Opinión
Maternidad: la mejor escuela de liderazgo empresarial
Ser madre y líder en un entorno laboral desafiante es un reto que requiere habilidades de alta resistencia, pero también puede ser una fuente de inspiración y crecimiento personal.
![Licencia de maternidad- tiempo de bienestar para la mamá y el recién nacido](https://www.semana.com/resizer/v2/6527KX54SBC3HBNBSZASGADRAI.jpg?auth=bf5f357147c7fc3676e8d8fc43c2db9256702a2f846cdb3e84f4c3198d27d1b5&smart=true&quality=75&width=1280&height=720)
Teniendo un rol de visibilidad regional, a menudo me encuentro reflexionando sobre la multifacética realidad de ser madre, esposa, hija, hermana, amiga, empresaria y líder en un entorno laboral que, aunque ha evolucionado, aún desafía ese balance entre los distintos aspectos de nuestras vidas. La experiencia de ser madre en un contexto corporativo me ha enseñado que, más allá de los objetivos y resultados que persiguen las organizaciones, el bienestar de las personas, la calidad de su entorno y la empatía deben ser una prioridad.
Hace poco leía un estudio conducido por Gallup que decía que hasta el 81% de las madres trabajadoras padecen de burnout – un término que, al igual que el de working moms, se pronuncia con aires de anglicismo, pero que en realidad describe un agotamiento profundo.
No sorprende esa estadística cuando se está nadando en un oleaje bien provisto de reuniones, documentos y archivos; citas pediátricas; correos; terapias ocupacionales; alimentación complementaria; tareas escolares; listas de supermercados; y, claro, el eterno combate contra el reloj. Correr para salir a dar la cara en reuniones luego de haber cumplido con un “doble turno” que no culmina al cerrar nuestras computadoras —pues ser madre es un trabajo de tiempo completo— por momentos pareciera una maratón. Y cómo no, si estamos criando a generaciones que necesitan de todo nuestro amor, acompañamiento, guía y presencialidad.
Trabajar y ser madre a la vez, verdaderamente, es un deporte de alta resistencia para el que nadie nos entrenó. Si bien el terreno ya se está viendo abonado por algunas acciones de flexibilidad, la realidad es que todavía estamos en el entretiempo cuando de redefinir las reglas del juego se trata.
Las amas de casa no la tienen más fácil. En este campeonato, jugamos todas por igual. Pero la sociedad sigue empeñada en encasillarnos en equipos diferentes, señalando nuestra técnica a cada paso. La realidad es que todas estamos en el mismo campo, solo que cada una con su propia camiseta puesta, Incluso, me atrevería a decir que no hay condiciones de juego más desagradecidas que las de aquellas amas de casa a quienes no se les reconoce en beneficios económicos asociados a un salario o ingreso acorde al arduo trabajo realizado día a día.
En contraposición, ya fuera de la cancha de los estereotipos, diversos estudios han demostrado que la maternidad es la mejor escuela de liderazgo. Sin duda, no existe un director técnico capaz de enseñarnos a resolver crisis a las 3 de la mañana o a negociar con la voluntad de acero de una niña de cinco años. La resolución de problemas, la gestión del tiempo y la práctica continua de la inteligencia emocional son habilidades para las cuales la maternidad es maestra.
Me gusta pensar que la maternidad me ha convertido en una líder más empática, más humana. No tengo todas las respuestas ni un manual infalible, pero he aprendido a escuchar mejor, a priorizar con más claridad y a entender que el éxito no solo se mide en números. Al final, ese equilibrio entre exigencia y comprensión se refleja en algo tan simple, pero poderoso, como gente más motivada, menos rotación y un ambiente de trabajo donde todos jugamos en equipo.
Hoy me declaro hincha incondicional de todas esas mujeres que, día tras día, salen a correr la extra-milla en un juego diseñado para que criemos como si no trabajáramos y trabajemos como si no criáramos. Hoy le voy a las mamás en todas sus formas, desde todas sus corrientes y modelos de crianza, porque entiendo que todas enfrentamos a un mismo rival: el desgaste, los señalamientos, las expectativas, nuestras limitantes autoimpuestas y el constante deseo de hacer bien las cosas.
Tener una familia no me dejó fuera del juego; al contrario, me dio razones de peso para levantarme, replantear la estrategia y seguir dando la pelea. Yo no seré Messi ni Ronaldo; mi desempeño no estará medido en aplausos ni documentado en titulares, pero de algo estoy segura: algún día seré la inspiración de esa pequeña espectadora que me espera en casa y que, sin saberlo, con cada abrazo me hace barra y me echa porras desde la tribuna más importante: mi hogar.
Por: Janeth Rodríguez, vicepresidente de Revenue Latino America de Infobip Colombia.