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El valor de las emociones en la era de la IA

A medida que la inteligencia artificial transforma industrias, surge la preocupación sobre la pérdida de la humanidad en nuestras interacciones. La incapacidad de la IA para comprender emociones plantea riesgos de deshumanización, subrayando la necesidad de mantener la empatía en la era digital.

Juliana Pulecio
3 de octubre de 2024
Colombia hace parte de esa tendencia mundial que hace crecer las economías y que impacta directamente la manera como el mundo se desarrolla.

Foto Diana Rey Melo
Cuanto más avanza la IA, más clara se vuelve la diferencia entre lo que una máquina puede hacer y lo que los humanos aportamos. Foto: Diana Rey Melo | Foto: Foto: Diana Rey Melo

En un mundo donde la inteligencia artificial (IA) está cada vez más presente, es fácil olvidar lo que realmente nos hace humanos: nuestras emociones. Si alguna vez vieron la película de Disney Intensamente (Inside Out), recordarán cómo cada emoción – alegría, tristeza, miedo, enojo y desagrado – juega un papel fundamental en la toma de decisiones y en la forma en que vivimos nuestras experiencias. Ahora bien, ¿qué pasaría si las emociones estuvieran controladas por una máquina que no las puede sentir?

La IA ha revolucionado nuestras vidas, transformando industrias, desde la atención médica hasta el marketing. Tomemos como ejemplo a ChatGPT, un modelo de IA que, en solo dos años, ha transformado la forma en que interactuamos con la tecnología. Hoy, esta herramienta ayuda a redactar artículos, resolver problemas complejos e incluso mantener conversaciones personalizadas con usuarios de todo el mundo. La IA es capaz de responder preguntas y predecir necesidades con precisión, pero ¿puede realmente entender lo que sentimos cuando nos comunicamos con ella?

La inteligencia artificial se convierte de manera exponencial en una de las principales herramientas de productividad y de desarrollo organizacional.
La inteligencia artificial nunca podrá llegar a experimentar sentimientos humanos. | Foto: Getty Images

El desafío aquí es evidente: cuanto más avanza la IA, más clara se vuelve la diferencia entre lo que una máquina puede hacer y lo que los humanos aportamos. La inteligencia emocional, algo que en Intensamente se muestra como esencial para el desarrollo de la protagonista, es un campo que las máquinas no pueden replicar. En nuestro esfuerzo por dominar “prompts” y automatizar procesos, corremos el riesgo de deshumanizarnos, olvidando que la empatía y la conexión genuina son el verdadero valor añadido en nuestras interacciones.

Sin embargo, no debemos perder de vista las maravillas que la tecnología puede ofrecer. Los avances en IA tienen el potencial de revolucionar nuestra forma de vivir, permitiéndonos enfrentar desafíos complejos, desde el cambio climático hasta el descubrimiento de nuevas enfermedades. La IA puede ayudarnos a innovar en la educación, optimizar la atención médica y transformar el transporte, creando un futuro más eficiente y accesible para todos. Pero a medida que disfrutamos de estos avances, es nuestra responsabilidad asegurarnos de que no convirtamos la IA en un sistema monótono que nos aleje de nuestras sensaciones y emociones. Es fundamental que recordemos que, detrás de cada interacción tecnológica, hay seres humanos con sentimientos y experiencias que deben ser valorados.

Grupo de personas con diferentes rasgos físicos.
Se debe recordar que detrás de la tecnología aún existen personas con sentimientos. | Foto: Getty Images

Si bien hay preocupaciones legítimas sobre el potencial de la IA para reemplazar ciertos puestos de trabajo, su verdadera fuerza radica en optimizar procesos. Es así, que la tecnología creará nuevas necesidades y generará puestos de trabajo que hoy no existen. Sin embargo, el problema surge cuando nuestro relacionamiento depende exclusivamente de la IA. Las marcas, en su afán por innovar, a veces olvidan la importancia de conectar emocionalmente con sus audiencias.

Una industria que ha sabido lograr el equilibrio entre tecnología y humanidad es la aviación. Décadas de evolución y avances tecnológicos han transformado este sector, pero aun así, la parte humana sigue siendo relevante para su operación. Controladores aéreos, tripulaciones y personal en tierra son esenciales para garantizar la seguridad y la eficiencia. Aunque gran parte de los sistemas de aviación están automatizados, ¿cuántas personas estarían dispuestas a subirse a un vuelo completamente no tripulado, donde su seguridad dependiera al 100% de las máquinas y la tecnología? Es precisamente esta combinación de tecnología avanzada y la intervención humana la que permite que la aviación mantenga su confiabilidad.

Lo interesante es que la IA también ha transformado nuestro día a día de maneras más sencillas. Con un solo clic, podemos recrear fotografías de época de manera perfecta, hacer traducciones simultáneas de cualquier conversación en segundos, o incluso ver películas dobladas al instante, con un movimiento de labios sincronizado perfectamente gracias a la IA. Todo esto, en cuestión de segundos, es asombroso. Pero al mismo tiempo, nos empuja a reflexionar: ¿dónde queda la emoción que surge al tomar una foto con un proceso manual? ¿Qué pasa con la experiencia humana en una conversación entre personas que hablan diferentes idiomas?

Es importante recordar que la IA es una tecnología joven. En poco más de una década, hemos visto avances que no habríamos imaginado. Sin embargo, aún no puede sustituir la calidez de una interacción humana, el matiz de una conversación cargada de emociones ni la empatía que se necesita en muchas situaciones.

Los humanos deben aprender a manejar la IA en todas sus formas.
Los humanos deben aprender a manejar la IA en todas sus formas. | Foto: Getty Images

Entonces, al pensar en cómo la IA está moldeando nuestro presente y futuro, surge una pregunta fundamental: ¿Qué más estamos perdiendo como humanidad con la continua evolución tecnológica? Porque al final del día, no importa cuánto avance la tecnología, solo nos conectamos verdaderamente a través de lo que sentimos.

Por: Juliana Pulecio, Directora global de Relaciones Públicas de Rappi

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