Alto rendimiento
Patricia Urrea, una ejecutiva extrema que nada con tiburones
Comunicadora especializada en mercadeo estratégico, a diario aplica en su trabajo las enseñanzas y las exigencias de los deportes extremos que practica como el buceo y el paracaidismo.

Quiero que mis hijos (de 18 y 20 años) sepan que debemos estar listos para lanzarnos a los retos de la vida, que si somos más seguros nada nos debe dar miedo. Siempre tenemos la capacidad de superar los problemas y lograr los objetivos”. Con estas palabras, Patricia Urrea describe qué la movió a invitarlos a saltar juntos en paracaídas y por qué le gusta tanto nadar entre tiburones.
Por lo menos dos veces al año viaja al mar, en Colombia o en el exterior, para sumergirse en él. Las inmersiones le permiten entrar en una meditación profunda, con su respiración como único mantra.
Esta comunicadora social, especializada en mercadeo estratégico, practica todo tipo de deportes desde la infancia. A los 16 años hacía parte de un equipo de natación y entrenaba tiro con arco. Como ocurrió con las demás disciplinas, fue su padre quien la introdujo en el mundo del submarinismo.
Bajo el agua se ha fortalecido en regulación emocional, seguridad y autocontrol, cualidades que le permiten afrontar situaciones estresantes, como el manejo del oxígeno, las corrientes fuertes y la presencia de los tiburones. Y todo esto se traslada a su rol profesional: “El buceo me ha dado la capacidad de minimizar los riesgos, controlar la tensión y tomar decisiones con cabeza fría sobre la marcha. También me ha permitido desarrollar resiliencia, así como estar en silencio y escuchar a los demás, estar alerta y con actitud de apertura al cambio”.
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Sus 11 años en la Dirección de Comunicaciones de Corferias se convirtieron en una pasión por liderar grandes espacios y eventos de intercambio comercial. Por eso no dudó mucho cuando hace 16 años le ofrecieron el reto de gerenciar Salitre Plaza, uno de los centros comerciales más emblemáticos de Bogotá.
Recuerda la pandemia como uno de los momentos más retadores de su carrera, pues los espacios de encuentro, como el suyo, fueron los más castigados: “A los 15 días del confinamiento ejecutamos acciones rápidas como reducción de personal y de costos. Logramos ser sostenibles, pagar un crédito bancario y recuperarnos. Hoy solo tenemos el 2 por ciento de vacancia (espacios sin alquilar)”, destaca.
Mientras llegan sus esperadas jornadas de encuentro con el océano, o su próximo salto desde un avión, también sirve como voluntaria en una organización que apoya a quienes trabajan en sus patrones de codependencia para tener relaciones más sanas. “No todo puede ser trabajo o estrés. Nuestro propósito debe ser impactar positivamente, lograr mayor paz y dejar huella en todo lo que hacemos”, opina.