Opinión

La inteligencia espiritual para el liderazgo

La inteligencia espiritual, entendida como la capacidad de actuar con compasión, sabiduría y propósito, se posiciona como un pilar esencial del liderazgo auténtico. Más allá de la religión, invita a vivir con coherencia, gestionar emociones y trascender las dificultades, generando bienestar e impacto positivo en la sociedad.

25 de abril de 2025, 1:02 p. m.
La antigua práctica del dhikr en la tradición islámica ha dado lugar a un poderoso mantra árabe que, al ser repetido con devoción, promete atraer el dinero y la prosperidad a la vida del practicante.
La espiritualidad nos invita a ser coherentes entre el ser y el hacer, a superar nuestras propias limitaciones, a gestionar nuestras emociones, a practicar la empatía y la compasión de manera cotidiana. | Foto: Getty Images

Hacía falta en la ecuación del liderazgo el factor espiritual, un tema que, para muchas organizaciones, sigue siendo un estigma o un tabú, debido a la confusión frecuente entre espiritualidad, creencias y religión.

La inteligencia espiritual (SQ), definida por Cindy Wigglesworth como “la habilidad de actuar con compasión y sabiduría frente a cualquier situación”, va más allá de las religiones que profesamos o que nos inculcaron en la infancia como parte de nuestro programa de vida.

Para mí, se relaciona con la fe y con esa conexión con lo divino que nos transmite paz, tranquilidad y una esperanza profunda. Es un vínculo fuerte con ese ser superior —en mi caso, con Dios— que genera una sensación de plenitud y entusiasmo, incluso ante las adversidades.

Entiendo este componente espiritual como la expresión del ser en su totalidad, una conciencia plena de quiénes somos y de lo que hacemos para convertirnos en nuestra mejor versión y dejar huella en cada experiencia y en cada persona que se cruza en nuestro camino. Es una tercera vía para avanzar hacia la trascendencia, ya sea en la sociedad, en el entorno, en la familia o en las organizaciones.

La espiritualidad nos invita a ser coherentes entre el ser y el hacer, a superar nuestras propias limitaciones, a gestionar nuestras emociones, a practicar la empatía y la compasión de manera cotidiana. Exige una expansión de la conciencia: reconocer lo que somos, aceptar con amor nuestra naturaleza, integrar nuestro ser, nuestro yo y nuestro ego; no juzgar a los demás y evitar construir percepciones erróneas o injustas.

La inteligencia espiritual (SQ) es una forma superior de inteligencia, que integra y trasciende tanto la inteligencia emocional como la cognitiva. Se nutre de ambas para abrir un camino basado en la experiencia, el aprendizaje continuo, el autoconocimiento, el crecimiento en los niveles de conciencia, la aceptación y, también, las crisis.

Ese amor por la vida, esa actitud optimista y ese bienestar que se percibe en algunos seres humanos, son manifestaciones de una alta inteligencia espiritual.

La inteligencia espiritual nos ayuda a navegar entornos complejos, reduce la ansiedad y, frente a la incertidumbre, nos conecta desde el “ser” para el hacer. El psicólogo Robert Emmons, de la Universidad de California, identificó cuatro componentes clave de la inteligencia espiritual como una habilidad necesaria para el liderazgo:

  1. La capacidad de trascender lo físico y lo material.

  1. La habilidad para utilizar recursos espirituales en la solución de problemas.

  1. La capacidad de experimentar estados elevados de conciencia.

  1. La capacidad de inspirarse en visiones y valores.

Por su parte, Davis-Lockwood caracterizó esta inteligencia como aquella que nos da valor en momentos de dolor, nos ayuda a trascender el sufrimiento, y nos permite visionar el futuro con optimismo y coraje. También la describe como la renuncia consciente a causar daño, la voluntad de cumplir un propósito que aporte a la sociedad, y la conciencia elevada del ser.

Cabe aclarar que tener inteligencia espiritual no implica necesariamente ser religioso. Una persona agnóstica o atea puede tener un alto desarrollo de esta inteligencia. En mi caso, como creyente en Dios, este concepto ha sido especialmente valioso para acompañar a mis clientes y a quienes confían en nosotros, en sus procesos de transformación, sea cual sea el camino que elijan. Porque cuando ejercemos esta inteligencia, practicamos valores que nos ayudan a asumir la vida con responsabilidad, menos egoísmo y mayor compromiso social.

Así, la SQ puede entenderse como la capacidad de vivir con coherencia, de actuar con autenticidad, de no mentir, de servir a otros, y de recibir con gratitud lo que la vida nos da a manos llenas. Una actitud esencial en cualquier líder que influye en los demás.

Estoy convencida de que cuando integramos esta conciencia superior y espiritual al ejercicio del liderazgo —basada en la compasión, la humildad y otras virtudes—, los resultados se traducen en productividad, bienestar, satisfacción, motivación, alineación con un propósito y, sobre todo, en un impacto positivo para la sociedad.

María Reina, CEO de María Reina Consultores y aprendiz permanente.

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