SALUD

Un corazón enfermo cuesta

Un estudio mostró el impacto que las enfermedades coronarias tienen en el bolsillo de los colombianos. Tratar las cuatro más frecuentes vale lo mismo que lo que se recaudará con la reforma tributaria.

4 de marzo de 2017
| Foto: 123RF

Las enfermedades cardiovasculares no solo ocupan los primeros lugares de mortalidad en Colombia, sino que lideran en la categoría de las enfermedades costosas. Así lo mostró un informe hecho por la firma Deloitte con datos de 2015, dado a conocer el viernes 2 de marzo en el simposio de la Sociedad Colombiana de Cardiología en Medellín. En el país las enfermedades cardiovasculares más frecuentes son el infarto de miocardio, la hipertensión, la insuficiencia cardiaca y la fibrilación articular, condiciones que afectaron a 5,6 millones de personas, es decir, 17 por ciento de la población adulta. El costo de atenderlas es del orden de 6,4 billones de pesos al año, de los cuales el sistema de salud asumió el 60 por ciento. Esta cifra supera el déficit financiero que reporta el sector, calculado en 5 billones de pesos.

Este costo total, compartido entre gobierno, aseguradores privados y pacientes, no solo incluye lo que paga el sistema de salud, sino también la carga económica de las pérdidas de años de vida saludable y de ingresos futuros por muerte prematura.

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La cifra es dramática si se tiene en cuenta que estas enfermedades en gran medida se presentan por colesterol alto, obesidad, tabaquismo, exceso de alcohol, hipertensión, diabetes, y otros factores prevenibles. Por eso el gasto sería mucho menor si todos los actores involucrados, pacientes, EPS y gobierno, trabajaran en modificar el estilo de vida de los colombianos. Pero tal como se observa en el estudio, aunque Colombia sale mejor librada que otros países de América Latina, con una prevalencia de uno de cada seis adultos enfermos, las tasas de mortalidad por enfermedad cardiaca coronaria se han incrementado en más de 90 por ciento entre 1970 y 2000.

La hipertensión, una enfermedad silenciosa y por lo tanto difícil de detectar, es la más prevalente entre los colombianos (más de 5 millones de personas), pero a su vez una de las que menor costo supone (764 millones de pesos). Si bien no mata, es un factor de riesgo de otros males, como, por ejemplo, el infarto de miocardio que afecta a 77.849 personas y cuesta en total más de 3,4 billones de pesos, lo que la convierte en la más cara de las cuatro.

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La falla cardiaca, una condición extremadamente incapacitante que se produce por lo general cuando el paciente ya ha tenido infartos o sufre hipertensión, afecta a más de 647.000 personas cuyo promedio de edad es de 61 años. Según el cardiólogo John Alexander Ramírez es de alto costo y en 2015 tratar a los afectados sumó 1,6 billones de pesos. “Una vez diagnosticados la mitad de los pacientes fallecen a los cinco años”, dice el especialista. Dicha condición, además, genera la mayor carga en las familias ya que estos enfermos requieren de un cuidador porque “en cuanto se levantan ya se quedan sin aire”, dijo a SEMANA Lynn Pezzullo, coautora del estudio.

Estas cuatro enfermedades tienen tratamientos diferentes, pero comparten los mismos factores de riesgo, por lo que una sola campaña ayudaría a mejorar los índices de todas. La educación, según Ramírez, es crucial. “Uno ve gente fumando sin tener idea del impacto que eso tendrá”, dice. También es importante que la población conozca los síntomas de alarma. Pero según Pezzullo, no solo se debe detectar a tiempo a los pacientes, “sino tratarlos y seguirlos para confirmar que están siendo controlados”.

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El reto de países como Colombia es lograrlo a pesar de los problemas estructurales y la pobreza, porque en esas condiciones es más difícil que la gente tenga la información adecuada o pueda costearse los tratamientos. Por eso el equipo de investigadores propone intervenciones como telemedicina y llamadas estructuradas de apoyo para aquellos pacientes que viven en zonas remotas. “Colombia está bien en comparación con otros países de América Latina, pero si se compara con el resto del mundo aún tiene mucho camino por recorrer”, concluye Pezzullo.