Consumo
Estos alimentos serán más caros por el impuesto a ultraprocesados en 2025
Los precios de productos básicos como gaseosas y salsas subirán tras un nuevo ajuste tributario.
El bolsillo de los colombianos comienza el 2025 con una nueva alza de precios. Desde el primer día del año, un aumento en el impuesto a los alimentos ultraprocesados, llevó esta carga al 20 %, la cifra más alta desde que la medida se implementó en 2023.
La intención detrás de esta política es desalentar el consumo de productos que, por su composición, son considerados perjudiciales para la salud. Sin embargo, las críticas desde su puesta en práctica no han cesado, alegando que más que un impulso para mejorar hábitos alimenticios, el impuesto ha afectado el gasto de las familias más vulnerables y en la economía de pequeños comerciantes.
El impuesto aplica a productos ampliamente consumidos en el país. Gaseosas, paquetes de papas, embutidos, salsas, néctares, helados, productos de panadería, cereales procesados y mermeladas encabezan la lista de los afectados. Estos alimentos, que se han convertido en una parte esencial de la dieta de muchas familias, ahora son menos accesibles. En barrios y tiendas de esquina, los tenderos ya reportan que los clientes se quejan del incremento en los precios, mientras que las ventas comienzan a mostrar una preocupante disminución.
En el sector panadero, el panorama es aún más complicado. Este gremio, que depende de insumos como harinas preparadas, mermeladas y mezclas para repostería, enfrenta una escalada en sus costos de producción. Los pequeños empresarios, que tradicionalmente luchan por mantenerse competitivos frente a las grandes cadenas, ahora se ven entre la espada y la pared. Algunos han optado por recortar su producción, mientras que otros consideran alternativas informales para reducir costos, una práctica que podría traer riesgos adicionales al mercado.
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Para los tenderos, el dilema también se ha ido intensificando. Subir los precios podría significar perder clientes, mientras que mantenerlos implica asumir pérdidas que son insostenibles en el tiempo. Es un círculo vicioso que no tiene solución a corto plazo. Como prueba, está el testimonio de varios dueños de tiendas de barrio, quienes han alegado que en el pasado las gaseosas o snacks eran la primera opción para muchos de sus clientes, ahora las personas son más selectivos a la hora de comprar.
Aunque el gobierno defiende esta política como una estrategia para mejorar los hábitos alimenticios de la población, los críticos discrepan. Para muchos, la medida no tiene en cuenta el impacto en los sectores más vulnerables. Además, el aumento llega en un momento en el que las familias ya enfrentan los efectos de una inflación alta y una desaceleración económica.
Los consumidores también están ajustando sus decisiones de compra. En lugar de llevar varios productos ultraprocesados, muchos prefieren buscar alternativas más económicas, aunque no siempre sean más saludables. Esto ha generado un cambio en la forma en que los colombianos hacen mercado, con un énfasis en reducir gastos y priorizar productos esenciales.
Por otro lado, la industria alimentaria también está sintiendo el impacto. Los productores han advertido que esta medida podría frenar la innovación y el desarrollo de nuevos productos, además de poner en riesgo miles de empleos en el sector. Las empresas más pequeñas, que no tienen el margen para absorber estos costos, son las que enfrentan los mayores desafíos.
La realidad es que el impuesto a los ultraprocesados está redibujando las dinámicas del mercado y los hábitos de consumo en Colombia. Aunque la intención es mejorar la salud pública, la pregunta sigue siendo si este es el mejor camino para lograrlo.
Por ahora, lo que queda claro es que los efectos económicos están tocando a todos los niveles, desde las tiendas más básicas hasta a los grandes empresarios, y, por supuesto, a los millones de consumidores que ahora deben pensar dos veces antes de comprar lo que antes era parte de su cotidianidad.