Economía
Las presiones del ‘corrientazo’ a la inflación. Juan Daniel Oviedo explica por qué puede producir una hora amarga a consumidores
Estas comidas fuera del hogar pegaron sus incrementos al aumento del salario mínimo y no al de la inflación.
El exdirector de Dane dice que hay un presidente “que tiene claro que sus votantes, sobre todo los del Caribe, están esperando que él sea Robin Hood del servicio de energía eléctrica”.
SEMANA: ¿Qué va a ver la gente en enero?
JUAN DANIEL OVIEDO (JDO): Cuando uno analiza el 5,2 % de inflación de 2024, por primera vez empieza a parecer al proceso inflacionario de antes de la pandemia. Salieron esos alimentos que fueron protagónicos en la inflación de 2022 -el arroz, la yuca, los huevos-, por ejemplo, pero genera un desafío: si bien Colombia logró reducir la inflación a la mitad entre 2023 y 2024, cuando vemos lo que está explicando la inflación, se ven las contribuciones y el 53 %, es decir la mitad, está concentrado en arrendamientos, en el ‘corrientazo’, en transporte urbano y en la gasolina.
SEMANA: Entonces, ¿qué va a pasar con la inflación en 2025?
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JDO: Por el lado de arriendos, sí o sí, se va a reducir la presión inflacionaria, porque los arrendamientos residenciales por ley están indexados a la variación del IPC del año anterior. Entonces, en 2024 vimos los arriendos moverse tomando como base el 9,23% de la inflación de 2023. En 2025, los cánones de arrendamiento residencial se van a indexar con un tope del 5,2 %. Así, la inflación va a tener un buen comportamiento porque, si el arrendamiento es el protagonista que la está causando, va a tener menor presión y, por consiguiente, desde el punto de vista de nivel de la inflación, converger al 3 % va a ser fácil.
SEMANA: Gasolina…
JDO: Percibo que va a ser muy difícil que nos movamos más de lo que se dio la pela el Gobierno nacional, de generar una inflación cercana al 67 % en la gasolina para ajustar el tema del Fondo de Estabilización de Precios del Combustible. Seguramente, habrá incrementos en el ACPM, pero el ACPM tiene un peso bajo dentro de la medición de la inflación en el componente de combustibles, porque el ACPM es norma, llamémoslo así, para el transporte de carga.
Entonces, el ACPM va a generar presiones inflacionarias indirectamente, posiblemente a través de los fletes sobre los alimentos. Pero yo sospecho que de gasolina, el Gobierno no se va a mover.
Además, espero que el presidente sea lo suficientemente sensato para entender que, si la gasolina es protagonista en la inflación 2024, si no la mueve, él va a tener la palanca para contribuir a que se reduzca la inflación, porque la gasolina no tendría presión inflacionaria este año.
SEMANA: Transporte urbano…
JDO: Cuando ve la secuencia histórica, Bogotá es el único que está lejos del IPC y está más cerca, aunque por debajo, del salario mínimo, pero es por la naturaleza del déficit que tiene Bogotá en su Fondo de Estabilización Tarifaria y porque el alcalde Galán, también en 2024, no quiso ajustar las tarifas.
Entonces, en 2024, desde un punto de vista de reputación político, lo único que hizo fue nivelar la tarifa del Zonal con el Troncal en 2.950 pesos. Pero desde 2023, los estudios del Marco Fiscal de Mediano Plazo para Bogotá decían que el SITP tenía que subir. Es decir, desde 2023 se estimaba que el SITP subiera 3.100 pesos, es decir, para el año pasado. Pero él, políticamente, lo que hizo fue nivelar el Zonal, que estaba en 2.750, a 2.950.
SEMANA: Y llegamos al ‘corrientazo’…
JDO: El único elemento en el que vamos a tener una dificultad es con el ‘corrientazo’, que está teniendo una presión muy fuerte. Casi dos terceras partes de la canasta de bienes y servicios que se miden para la inflación son servicios, y los servicios tienen una propensión muy importante a moverse más en función del salario mínimo. La peluquería, la guardería, la educación se mueven mucho con el salario mínimo, por ejemplo, en el caso de la educación es el estándar.
Entonces, vamos a ver los servicios, llamémoslos caprichosos. Ya en 2024 fue la caída rapidísima de la inflación general, pero la inflación de servicios está frenada porque se mueve más con el salario mínimo, y ese es el costo que vamos a pagar de haber estado tan lejos en el incremento del salario mínimo en comparación con el aumento de la inflación.
SEMANA: ¿Qué está pasando con el ‘corrientazo’?
JDO: Los sitios de comida servida en la mesa se enfrentan a dos cosas. Una es que sus arriendos no están indexados a un contrato residencial; el arriendo de los locales comerciales se está moviendo muchísimo más rápido que la inflación, porque está liberado, no está regulado por ley.
Hay que reconocer que en 2024 hubo una jugada de compensación del lucro cesante de casi año y medio de pandemia. Y, sobre todo, muchas personas que trabajan en restaurantes y comidas rápidas se están enfrentando a que hay una tendencia: muchos propietarios están pidiendo los locales para rentarlos aún más caros, porque están tratando de compensar lo que no pudieron ganar en la pandemia.
