Desarrollo económico y social
Karem Labrador Araújo: construir país desde lo local
Su misión es impulsar el desarrollo de los territorios mediante la formación, la evaluación y el reconocimiento de alcaldes y gobernadores. Gobernar es cuidar, dice.

Esta barranquillera apasionada por el servicio público ha dedicado buena parte de su carrera a potenciar el liderazgo en los municipios y departamentos de Colombia, un país que sigue enfrentando profundas desigualdades sociales y territoriales.
Desde su fundación, hace casi 20 años, dirige la asociación Colombia Líder, una organización que forma, evalúa y celebra la labor de alcaldes y gobernadores mediante iniciativas como la Escuela de Gobernantes y una entrega de premios.
Con estos ha reconocido la gestión integral de los mandatarios en temas como la inclusión social, la seguridad vial y los territorios sostenibles. Más que simples premios, son estrategias para impulsar cambios en las comunidades y visibilizar lo que antes era invisible.
“Lo que no se mide no existe, y lo que no se cuenta tampoco. Siempre hablamos de lo malo. Aquí visibilizamos las cosas buenas porque, si seguimos mostrando solo lo malo, nadie bueno va a querer llegar a lo público. Y lo público debe tener el mejor talento humano”, subraya.
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Tiene claro que para los mandatarios es clave mostrar sus experiencias significativas, y sabe que eso también puede ser una herramienta para exigirles un mayor compromiso con lo público. E insiste en la importancia de los datos para tomar decisiones y en la imperiosa necesidad de convertir los programas de gobierno en planes de desarrollo y, finalmente, en realidades tangibles.
En la Universidad Externado se formó en Finanzas y Relaciones Internacionales y en Cooperación Internacional, y tiene una maestría en Gobierno y Políticas Públicas del mismo centro de estudios, en alianza con Columbia University. Para ella, gobernar es inspirar y transformar realidades silenciadas por décadas.
Su camino profesional comenzó en el Fondo de Ventas Populares de la Alcaldía de Bogotá. Y luego desde el Idipron se encontró de frente con las realidades de jóvenes pandilleros y habitantes de calle. Esa experiencia la marcó profundamente. Entendió que las cifras y los planes no tienen sentido sin un rostro humano detrás, y confirmó que su propósito de vida era conectar para hacer posible esas transformaciones que beneficien a los ciudadanos de los diferentes territorios.
Desde entonces ha aprendido a moverse entre callejones olvidados y despachos de alcaldías y gobernaciones, con una sensibilidad que no renuncia al rigor. Ha sido gestora, negociadora, escritora, formadora y constructora de paz.
Su trayectoria recuerda que es posible otra forma de liderazgo. Uno que se ejerce desde el servicio, que inspira y transforma con capacidad de escucha, voluntad de aprendizaje y compromiso con la inclusión.