Sociedad
¿Se cae el mito de la guerra entre generaciones?
Según un nuevo libro, las diferencias entre baby boomers y millennials son menos importantes de lo que se creía.
En la mitad del siglo XX, el sociólogo húngaro Karl Mannheim describió la importancia de delinear las generaciones. Definió ese término como el grupo de personas que vive en un mismo momento y que forma su identidad a partir de experiencias comunes, generalmente traumáticas.
Por lo tanto, cuando las generaciones se moldean por contextos diferentes, la conexión entre ellas se arruina y estas se separan.
En este momento, existen cinco: los nacidos durante la Segunda Guerra Mundial, los más viejos; los llamados baby boomers, que nacieron después de ese conflicto; la generación X, los millennials y, la más reciente de todas, la generación Z, nacida entre 1996 y 2010. Bajo la teoría de Mannheim, cuando se habla de generaciones casi siempre es para describir una batalla campal entre ellas, porque han vivido experiencias diferentes en sus primeros 15 años de vida, que son los que moldean la visión y la ideología del individuo.
Así es como los baby boomers, que nacieron en medio del esplendor económico de la posguerra, han sido acusados de ser sociópatas egoístas, mientras que a los millennials, criados por muchos de estos baby boomers, se les dice que son copos de nieve narcisistas, pues se rompen ante cualquier vicisitud de la vida. Pero según Bobby Duffy, autor y director del Policy Institute del King’s College London, parte de ese discurso está basado en estereotipos que no le hacen ningún favor a la sociedad. Por el contrario, podría ser peligroso.
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Por eso, en su libro The Generation Myth, señala que la generación en la que cada cual nació es apenas parte de la historia. “El problema real no es la guerra intergeneracional, sino una creciente separación entre los jóvenes y los viejos”, dice. Ese resentimiento entre generaciones, según su investigación, tiene que ver más con políticas inequitativas en campos como la salud, y cambios culturales, muchas veces propiciados por la tecnología.
Para no ir más lejos, toma como ejemplo la pandemia. La covid-19 afectó de manera desproporcionada a las generaciones, ya que el riesgo aumentaba a medida que avanzaba la edad. La probabilidad de que un baby boomer muriera de covid-19 era de un 20 por ciento, mientras que para alguien nacido en el año 2000 la posibilidad de muerte era muy baja.
En un comienzo esa disparidad biológica hizo que muchos vieran la posibilidad de una guerra entre generaciones propiciada por el patógeno. Incluso, diarios como The Wall Street Journal alcanzaron a titular así: “Una guerra generacional se cocina por la covid”.
Otros trataron de acuñar la idea de que el coronavirus era el boomer remover, un juego de palabras en inglés para indicar que el patógeno borraba de la faz de la tierra a los nacidos en la posguerra. Pero, según Duffy, nada de eso ocurrió, y las generaciones, especialmente las más jóvenes, mostraron solidaridad a pesar de que fueron ellos los más afectados con las medidas de bioseguridad y aislamiento social. Otro ejemplo es el cambio climático, un tema que muchos tienden a ver como la bandera de las generaciones más jóvenes.
Greta Thunberg ha sido vista como la figura de esa generación de jóvenes que crítica a los viejos por no hacer nada al respecto. Eso puede ser cierto para personas de más de 70, como Donald Trump; pero aun así el cambio climático no es el mejor ejemplo de una guerra generacional, pues entre los líderes que abogan por una solución están personajes de todas las edades: desde Al Gore, que tiene 72 años, o DavidAttenborough, de 93, hasta la misma Thunberg, que tiene 18.
“La preocupación sobre el clima, la creciente inequidad, la lentitud del progreso económico y la polarización en la política afectan cómo todas las generaciones ven el futuro”, dice. Y precisamente el otro ejemplo que prueba su tesis es el de los temas que hoy polarizan a la sociedad y que, según la investigación de Duffy, no representan diferencias generacionales. En Estados Unidos, cerca de la mitad de la población, independientemente de cuándo nació, está en contra del aborto.
Al mismo tiempo, observa que ha habido una apertura en todas las generaciones al matrimonio homosexual y a las relaciones interraciales, entre otros. “La impresión general que tenemos no es de un cambio repentino con la última generación de jóvenes, sino más bien un cambio notable entre la mayoría de las generaciones durante las últimas tres o cuatro décadas”. Se ha dicho siempre que las personas se vuelven más conservadoras a medida que envejecen, pero el autor muestra que eso no es así.
En las últimas décadas, los votantes se han vuelto apenas un poco más conservadores a medida que envejecen. Señala que el mecanismo que empuja a los votantes mayores hacia la derecha no es biológico: tiene que ver más con la economía que con el envejecimiento. Las personas mayores poseen mayor riqueza y votan en consecuencia. De esta forma, la gente cambia por cuenta del propio ciclo de vida, a medida que atraviesa por experiencias como tener hijos o jubilarse.
Es la lógica del curso de la vida, y para Duffy pensar únicamente en el aspecto generacional solo impide comprender los verdaderos motores que están llevando a los cambios de la sociedad. La gente también se confunde con la idea de que todo tiempo pasado fue mejor.
Eso hace que muchos critiquen a las nuevas generaciones por tener comportamientos diferentes, pero no se dan cuenta de que son sesgos mentales (la gente tiende a recordar lo bueno y no lo malo) que impiden ver el verdadero carácter de una generación. Aunque los problemas más urgentes afectan de manera diferente tanto a jóvenes como a viejos, todos los que hoy respiran están interesados en construir un mundo mejor. Para Duffy hay pocas razones para creer que los millennials serán mejores.
Tampoco está muy convencido de que transformarán el mundo, como muchos creen. Primero, porque no son tan diferentes a los más viejos y, además, porque no tienen masa suficiente, ya que la tasa de fecundidad ha disminuido y la base de la pirámide hoy es más angosta. Además de todo lo anterior, ellos ya no votan.
Duffy pide abandonar la tendencia a exagerar las diferencias generacionales y las divisiones, pues los comentarios del estilo “Los millennials están matando a la industria de las servilletas” o “Cómo los baby boomers arruinaron la paternidad para siempre” podrían desviar la atención de algunos problemas generacionales más serios, como el hecho de que los jóvenes en ciertas regiones del mundo son mucho más pobres que sus antepasados a la misma edad. Por ejemplo, ya no pueden comprar una casa al comienzo de la vida profesional.
En conclusión, una guerra generacional como se ha planteado no sirve a los intereses de los jóvenes ni de los viejos. “Las aseveraciones de que una generación es materialista o poco consciente no ayudan”, dice Duffy. Pensar en las generaciones implica, en realidad, observar por qué se dan ciertos cambios, como el de tener carro y manejar, una idea que ha cambiado en las últimas décadas.
Antes de decir que los jóvenes no quieren comprar carro porque son más conscientes del cambio climático, es mejor hacer un análisis más profundo para encontrar la verdadera razón. Eso puede ser más informativo para planear el futuro. Por eso, solo una alianza intergeneracional puede crear un mundo en el que valga la pena envejecer.