Opinión

El poder del cambio: cuando soltar el miedo abre nuevas puertas

El cambio nos descoloca, pero también nos da alas. Deja de ser una amenaza y se convierte en impulso transformador cuando aprendemos a caminar con el miedo, no a negarlo. Solo así descubrimos que cambiar también es crecer.

Maguie Cangueiro
13 de junio de 2025, 6:59 p. m.
Si vemos el cambio como una puerta abierta, todo se transforma.
Si vemos el cambio como una puerta abierta, todo se transforma. | Foto: 123RF

Hay una fuerza que mueve la vida de manera constante, aunque a veces nos cueste aceptarla: el cambio. Está en lo cotidiano y en lo extraordinario. En una nueva etapa profesional, en una decisión personal, en una mudanza, en una elección inesperada. Lo cierto es que nada se transforma sin cambiar. Y, sin embargo, cambiar nos asusta.

Ese miedo tiene sentido: Nos aleja de lo conocido, de lo que controlamos, y nos deja frente a lo incierto. Pero también nos pone cara a cara con algo profundamente humano: la capacidad de adaptarnos, de aprender, de reconstruirnos. Y ahí es donde vive la oportunidad.

A lo largo de mi vida he vivido cambios grandes y pequeños. Y en todos he sentido esa mezcla de incertidumbre y posibilidad. Aprendí que el miedo no se elimina: se gestiona. Se mira de frente, se comprende, y luego, se suelta.

Porque cuando dejamos de ver el cambio como amenaza y empezamos a verlo como una puerta abierta, todo se transforma. Dejar un trabajo, iniciar un proyecto, mudarse, decir que no, decir que sí… Cada decisión es una posibilidad de crecimiento. Incluso cuando el resultado no es el esperado.

El cambio nos exige estar presentes. Nos obliga a decidir, a priorizar, a elegir qué conservar y qué dejar ir. Es un acto de introspección, pero también una chispa de renovación.

Con el tiempo, he identificado tres actitudes que hacen la diferencia cuando enfrentamos momentos de transformación:

La primera es la apertura. Estar dispuestos a mirar con otros ojos, a no exigir certezas inmediatas y a permitirnos explorar sin tener todas las respuestas. Cambiar sin flexibilidad puede ser muy complejo, pero hacerlo con apertura libera y abre caminos que no teníamos contemplados.

La segunda es la confianza. No tanto en lo que viene -porque siempre habrá incertidumbre-, sino en nuestra capacidad de transitar lo que venga. En nuestros recursos internos, en nuestra propia historia y en lo que ya hemos superado, el cambio nos pone a prueba, pero también nos revela fortalezas que ni sabíamos que teníamos.

La tercera es el propósito. Tener claro para qué estamos haciendo ese cambio. A veces no lo sabemos desde el inicio, y está bien. El propósito también se descubre en el trayecto. No es una meta lejana, es una brújula en movimiento que nos da dirección cuando todo lo demás parece girar.

Cambiar no es fracasar, o rendirse. Cambiar es evolucionar. Es tener la valentía de decir: “esto ya no me representa”, “esto sí quiero intentarlo”, “esto ya no soy yo”. Y antes que una debilidad, es una fortaleza que nos ayuda a crecer.

Hoy miro hacia atrás y veo cada uno de los momentos en que me atreví a cambiar. Algunos por elección, otros por necesidad. Ninguno fue fácil. Pero todos me empujaron a una versión más auténtica y flexible de mí misma.

No hay crecimiento sin cambio. No hay futuro sin transformación. Y no hay transformación sin un poco de miedo. Pero si al miedo le damos la mano, en lugar de dejar que nos frene, entonces el cambio se convierte en lo que realmente es: una oportunidad de empezar de nuevo: más sabios, más valientes, más nosotros mismos.

Maguie Cangueiro, Head de la Unidad de Vacunas de Sanofi para la Región Andina, Centroamérica y el Caribe.