La función de costos de estos establecimientos de comida es muy básica. Ellos dicen: “Si le voy a pagar a la señora de la cocina, entonces tengo la justificación, llamémosla ética, de subir el salario mínimo [al corrientazo]”. Consideran que su producto tiene que aumentar el salario mínimo porque la gente debe entender que el mesero, la cocinera, se ganan el salario mínimo. Entonces, el ‘corrientazo’ se pegó indirectamente a la indexación del salario mínimo, porque la gente ya entendió que, desde Duque, hemos tenido gobiernos muy generosos con el incremento del salario mínimo.
Desde Duque, el salario mínimo constantemente crecía 6 % o 7 %, cuando la inflación estaba al 3 %, es decir, casi al doble. Con el presidente Petro, también ha sido la misma práctica. Entonces, el problema del ‘corrientazo’ es que tiene el componente de arriendos, el componente de salario mínimo y un componente psicológico.
En 2016, además, con el paro camionero, la inflación de alimentos fue muy fuerte, aunque se corrigió rápidamente, incluso con variaciones negativas para que los precios de los alimentos no quedaran distorsionados. Pero nunca tuvimos inflaciones negativas lo suficientemente fuertes para que los precios de los alimentos se corrigieran. Incluso aunque el huevo apareció aportando puntos negativos a la inflación del 5,2 %, sigue estando por las nubes, en comparación con lo que teníamos antes de la pandemia.
SEMANA: ¿Cuáles son sus cálculos?
JDO: Entre diciembre del 2019 y diciembre del 2024, el arroz subió 40 %, el huevo 56 %, la carne 74 % y la papa 108 %. Esa es la economía pura y dura, la que se da en Corabastos. Dicen que si en algún momento la gente me pagó la papa al doble de lo que estaba antes de la pandemia, yo no voy a volver la papa al precio antes de la pandemia. La papa tiene un comportamiento muy cíclico, de picos enormes, pero corregía. Sin embargo, cada vez que corregía, ponía la papa siempre por encima de lo que pasaba antes del choque de expansión. En esos alimentos básicos que pesan bastante dentro de la canasta de inflación, psicológicamente, los comerciantes y la economía nunca nos van a permitir regresar a precios que teníamos antes de la pandemia, así el abono, así los insumos, estén a los precios que teníamos antes de la pandemia a nivel internacional.
Es algo que no se ha entendido y que duele muchísimo, porque el presidente juega con un discurso de decir: “Yo bajé la inflación de alimentos”, aprovechando la ignorancia de la gente, haciendo creer que con él los alimentos son más baratos. Pero no es cierto, porque ha habido una acumulación de inflaciones, y unas negativas que no nos han llevado a precios que teníamos antes de la pandemia.
SEMANA: La preocupación de la gente es que la inflación baja, pero los precios siguen altos. La inflación se acumula…
JDO: Claro. ¿Qué es lo único que ha caído de precio desde antes de la pandemia? Los equipos de telefonía móvil, los televisores y el servicio de telefonía de internet. Es lo único que se puede decir hoy está más barato que antes de la pandemia. La inflación les hace seguimiento a casi 280 artículos entre bienes y servicios.
Lo que más nos encontramos con la evolución de los precios en la cotidianidad, cuando pagamos el arriendo, cuando pagamos la cuota de administración, cuando vamos a hacer mercado, es que Colombia es el país del arroz con huevo, de la carne, de la papa. Esos productos básicos no han recuperado un comportamiento alineado con la inflación.
Como lo mencioné, esas cifras de crecimiento se comparan frente a una inflación general del 39 % de diciembre de 2019 a diciembre de 2024. La gente dice: “De pronto a mí mi salario me subió el 40 % en ese periodo, pero la papa me está costando el doble”. Entonces, todo el mundo tiene el sentimiento de que la plata no alcanza, psicológicamente.
SEMANA: Volviendo al ‘corrientazo’, ¿usted qué es lo que está viviendo? Está muy activo diciendo que hay que volver a la coca para llevar almuerzo a la oficina...
JDO: Sí, hay que volver a la coca para el almuerzo y entender que muchas personas, psicológicamente, retornaron de la pandemia con ganas de socializar en sus entornos de trabajo. Con la reducción del número de personas por hogar, ya estamos entre 2,8 y 2,9 en Bogotá, una ciudad con 2,7 personas por hogar, la posibilidad de comer en la casa todo el tiempo es más difícil porque tenemos más gente que está trabajando expuesta a que no tiene tiempo de cocinar los alimentos dentro del hogar y se expone a la comida del ‘corrientazo’, más frecuentemente.
Entonces, sin dañarles el negocio a los del almuerzo ejecutivo y el menú corriente, lo que sí hay que tratar de entender es que, si la gente está sintiendo que la plata no alcanza, sí hay forma de regular la conducta de ese sentimiento, tratando de no ir tanto a restaurantes y, sobre todo, en la cotidianidad de sus jornadas laborales.
