Crónicas de rock
Leprous en el Astor Plaza: los noruegos regresaron a Bogotá a reclamar el trono entre las bandas innovadoras
Consolidada como una de las más importantes en la actualidad y en un momento inmejorable, la agrupación de Notodden dejó claro que lo suyo es la experimentación y lo distinto, y no va a parar.

Pasaron seis años desde la última visita de los noruegos Leprous a Bogotá; en ese entonces traían cinco álbumes (además de varios demos y sencillos) y un impulso con el que arrasaron por los países en los que se presentaron. Ya estaban en los radares del mundo. En esta oportunidad, con ocho trabajos, un sonido más maduro y afilado, el quinteto de Notodden (en esta gira, sexteto) llegó para reclamar el trono de las bandas innovadoras.
Como suele ser costumbre en Bogotá, hay días que son diferentes a los demás. Música y sonidos de otras regiones del mundo llegan para estremecer y quedarse entre sus habitantes y en sus calles. Eso ocurrió el domingo 9 de marzo en el teatro Astor Plaza. Seis personas hicieron de esa fecha una jornada distinta.
Con organización y puntualidad, a las 7:30 de la noche apareció Soul Disease, la banda bogotana encargada de preparar el aterrizaje noruego. Death metal técnico con interpretaciones complejas y contundentes, acompañadas de la fuerza vocal que este estilo exige. Paralized, Beating the End, My Deepest Fear y Scars, entre otras canciones, forman parte de su catálogo, que han sonado también como recibimiento a bandas de la talla de Cradle of Filth y Carnifex. Más que valiosa e importante su participación en el comienzo de la noche; ojos y oídos a su álbum Dreamscape y a su propuesta, tan necesaria en el metal nacional.

Aproximadamente a las 8:40 de la noche, Einar Solberg (voz y teclados), Tor Oddmund (guitarra), Baard Kolstad (batería), Robin Ognedal (guitarra), Simen Børven (bajo) y Harrison White (quien los acompaña en esta gira como soporte en teclados y coros) aparecieron de entre la niebla, en medio de una atmósfera perfecta, y dieron inicio a su espectáculo. Silently Walking Alone, de Melodies of Atonement, su más reciente álbum, dio inicio al recorrido. La poderosa y melodiosa voz de Solberg envolvió el recinto y atrapó a los asistentes; esta vez la ayuda de White en los teclados permitió al cantante desenvolverse mejor en el escenario, como un animal suelto que celebra su libertad, y junto a él, sus compañeros lo secundaron en el mismo rito.
Posteriormente, los ya clásicos The Price e Illuminate provocaron la histeria colectiva; la agrupación que acompañó la aventura solista de Ihsahn, de Emperor, y lo llevó a otros niveles, estaba en Bogotá, pero como una banda en propiedad, una suerte de The Band que decidió hacer lo suyo sin Dylan (guardando todas las proporciones, pero con ciertas coincidencias). I Hear The Sirens y Like a Sunken Ship continuaron con la descarga del nuevo trabajo; la altura de la capital puso a prueba las capacidades vocales de Solberg, quien descrestó con sus sostenidos y fuerza interpretativa. Luego, en una amena votación con el público entre Forced Entry y Passing, ambas canciones de sus primeros discos, la segunda (del Tall Poppy Syndrome, de 2009) fue interpretada; la vieja escuela presente.

Distant Bells, Nighttime in Disguise, Unfree My Soul y Below formaron parte del recorrido de su discografía de 24 años, todo marcado con cuidado, arreglos y puesta en escena impecables, la conjugación de técnica, cadencia y entrega entre Oddmund, Ognedal, Børven, Kolstad y White son dignas de destacar. Rock alternativo, progresivo, metal, pop, jazz, math, minimalismo y experimentación recorrieron los oídos de todos. Algo para resaltar fue la participación de varios fanáticos que subieron a corear Faceless junto a la banda, invitación que ha estado haciendo a lo largo de la gira. Castaway Angels (emotiva y solemne), From the Flame (energía y locura) y Slave (catarsis) comenzaron a terminar el recorrido por ese camino que había empezado un par de horas atrás.
Atonement se conjugó en un solo grito entre músicos y público. El último rugido colectivo de ambos participantes en el teatro y en la capital. “It’s all because of you!!”. Y antes de que todo terminara, antes de recobrar la respiración, el ataque con la instrumental The Sky is Red: fuerza pura, sonido directo a la cabeza, luces y una sensación de algo que se va a quedar en los recuerdos para siempre.

La segunda visita de Leprous al país fue la confirmación de una conexión que comenzó hace seis años. Consolidada como una de las más importantes en la actualidad y en un momento inmejorable, la agrupación noruega dejó claro que lo suyo es la experimentación y lo distinto, y no va a parar esta labor. Su música no solo quedó en las cabezas de los testigos de su credo, sino también en las calles bogotanas, que desde el domingo 9 de marzo dejaron de ser las mismas.