La profe que enseña a cambiar el futuro

Durante cinco años, Putumayo hizo parte del programa Con Paz Aprendemos Más, una iniciativa con la que profesores rurales están cambiando el destino de cientos de niños campesinos

15 de mayo de 2019
Amalia Cortés aceptó el reto de apoyar a niños que no tenían un futuro claro. | Foto: Con Paz Aprendemos Más

Aunque no hacía otra cosa que cocinar o trabajar en el campo, a Amalia Cortés Gamboa lo que le hacía vibrar el alma era enseñar. Y más que por un asunto propio, el encanto por los cuadernos y las tizas le venía de su comunidad.

En efecto, en la vereda en la que vive esta mujer de 24 años -La Chilpa de Puerto Asis (Putumayo)-  de cada 40 personas solo 6 completaron el bachillerato. De hecho, en el colegio del pueblo solo hay hasta 8 grado.

Amalia Cortes es una mujer trozuda, de manos grandes y sonrisa muy blanca. Una afrodescendiente que creció, según ella misma cuenta, entre el miedo y la zozobra del accionar de grupos armados.

Ella quería, sin embargo, torcer el destino. Con el esfuerzo de su mamá, y unas ganas enormes de aprender, viajó hasta Puerto Asis para culminar su bachillerato. Por el sueño de ser maestra no pudo hacer más. Entonces regresó a su vereda, a cultivar y a encargarse de las labores domésticas que suponían su mamá y sus ocho hermanos.
 

Cerca de 62.000 niños de Putumayo y Chocó hicieron parte del programa ©Con Paz Aprendemos Más.

Transcurría el año 2014 y, en contravía de todo pronóstico, Amalia iba a convertirse en maestra. El rector del colegio Puerto Bello, otra vereda cercana, estaba buscando a alguien con el diploma de bachiller para que se hiciera cargo de los jóvenes del internado de esa población. Un puesto que nadie quería. Para Amalia, sin embargo, era la oportunidad de su vida.

El programa buscaba dar respuestas a las necesidades puntuales de esa comunidad vecina que, a la postre, eran las mismas de su vereda y las de todo Putumayo. Acorde con cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), de 364.000 habitantes solo el 15 por ciento tienen culminado el bachillerato.

Además, ese departamento tiene los índices más altos de deserción estudiantil del país, dados los grupos armados y las largas distancias que los estudiantes deben recorrer para llegar al colegio. La poca o nula importancia que las familias le dan a la educación es otro de los factores.
 

«La gente no veía el internado como un lugar donde había niños y niñas con diferentes historias y sueños»

Amalia Córtes


La inversión extranjera, proveniente del Gobierno de Canadá e implementada por organizaciones internacionales como Mercy Corps, War Child, Corporación Infancia y Desarrollo y Corporación Opción Legal, y llamada Con Paz Aprendemos Más, pretendía mejorarles las condiciones educativas a unos 62.000 niños en Putumayo y Chocó.

Los ‘profes’ también eran el objetivo. El programa contempló la formación de 2.000 docentes no solo para que mejoraran impartiendo materias como español y matemáticas, sino para que lograran sacar de la cabeza de los pequeños la idea de un futuro minúsculo de guerra y pobreza. Amalia, por ejemplo, se convirtió en licenciada en etnoeducación con énfasis en sociales. “Gracias a ese programa también soy técnica en primera infancia y tengo un diplomado en desarrollo psicoafectivo”, asegura.
 

Una de las problemáticas de estos niños para estudiar era el conflicto armado presente en la región. ©Con Paz Aprendemos Más.

Ni un solo niño más para la guerra

Amalia recuerda que los jóvenes de ese internado de la vereda de Puerto Bello eran vistos como un problema. Pero más allá de la indisciplina y las malas calificaciones, el reto real de la joven maestra era quitarselos a los grupos armados.  

El internado estaba rodeado por el río Piñuña Blanco, un corredor estratégico de los grupos armados que se movían a Caquetá. Cuando empezó a trabajar, Amalia se vio enfrentada a la misión de evitar que estos niños se fueran para la guerrilla. “A unos los convencían con promesas y a otros los obligaban”, cuenta.

Así mismo, recuerda cómo después de ganarse con esfuerzo la confianza de todos en el salón, trataba de hablarles claro sobre esta situación. “A las niñas les decía que los guerrilleros no eran buenos hombres para tener familia, pues enamorarlas era parte de la estrategia para llevárselas”.

Amalia relata que su trabajo empezó al intentar subir el autoestima, generando prácticas de cuidado en ellos mismos. “Que se vieran y se sintieran bonitos”, asegura risueña. Y agrega que diseñó una serie de actividades como Los domingos de lectura, Los miércoles de matemáticas y lenguaje o Las tardes de sexualidad y afectividad. La asisense dice con orgullo que durante estos años ninguna de sus alumnas resultó embarazada. Tampoco ninguno de los niños tomó el camino de las armas.
 

Actividades como Domingos de lectura o Tardes de sexualidad y afectividad fueron diseñadas como estrategias de aprendizaje. ©Con Paz Aprendemos Más.

"Impactamos a los chicos despertando su alegría, sus habilidades e hicimos que encontraran su amor propio. Eran indisciplinados y un poco groseros, pero también eran buenos en canto, danza y teatro. De jóvenes problema, la gente empezó a verlos como artistas talentosos”, dice con satisfacción Amalia.

El trabajo no terminó ahí. El proyecto tenía un apartado dirigido a los padres para acercarlos más a sus hijos, que valoraran sus cualidades y los apoyaran dice Amalia. Afirma que en muchos casos en los que los niños vieron un mejor entorno familiar, progresaron en sus estudios.

Amalia dice que es una mujer feliz, que cree posible un cambio de los niños pues asegura que la huella que ella deja los puede empujar al éxito o al fracaso y agradece a este programa que ha impactado la vida de estudiantes, docentes y padres.