SEMANA: ¿Qué va a pasar con temas que se han vuelto críticos, particularmente energía y gas?
JDO: Hay unas asimetrías tremendas. Las ciudades del Caribe son las que están explicando buena parte de la inflación del servicio de energía eléctrica. Ahí lo que tenemos es una posición bastante politizada del Presidente de la República invitando a la manifestación social del 30 de enero en contra de las medidas que buscan no permitir que el Presidente pueda reducir el precio del servicio de energía eléctrica. Ahí va a haber un riesgo muy grande, porque el gobierno sabe que resolver el tema de la electricidad le va a dar un sentimiento de favorabilidad.
Entonces, el Gobierno se la va a jugar toda, pero al hacerlo se va a ir en contra de unos pilares fundamentales del entorno regulatorio del servicio y puede quebrar el sector eléctrico; sobre todo, puede tener una consecuencia a largo plazo y es que lleguemos a El Niño de 2027 completamente descubiertos en materia de confiabilidad, de capacidad y que tengamos un racionamiento en 2027.
Hay muchas personas que piensan en las propuestas del gobierno de Colombia en 2026, yo me incluyo, y hay escenarios que uno tiene que empezar a diseñar y es cómo vamos a gobernar un país con un posible racionamiento energético. Porque ya el gas está más caro, porque la electricidad está compleja con las decisiones en materia de consulta previa para la producción de energía eólica y porque también hay un presidente que tiene claro que sus votantes, sobre todo los del Caribe, están esperando que él sea el Robin Hood del servicio de energía eléctrica.
SEMANA: ¿Usted qué piensa del tema del dólar y su volatilidad, igual que su fortalecimiento y el impacto que pueda tener en materia de inflación en lo que viene?
JDO: Así como se ha hablado de la racionalidad de Corabastos, una cosa que no se nos puede olvidar y en la que no podemos tampoco ser extremistas, es que el dólar dañó la inflación de alimentos porque el precio internacional de esos insumos estaba más volado que el del dólar.
En 2022 nos encontramos con urea y maíz, determinantes de insumos importantes para la producción de Colombia porque como no tenemos una producción agropecuaria tan tecnificada, cuando llueve hay que echarle urea a todo para acelerar, por ejemplo, la producción de tubérculos y que no se pudra, porque está muy mojada la tierra. Entonces, en Colombia, una temporada de lluvias nos hace gastar más plata en urea. Y todo el cerdo y toda la cadena porcícola y avícola colombiana dependen de maíz importado, porque no tenemos autosuficiencia de maíz.
Entonces, lo que pasó del dólar pegándole duro a la inflación era un 2022 en donde la ida a comprar afuera esos insumos no solo nos exponía a ese dólar más caro, sino a que los precios internacionales estaban volados. Y cuando se ven las secuencias de precios internacionales, ya la urea corrigió a precios muy cercanos a los que teníamos antes de la pandemia. Lo mismo al maíz y el trigo. Pero estamos muy confiados con un presidente que dice que bajó la inflación de alimentos, que es una mentira. La inflación de alimentos se dio porque la urea se volvió más barata, porque el maíz importado se volvió más barato, porque el trigo importado para el pan se volvió muchísimo más barato y lo mismo la lenteja importada, y el dólar corrigió.
Pero hoy, en 2025, incluso la FAO ya ha dado una alerta de que puede haber una presión al alza de los alimentos, pero que el dólar sea protagonista en la inflación, es decir, una disparada del dólar generando inflación en 2025, no es un escenario al que haya que ponerle muchos puntos de probabilidad.
Seguramente, el dólar lo que va a afectar más que proporcionalmente es componentes asociados con decisiones de inversión; por eso los transportadores de carga están furiosos con la subida de los aranceles, pues si existe un riesgo de que todo este mal manejado fiscalmente, se incrementa el riesgo país de Colombia y eso lleva a que el dólar se deprecie y estemos con un piso de 4.400, 4.500 pesos a lo largo de este año. Eso lo que va a afectar son las importaciones, sobre todo de maquinaria.
SEMANA: En ultraprocesados, en materia tributaria, ¿puede pegarle la inflación?
JDO: Sí, y eso está dentro de la inflación. Cuando se va a los niveles 8, 9, 10, se empieza a ver a los chocolates, a las bebidas azucaradas, a las salchichas y a los embutidos contribuyendo a la inflación. Es un tema preocupante sobre todo porque les pega más que proporcionalmente a los pobres. Porque a los pobres en zonas excluidas, zonas rurales, no les puede decir ‘sea nutritivo’, porque hay un impuesto a la gaseosa que llega allá. Dicen: “entonces, de dónde tomo el agua pura, de dónde saco el agua potable y, además, si no hay suficiente plata para que mis niños coman, pues qué mejor que llenarles la barriga con una gaseosa rica y con un pedazo de salchichón”. Entonces, sí va a haber un efecto inflacionario y sí se ha sentido el efecto inflacionario sobre chocolates, bebidas azucaradas y embutidos.