Opinión
La revolución de las que caminan juntas
Esta revolución es un movimiento que ya está en marcha, liderado por mujeres que entienden que el futuro no se construye desde la competencia, sino desde la colaboración. Cada paso que damos juntas desmantela prejuicios, rompe techos y abre nuevas rutas para quienes vienen detrás.

¿Por qué competimos entre nosotras? Durante décadas, las mujeres han luchado por conquistar espacios en el ámbito profesional. Y aunque los avances son innegables, aún persisten barreras invisibles que nos dividen. Una de ellas es la competencia entre nosotras. Esta rivalidad no siempre surge de lo personal; muchas veces, es el reflejo de una cultura que nos enseñó que solo hay espacio para una mujer en la cima. Desde temprana edad, se nos ha condicionado a ver a otras mujeres como rivales, no como aliadas. La narrativa dominante nos ha hecho creer que el éxito es limitado, y por lo tanto, escaso. Pero esa percepción está cambiando.
Cuando el liderazgo se convierte en campo de batalla
Las mujeres que alcanzan posiciones de liderazgo a menudo lo hacen enfrentando mayores exigencias, con más obstáculos que sus colegas masculinos. Y cuando por fin logran romper el techo de cristal, frecuentemente se encuentran solas. La presión por mantener ese espacio ganado puede llevarlas a proteger su posición, en lugar de tender la mano a otras. Este fenómeno no es un fracaso individual, sino un síntoma de un sistema que nos empuja a competir. No obstante, cada vez más líderes están desafiando esa lógica, compartiendo experiencias, mentorías y creando redes de apoyo.
La sororidad no es solo un concepto bonito, es un acto de resistencia. Significa reconocerse en la otra, celebrar sus logros como propios y construir espacios donde todas podamos crecer. En muchas empresas, grupos de mujeres están cambiando las reglas del juego. Se reúnen para compartir aprendizajes, impulsan la visibilidad de sus compañeras y promueven un liderazgo más inclusivo. Al hacerlo, desafían siglos de competencia impuesta y abren camino para nuevas generaciones. Este cambio de mentalidad no solo beneficia a las mujeres: las organizaciones también se fortalecen cuando la colaboración sustituye la rivalidad.
Lo más leído
El éxito, entendido como un logro solitario, ya no tiene sentido en un mundo interconectado. Las mujeres están mostrando que trabajar en red es mucho más poderoso. Compartir herramientas, abrir puertas, brindar apoyo emocional y profesional no es una amenaza, sino una oportunidad de transformación colectiva. La verdadera revolución ocurre cuando dejamos de preguntarnos “¿cómo llego yo?” y empezamos a cuestionar “¿a cuántas más puedo llevar conmigo?”. Esa es la diferencia entre el liderazgo tradicional y el liderazgo con perspectiva de género: uno que incluye, que eleva, que multiplica.
Para consolidar este cambio cultural, las organizaciones deben adoptar políticas que incentiven la colaboración y el reconocimiento mutuo. Instituir programas de mentoría cruzada, promover espacios de diálogo y establecer indicadores de sororidad en evaluaciones de desempeño contribuye a cimentar prácticas inclusivas. Asimismo, las mujeres pueden impulsar iniciativas de transferencia de conocimientos, talleres de liderazgo y redes de apoyo que fortalezcan los vínculos profesionales. Al integrar estas acciones en la estrategia corporativa, se fomenta un entorno donde cada triunfo se percibe como un logro colectivo. De esta forma, se convierte en un modelo a imitar e inspira a otras mujeres a sumarse.
Caminar juntas, avanzar todas
La revolución de las que caminan juntas no es una fantasía idealista. Es un movimiento que ya está en marcha, liderado por mujeres que entienden que el futuro no se construye desde la competencia, sino desde la colaboración. Cada paso que damos juntas desmantela prejuicios, rompe techos y abre nuevas rutas para quienes vienen detrás. El desafío es grande, pero también lo es nuestra fuerza. Ya no estamos solas. Estamos juntas, y eso lo cambia todo.
Finalmente, les extiendo la invitación para iniciar la revolución de las mujeres que caminan juntas.
Yazmín Lombana Romero, gerente de Titán Plaza Centro Comercial y Empresarial