Semana Sostenible
Renovar la energía, transformar el país: así se mueve la transición en Colombia
El país está en un momento crucial para poder avanzar hacia una matriz energética más limpia. Su transformación no depende solo de la tecnología: requiere coordinación, inversión y participación. En ese camino, el sistema financiero está llamado a jugar un nuevo rol.
Colombia tiene una de las matrices eléctricas más limpias del mundo. El 68% de su capacidad instalada proviene de fuentes renovables, principalmente hidroeléctricas. Además, se han conectado más de 1.900 megavatios de energía solar al Sistema Interconectado Nacional y se proyectan 18 GW en desarrollo, lo que refleja un crecimiento significativo en capacidad fotovoltaica.
Hay retos urgentes. Alrededor de 1,8 gigavatios permanecen detenidos por trámites, licencias o conflictos sociales. La alta dependencia del recurso hídrico representa un riesgo en contextos de escasez, como el que vivió el país en 2024. Y aún hoy, en regiones no interconectadas, miles de familias siguen cocinando con leña o usando diésel para iluminar sus hogares. En esos casos, la transición energética no es solo una meta climática: es una urgencia social.
En paralelo, el país se ha propuesto metas ambiciosas: reducir en 51% sus emisiones de gases de efecto invernadero para 2030, alcanzar la carbono neutralidad en 2050 y lograr que entre el 40% y 70% del consumo energético provenga de fuentes limpias en ese mismo horizonte. Sin embargo, cumplirlas requiere más que voluntad técnica: necesita financiación estable, regulación coherente y alianzas duraderas.
El cierre financiero: una barrera que exige nuevas soluciones
Uno de los cuellos de botella más críticos está en las necesidades de financiación. Según el Departamento Nacional de Planeación (DNP), Colombia debería invertir entre $8,8 y $14,2 billones anuales para cumplir sus metas de mitigación climática, y otros $10 billones para adaptación. En este contexto, el sistema financiero no puede quedarse al margen.
Como explica Alexandra Hernández, directora ejecutiva de SER Colombia, “muchos proyectos se frenan no porque no tengan sentido, sino porque no logran llegar a la etapa financiera”. Para superarlo, se han impulsado modelos como los proyectos tipo sombrilla, que agrupan iniciativas más pequeñas para reducir el riesgo, o esquemas de garantías compartidas. Pero aún así, se necesita algo más: entidades financieras dispuestas a participar desde el diseño de los proyectos, a comprender los territorios y a construir confianza.

En ese sentido, algunas entidades han comenzado a asumir un rol más activo. Es el caso de Davivienda, que ha conformado una de las carteras sostenibles más grandes del país: $27,3 billones al cierre de marzo de 2025, lo que representa el 18,8% de su cartera total.
Dentro de esa estrategia, la financiación sostenible al sector energético ocupa un lugar central. Logrando que más de 350 proyectos financiados hayan evitado la emisión de cerca de 889.000 toneladas de CO₂ al año, lo que equivale a lo que absorberían 35 millones de árboles maduros.
Y lo más relevante: el acompañamiento no empieza ni termina con el desembolso, “Hoy los bancos estamos presentes no solo en la financiación. Acompañamos desde el diseño de los proyectos, aportando soluciones técnicas y estructurales para que se materialicen”, explica Andrés Restrepo, director de Finanzas Estructuradas de Davivienda.
Esto se refleja en casos como la planta solar de 10,9 MWp financiada junto a GreenYellow en Cundinamarca, así como en proyectos de eficiencia energética en edificios e industrias. Incluso se han desarrollado estrategias de trabajo con sectores intensivos en carbono (como el cemento o el gas) para apoyar su transición a modelos más sostenibles.
No es solo cuestión de energía: una transformación estructural
La transición energética en Colombia no puede reducirse a una cuestión técnica ni financiera. Es una transformación sistémica que necesita una visión de largo plazo, impacto real en los territorios y la participación activa de todos los actores.
En ese escenario, el sistema financiero puede ser mucho más que un prestamista. Puede convertirse en catalizador, articulador y socio estratégico de la transformación productiva que el país necesita.
Como señala Alejandra Díaz, Directora de Sostenibilidad de Davivienda, “la transición hacia una economía baja en carbono y positiva con la naturaleza no es solo un reto ambiental, es también una oportunidad para construir un país más próspero, incluyente y verde. Y para lograrlo, se necesitan aliados que, además de financiamiento, aporten al fortalecimiento de capacidades y a la construcción colectiva de soluciones innovadoras”.
Colombia ya tiene las metas. Tiene los proyectos. Lo que necesita ahora es sumar a más aliados que ayuden a convertir la transición energética en una oportunidad compartida para el desarrollo y la competitividad del país y la región.
*Contenido institucional.