Opinión
De los limones a la limonada: Cómo manejar los momentos difíciles del liderazgo
Todos hemos tenido esos días en los que nos cuestionamos por qué hacemos lo que hacemos. Y aunque podría resultar tentador hablar sobre inteligencia emocional, prefiero ir más allá del cliché y enfocarme en el aprendizaje que surge en esos momentos.

Hace poco viví tres semanas particularmente difíciles. Las conté, sí. Durante ese tiempo, me preguntaba constantemente: ¿Por qué está pasando esto si he dado todo de mí? ¿Por qué siento que los resultados no reflejan mi esfuerzo? La realidad es que, en el liderazgo, esos días malos llegan para recordarnos que no siempre estamos en control. Y quizás, para algunos líderes, la sensación de control puede convertirse en una zona de confort disfrazada.
La salida inesperada de personas del equipo, las conversaciones difíciles o los vaivenes políticos en una organización pueden sacudirnos. Pero es allí donde el liderazgo realmente se pone a prueba. Según un estudio sobre el estrés de la American Psychological Association: “El estrés no controlado puede dar lugar a manifestaciones de emociones negativas, como la ira y la irritabilidad, que pueden reducir la confianza entre los líderes”. Existen líderes que evidencian este tipo de emociones y otros que las esconden.
Según el psicólogo Martin Seligman, conocido como el padre del optimismo, uno de los principales rasgos de los líderes efectivos es mantener la actitud positiva. Sin embargo, ese optimismo también puede convertirse en un velo que nos impide ver la realidad tal como es.
Y aquí es donde surge la paradoja: creer que todo está bien solo porque queremos verlo de esa manera. Los líderes debemos ajustar constantemente nuestro termómetro emocional, conectarnos con aliados que nos ayuden a identificar la realidad sin filtros y aceptar que no siempre tenemos todas las respuestas.
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Entonces, ¿qué hacer cuando los días malos llegan?,¿cómo transformar esos limones en limonada?
1. Haz pausas y desconéctate:
En esos días en los que la mente parece un huracán de pensamientos, es fundamental detenerse. Camina, respira, sal al sol. Las pausas no son un lujo, son una necesidad para recargar la mente y evitar respuestas reactivas.
2. Rodéate de personas que te hagan bien:
Puede sonar obvio, pero es fácil caer en la trampa de mostrarse fuerte y callar lo que realmente estamos sintiendo. Atrévete a verbalizar lo que estás viviendo con personas de confianza. Como líder, pedir ayuda no es una señal de debilidad: es un acto de humanidad.
3. Afina tu percepción y tu olfato:
En días difíciles, la vulnerabilidad puede llevarnos a reaccionar de forma impulsiva. Antes de responder, respira. Antes de tomar decisiones, observa. Y sobre todo, identifica a las personas que puedan intentar sacar provecho de tu momento de debilidad.
4. Repite el mantra: “Esto también pasará”:
Nada es permanente. Ni el éxito ni los días grises. Los días malos pueden ser maestros encubiertos, oportunidades para desarrollar nuevas habilidades, aprender de los errores y fortalecer el carácter. Acepta el malestar, pero no te quedes estancado en él.
5. Evalúa si estás en el lugar correcto:
Si los días malos se convierten en semanas, meses o incluso años, tal vez sea momento de hacer una pausa y preguntarte: ¿Aún creo en el propósito de lo que hago? Si la respuesta es sí, sigue adelante con la convicción de que el aprendizaje viene en dosis ácidas y dulces, como la limonada. Pero si la respuesta es no, quizás sea el momento de replantear el rumbo.
Al final, la receta para transformar los limones en limonada está en encontrar el equilibrio entre lo ácido y lo dulce, añadiendo la cantidad justa de agua —transparencia y neutralidad— para entender qué queremos realmente y hacia dónde queremos ir.
Por Juliana Posada Cardona, Head of Communications Oracle Latin America