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Incauca impulsa la transición energética en medio del déficit de gas y la caída del consumo de azúcar
El papel de los ingenios puede ser clave en la producción de biogás en el país, advierte Roberto Klinger, presidente de Incauca. Es el ejemplo perfecto de economía circular.

La situación del gas en Colombia es inquietante. Las reservas caen dramáticamente y, según datos de la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH), se calculan para 2024 en 5,9 años, cuando venían de 6,1 años, y la disminución fue del 13 por ciento. Además, desde finales de 2024 se ha generado un déficit de la oferta de gas en firme en Colombia, que ha obligado a importarlo, además del que se trae para la generación de energía y atender mercados como el residencial, vehicular y hasta industrial.
“Estas cifras deben ser leídas con sentido de urgencia. La verdadera seguridad energética de Colombia está en la capacidad que tengamos de producir nuestro propio gas. Hemos identificado que hay recursos en tierra y en el mar Caribe que podrían convertirse en reservas probadas, y a la vez ser determinantes para evitar una dependencia del gas importado”, aseguró en su momento Luz Stella Murgas, presidenta de Naturgas.
Aunque se ha hablado del gran potencial en el off shore, con proyectos como Sirius o Komodo, que permitirían garantizar la autosuficiencia del país en el futuro, su desarrollo todavía enfrenta grandes retos ambientales, sociales y económicos. Pero hay otras opciones que están sobre la mesa.
El papel de los ingenios azucareros. “Frente a la transición energética, un ingenio es un ejemplo perfecto de economía circular y nosotros hoy día producimos energía, etanol y, lo más interesante, hacia adelante, es que podemos producir biogás, en este momento en el que está faltando. Inclusive hay diversos cálculos, pero es probable que entre todos los ingenios y un par de compañías pudiéramos atender todo el consumo de gas del suroccidente colombiano”, advierte Roberto Klinger, presidente de Incauca.
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Este es el ingenio más grande del país y forma parte de la Organización Ardila Lülle. Klinger explica que de la caña se puede hacer casi todo lo que se realiza con el petróleo: energía, etanol, bioplásticos, fertilizantes orgánicos, biogás e hidrógeno, entre otros.
“En 2021 hicimos el último proyecto grande de transición energética, ampliamos la capacidad de cogeneración, la multiplicamos por seis y fue una inversión de 220.000 millones de pesos. Ahora tenemos unos 12 proyectos por 500.000 millones de pesos, todos en transición energética, aprovechando materiales de la fábrica y en economía renovable”, agrega el ejecutivo.
De la energía que produce, además de la que consume, pone en la red del sistema entre 20 y 30 megavatios. “Tenemos más capacidad, pero no tenemos más caña disponible”, dice. Por su parte, en etanol produce unos 70 millones de litros al año y han llegado a producir hasta 100 millones de litros anuales.
¿Qué necesitan para materializar estos proyectos? “Nosotros somos realmente parte de lo que se podría llevar a la transición energética, pero necesitamos reglas de juego claras. Nos preocupa qué va a pasar en el largo plazo con el sector de energía, porque en la medida que se intervenga, va a ser más difícil desarrollar proyectos. Y lo otro, incentivos tributarios”.
En la actualidad, la importación de gas se hace por la Costa Atlántica y se transporta hasta el sur del país. “Somos la cola de ese tubo, luego aquí no solo hay el riesgo de que llegue el gas más caro, sino inclusive que no llegue”, afirma Klinger.
Y agrega: “No hay una industria mejor posicionada para producir ese biogás que la industria azucarera y hay otras agroindustrias también en la zona que lo podrían hacer. Entonces se juntan las dos cosas. Los que mejor lo pueden hacer y de manera más eficiente somos los ingenios, con una de las mayores necesidades que tiene el país en las zonas que tienen más población”.
La inversión, en el caso de Incauca, puede ascender a los 30 millones de dólares. “Es un proyecto de gran envergadura para el ingenio y no solo queda dentro de nuestro propósito, sino de nuestra estrategia a largo plazo, y es seguir aportándole al país en el tema de la transición energética”, asegura.
