liderar con propósito no es elegir entre rentabilidad e impacto. Es reconocer que ambas pueden —y deben— coexistir.
Tres claves para liderar inversiones con impacto sin perder el foco financiero:
- Pensar ASG desde el comienzo: Integrarlo desde la estructuración permite anticipar riesgos, crear valor y presentar una propuesta sólida y coherente para todos los actores del proyecto.
- Medir lo que realmente importa: Más allá de los indicadores financieros, necesitamos métricas de impacto: empleos generados, calidad de vida, reducción en el consumo energético, entre otros. Medir permite mejorar y comunicar con verdad.
- Construir equipos que compartan visión: El impacto no depende de una sola persona o área. Cuando todos —desde el financiero hasta el comercial— entienden y comparten el propósito, cada decisión suma.
Estamos en un momento clave para redefinir lo que significa “invertir bien”. Ya no se trata solo de obtener rentabilidad. También se trata de construir algo que valga la pena. Cuando el propósito y la rentabilidad se alinean, no solo se transforman portafolios. Se transforman territorios y formas de hacer ciudad.
Tatiana Caycedo Amado, directora de inversiones de Avenida Capital.