Música y cine
El compositor Felipe Téllez, o repensar lo folclórico y la distancia como partitura
A propósito del lanzamiento de la música incidental de ‘Estimados Señores’, el largometraje de Patricia Castañeda, nos adentramos en el universo de cables, teclas y vibraciones del músico colombiano.

A veces hay que partir para regresar. Esa parece ser una de las ideas que guían la obra del compositor colombiano Felipe Téllez, cuya música para Estimados Señores, el reciente largometraje de Patricia Castañeda, propone una mirada delicada, íntima y profundamente colombiana sobre el duelo, la memoria y el afecto. Radicado en Toronto desde hace más de una década, Téllez ha construido una carrera sólida entre el cine, la música sinfónica y la experimentación electroacústica, cruzando constantemente fronteras entre formatos, géneros y territorios. A propósito del lanzamiento de la música incidental del celebrado filme, nos adentramos al universo de cables, teclas y vibraciones del compositor colombiano.
La banda sonora de Estimados Señores no busca imponerse ni emocionar de manera obvia. “La música no busca sobresalir, sino acompañar y sostener los espacios íntimos y emocionales”, explica el compositor. A partir de una serie de preguntas sobre el lugar que debe ocupar la música en una película tan contenida como esta —“¿cómo acompañar sin invadir, cómo emocionar sin manipular?”—, Téllez decidió componer un universo sonoro híbrido en el que conviven cuerdas procesadas, síntesis modular y timbres de instrumentos tradicionales colombianos como la gaita, el tiple y la bandola. La clave, dice, fue no usarlos desde un lugar folclórico, sino “recontextualizarlos en un lenguaje moderno y sensible”.

La trayectoria de Felipe Téllez tiene algo de cartografía migrante. En 2014 dejó Colombia debido a la escasez de oportunidades para los compositores interesados en música de cine y repertorios sinfónicos. En Canadá encontró un entorno que no sólo valoraba la creación, sino que ofrecía los medios técnicos y económicos para desarrollarla. “Aquí he tenido acceso a herramientas técnicas, a procesos de producción más estructurados, y a entornos donde la experimentación sonora y la hibridación de lenguajes son bienvenidos”, señala.

“En Estimados señores, ese cruce de mundos fue esencial. La película me pedía una música íntima, respetuosa, pero también capaz de evocar memoria, ausencia y urgencia. Para eso, mezclé lenguajes que vengo desarrollando desde mi llegada a Canadá: texturas electrónicas, escritura orquestal contemporánea y la incorporación de instrumentos tradicionales colombianos en contextos no convencionales”, explica sobre el proceso.
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Pero lejos de renunciar a sus raíces, su distancia del país se ha convertido en un modo de escucharlo distinto. “Cuando uno está lejos, lo que antes era cotidiano se vuelve simbólico”, reflexiona. Esa sensibilidad ha marcado su manera de reimaginar lo colombiano: no como un decorado sonoro, sino como una pregunta constante. Así las cosas, su composición original para el filme no es un recorrido por los lugares comunes de un país que ha aprendido a definirse en función de lo que se espera de sí mismo, sino que evoca un misterio dormido del que quienes nos hemos ido no somos conscientes.
El caso de Estimados Señores es paradigmático: Téllez trabajó con materiales profundamente ligados al territorio, pero desde una estética que se niega al cliché. “Lo más importante es reconocer que todo instrumento tiene una historia, cierta capacidad limitada (de notas, dinámicas, etc..), una función y un contexto en el que lo reconocemos. Muchos han sido parte de rituales, celebraciones o tradiciones específicas, y es fundamental entender esa historia antes de intentar redefinirla. Por ejemplo, si la gaita ha sido usada tradicionalmente en cumbia o bullerengue, ¿está cumpliendo una función rítmica, melódica u ornamental? ¿Y el tiple? ¿Qué papel ha jugado como acompañante, o solista?”, explica.

“Me interesa preguntarme: ¿cómo puedo aprovechar las fortalezas de estos instrumentos para decir algo nuevo con ellos?”, explica. Para lograrlo, colaboró con el luthier colombiano Nikolai Ceballos, quien le construyó un charango, le reparó su tiple y le fabricó nuevos instrumentos como un arpeggione. Esos elementos, sumados a su sistema modular y su Moog —constantes en su obra— conformaron la médula sonora de la película. “Decidí trabajar con una mezcla de texturas electrónicas, instrumentación orquestal y timbres tradicionales colombianos como el tiple, la gaita y la bandola, usados no de forma folklórica, sino reinventados dentro de un contexto contemporáneo”.
Más allá de su trabajo en cine, Téllez mantiene una práctica activa en el campo académico y experimental. Doctor en Composición, profesor universitario y cofundador de la Canadian Studio Symphony, ha logrado articular una carrera que conjuga rigor intelectual, sensibilidad musical y una ética profunda de escucha. Su catálogo incluye obras de cámara, piezas sinfónicas y exploraciones para sistemas electroacústicos, siempre con una atención particular a la narrativa, el timbre y el espacio.
Pese a su éxito internacional —que incluye colaboraciones con Stray Kite Studios, Hubert Davis y producciones galardonadas como Black Ice y Brother—, Téllez insiste en construir puentes con Colombia. “Quiero trabajar cada vez más con creadores colombianos y aportar, desde la música, a la proyección de nuestras voces en el mundo”, dice. Esa vocación de retorno no solo se expresa en su música, sino también en su pedagogía: formar una nueva generación de compositores versátiles, críticos y capaces de imaginar otras formas de sonar el país.
Esa vocación de retorno no solo se expresa en su música, sino también en su pedagogía: formar una nueva generación de compositores versátiles, críticos y capaces de imaginar otras formas de sonar el país.
“En ese sentido, la distancia no ha sido un obstáculo, sino una condición creativa: me ha llevado a preguntarme constantemente qué significa ‘sonar colombiano’ hoy, y cómo puedo aportar a esa conversación desde donde estoy”, reflexiona.

En Estimados Señores, esa apuesta toma forma en cada textura, en cada silencio que la música abraza con cuidado. “No para imitar lo que ya existe, sino para imaginar nuevas formas de pertenecer, de sonar, de contar”. Téllez ha construido un universo sonoro que acompaña vívidamente a una película que narra un momento esencial de la historia nacional reciente con inteligencia clínica y lejos de lo esperado. Desde lejos, pero con los oídos puestos en lo esencial, el compositor continúa dando forma a una producción inquietante que no requiere de palabras para decir muchas cosas.
*Texto de Ignacio Mayorga, creador y gestor de 120dB.
