Opinión
Educación popular: superar el modelo pedagógico para apostar por la justicia social
Educar desde la realidad de los estudiantes para conectar con las problemáticas que enfrentan en sus contextos contribuye a formar ciudadanos críticos al potencializar sus capacidades e invitarlos a ser agentes de cambio de sus propias vidas.
El impacto de la educación en las poblaciones de bajos recursos no puede subestimarse. Un niño o joven que accede a una educación pertinente y de calidad no solo mejora sus oportunidades de empleo, sino que también adquiere herramientas para comprender y transformar su entorno.
Es así como surge la educación popular, una corriente pedagógica que forma desde la realidad concreta de los estudiantes en sus propios contextos. Es decir, además de entregar conocimientos, se abordan problemáticas como la violencia, la informalidad laboral o la falta de acceso a la tecnología, especialmente en comunidades que han sido históricamente excluidas.
Este modelo es la columna vertebral de la enseñanza en la Fundación Fe y Alegría en la formación de los centros educativos, la creación de los contenidos pedagógicos y la diferencias iniciativas para que los niños, niñas y jóvenes se desarrollen como ciudadanos críticos y comprometidos para incitarlos a ser agentes de cambio de sus propias vidas y entornos.
Invertir en educación es semilla de desarrollo
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Un país que prioriza la formación de su gente no solo reduce la pobreza: construye democracias más sólidas, siembra innovación y abre caminos para una paz duradera. La historia lo confirma: las naciones que han superado brechas sociales y económicas comparten un mismo cimiento, un sistema educativo inclusivo y de calidad, capaz de convertir derechos teóricos en oportunidades reales.
Sin embargo, para millones de personas en situación de vulnerabilidad, la educación sigue siendo un privilegio esquivo. En sociedades fracturadas por la desigualdad, el acceso al conocimiento formal muchas veces reproduce las mismas exclusiones que debería erradicar. La educación popular ha emergido como un faro de esperanza al brindar herramientas para que quienes han sido históricamente marginados puedan romper el ciclo de pobreza y construir un futuro con mayor dignidad.
La educación no es solo una herramienta de aprendizaje, sino un acto de resistencia y transformación. Es la vía por la cual miles de colombianos han logrado superar la exclusión y construir nuevas oportunidades para sus familias y comunidades. Sin duda, soy fiel creyente de que la educación es el arma más poderosa para cambiar vidas. Pero no podemos hacerlo solos, es hora de que todos nos unamos en una apuesta decidida por una educación verdaderamente incluyente y accesible para todos.
Cuando se invierte en educación, y bajo el modelo de Educación popular, se apuesta por la participación de las comunidades, el reconocimiento y la valoración de los saberes propios, la defensa de los derechos humanos y el impulso a la inclusión y la interculturalidad al promover la capacidad de transformación de las personas más desfavorecidas, que necesitan un punto de apoyo para moverse en el mundo y convertir las adversidades en oportunidades.
Por lo tanto, la educación popular no es solo un modelo pedagógico, sino una apuesta por la justicia social. Cada ciudadano puede ser un actor para la construcción de paz y la ciudadanía al contribuir con la movilidad social, la equidad y la vida digna; el respeto a los derechos humanos, la libertad de expresión y la diversidad, porque es reconociendo y validando el contexto de los otros donde nacen los cambios profundos que construyen un futuro mejor para todos.
Alejandra Paredes Goicochea, directora de Sostenibilidad de Fe y Alegría