Klinger advierte que Incauca es una compañía de energía. “El 65 por ciento de los ingresos son azúcar y el azúcar es energía. Eso incluye lo que vendemos en Colombia, lo que exportamos y sigue siendo el negocio más importante”. El segundo es el etanol. En Colombia hay una mezcla del 10 por ciento de etanol y significa entre el 20 y el 25 por ciento de los ingresos. Y el tercero es energía, que pesa el 8 por ciento en ventas, pero puede representar el 20 por ciento del Ebitda.
Recuerda que hace un poco más de un año vendieron un ingenio que tenían en México. “No fue ni buen ni mal negocio, pero era un capital de trabajo que teníamos atrapado. Lo tuvimos como 10 años. Ahora estamos viendo otras opciones y podría haber una diversificación en el largo plazo”.
Incauca exporta a entre 25 y 30 países, siendo los mercados más importantes Estados Unidos, Europa, Chile y el Caribe. Sus ventas internacionales pueden pesar hasta el 30 por ciento de sus ingresos. Precisamente, la escalada arancelaria y las decisiones que vienen son algunas de sus preocupaciones hacia el futuro.
Este año, el impacto, según Klinger, sería menor porque ya tenían contratos vigentes. Y señalan que el comprador es el que paga ese arancel. Pero para el futuro ya los clientes van a preguntar cómo se va a dividir ese nuevo arancel, y hay mercados competidores, como el mexicano, que se estarían beneficiando. “El próximo año, cuando empiecen los contratos nuevos, ahí habrá dificultades”.
Las inversiones anuales se ubican en el orden de los 50.000 a 60.000 millones de pesos, que Klinger denomina inversiones de mantenimiento, en elementos como cosechadoras o tractores. También de eficiencia energética, con el cambio de equipos antiguos que consumen mucha energía por nuevos, que les permite contar con más energía disponible.
“Cada cierto tiempo hacemos unos proyectos, como el que mencioné, de 220.000 millones que ejecutamos en tres años. Todo depende del nivel de endeudamiento en el que estemos y de lo que está pasando en el país”.
De otro lado, el suroccidente es una de las zonas más complejas del país. Allí, por una parte, surgió el estallido social. “Obviamente, en ese sitio donde falta tanto, lo que uno haga es una pequeña gota en el desierto, pero sí venimos haciendo cosas y mejorando la relación que tenemos con las comunidades. Una de las cosas que hicimos fue un proyecto entre Asocaña, el Ministerio de Agricultura y las comunidades, con una inversión de 13.000 millones de pesos para el desarrollo de proyectos de agricultura, arroz, cacao y panela en la zona”.
También apoyan iniciativas deportivas. Cuenta con 15 escuelas de fútbol en las que tienen 1.500 niños; además, cuenta con un club de fútbol que se llama Incauca Fútbol Club y de allí ya hay 45 jugadores en equipos de primera A y primera B, en divisiones menores.

Pero, por otra parte, hoy día representa serios problemas de seguridad y la preocupación es latente. “Sí, hay una situación de inseguridad importante que ha crecido, la guerrilla de nuevo ha crecido, ha crecido la delincuencia común y falta presencia del Ejército”, señala Klinger.
Frente al aspecto tributario, Klinger ya hace cálculos. En el tema de las retenciones, estima que puede costarle en flujo de caja unos 7.000 millones de pesos al año. “Sí nos afecta, sin duda”. Pero no es el único frente: también está el impuesto a los ultraprocesados.
“Claro que nos ha afectado. El consumo de azúcar en el mercado interno ha caído más o menos entre el 3 y 4 por ciento porque es un impuesto que es muy oneroso y eso genera un incentivo para que se mezclen los productos con edulcorantes u otras cosas para reducir el impuesto”, afirma Klinger.
Este año considera que va a ser mejor desde el punto de vista del volumen. “Vamos a tener una mayor cantidad de molienda, pero los precios, tanto internacionales como los nacionales del azúcar, están más bajos. Y creemos sobre todo que el nacional va a bajar en el segundo semestre del año porque habrá muy buena producción”, asegura Klinger.
De cara al papel protagónico que ha tenido el agro en la economía, como dinamizador, Klinger considera que la historia de su sector es diferente a la del café porque tienen los precios altos. Considera que el ambiente de los negocios es mucho menos grave “de lo que ustedes lo ven. Uno está en el día a día tratando de salir adelante, siendo optimista, viendo el futuro y pensando en los proyectos, porque tenemos una responsabilidad con cinco mil personas que trabajan en la compañía. Hay que echar para adelante”.