Cine
‘Horizonte’: un viaje poético y oscuro con el que César Acevedo exige a su público para recompensarlo
Se estrena en el país el segundo largometraje del valluno, que narra un viaje de fantasmas que se encuentran años después: una madre y su hijo, que grupos armados convirtieron en un sanguinario. La experiencia exige de su contemplación para merecer su tiempo.
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Mucho se ha esperado el segundo largometraje del director valluno César Augusto Acevedo, y esa espera termina para el público esta semana. La película se estrena en salas comerciales del país este jueves 23 de octubre de 2025.
Después de su ópera prima La tierra y la sombra (estrenada en Cannes en 2015, donde ganó de la Cámara de Oro), Acevedo plantea en Horizonte (2024) un viaje que oscila entre el limbo, la pesadilla de esa Colombia rural devastada por la violencia y una ruta espinosa en claroscuros hacia la expiación.
La película entrega mucho a su público pero también le exige una disposición extensa hacia la contemplación de los lazos rotos, de las vidas terminadas a la fuerza, de los pueblos arrasados y de los miles de fantasmas asociados a hechos violentos y masacres. En este Horizonte no vemos la violencia, pero caminamos y sentimos sus profundos vacíos. Les hablamos también.

Es un periplo épico marcado por la carga implacable de un actor violento del conflicto, que sucede del otro lado de la vida, en la espectral muerte. En los terrenos que habitaron, pero en el más allá, se reúnen después de décadas una madre (interpretada por la actriz chilena Paulina García) y su hijo (Claudio Cataño).
Esta madre no reconoce en principio a su hijo, pues lo perdió a manos de grupos armados años atrás, que lo reclutaron cuando apenas era un adolescente (la escena en la que vemos ese momento es bastante poderosa, y se quedó con nosotros).
Entonces, el que vuelve a tocar la puerta materna es el mismo ser que partió, pero con un espíritu que ha marcado oscuramente a miles. Ya no es un joven, es un hombre de bigote y expresión seca. Un hombre que ve, pero que perderá los ojos (como Edipo). Y comenzarán a andar juntos.

El viaje que emprenden los enfrenta a varios lazos; entre ellos, al que los unía a ellos y al hombre que completaba esa familia, que también salió un día para nunca regresar, es decir, otro desaparecido. Para recordarlo, a ese esposo, a ese padre, para evocarlo, se plantea la casa que les significaba un lugar seguro, de familia... Y la pregunta parece ser si podrán mirar de nuevo hacia ese lugar, encontrarlo incluso, o entender que solo es ya una casa en el aire.
Esto no parece probable. No hasta que este personaje camine las tierras que drenó a sangre y fuego acompañado de su progenitora, en un tren de consecuencias. Ese joven se convirtió en un sanguinario líder de tropas al margen de la ley. Disputó territorios con otros personajes tan brutales como él, causando devastación indecible. En este más allá, este criminal no se libra de ese hecho. Y sostiene diálogos con otros espectro que desentierra.
Entre varias secuencias, vale aplaudir una dura pero notable, hacia el principio, que recorre un pueblo, explicando lo sucedido en la masacre que lo devastó, mostrándonos solo los muros, las calles, las piedras. Y, poco después, haciendo al espectador parte de una procesión popular de expresión de duelo.

A su manera, esa secuencia nos hizo recordar otra muy bien lograda en Los reyes del mundo, de Laura Mora, que en una casa habla con sus silencios y movimientos de cámara. En ambos casos, logran sumergirnos en el vacío de lo que dejó de ser por fuerza mayor, por crimen, por olvido, o por el crimen del olvido.
La experiencia cinematográfica que deja Horizonte es valiosa en la mayoría de aspectos, si bien no funciona en todos. La fotografía que propone y las apuesta que toma se reconocen, y hacen de la película una obra de autor. Cuando esta recurre a los efectos visuales, suele funcionar, si bien no son inmaculados (eso implican los riesgos, a veces, y se entiende). El arte y el maquillaje entregan un trabajo notable, y las locaciones no pueden haber sido mejor escogidas para los efectos de la narración (las imágenes aquí compartidas y el tráiler hablan claro).
En sus diálogos y líneas, la película proyecta una fuerza y una entrega que se suelen asociar con lo teatral. Se habla, se dialoga, pero también se declama y se declara. Esto se hace especialmente notorio en el purgatorio móvil que atraviesan ambos personajes, pero especialmente el de Claudio Cataño.
Desde nuestra perspectiva, Paulina García es una señora actriz (no por nada ganó premio en la Berlinale, es ícono en su país y dejó un gran rol en Querido Trópico), pero algo no cierra. Hace lo que puede con un personaje que no parece para ella, y no parece ser solo una cuestión de acento...

Aún así, como un todo, la película recompensa a quien se entrega a su mirada poética. Horizonte se propone como un contrapeso reflexivo al vertiginoso ritmo del presente, y lo consigue desde su ritmo, su apuesta, su código y su tono. Pero no lo pretende hacer igual temáticamente, porque exige sentir las heridas y los dolores que en este país aún no pueden vivir un verdadero duelo.