Estilo
50 años sin Coco Chanel, la mujer que revolcó la moda en París
Con una gran retrospectiva en el Palacio Galliera de París, la casa insignia de la alta costura francesa conmemora a su excéntrica fundadora.
Grandes marcas de moda hay muchas, pero sin duda ninguna tan estimada como Chanel, nacida de la genialidad y visión de Gabrielle ‘Coco’ Chanel, fallecida hace cinco décadas, tras marcar una revolución en el ropero, de manera que su innovadora inspiración fue un elemento clave en la apariencia y el gusto femenino del siglo XX. Su legado fundamental, y por el cual las mujeres le estarán siempre agradecidas, es haberlas liberado de la rigidez y aparatosidad de la centuria anterior, por las cuales parecían más decoradas que vestidas. Una de sus medidas más trascendentales fue la supresión del corsé, que estilizaba la silueta a punta de una sujeción que a muchas les causaba trastornos de salud. Los grandes sombreros, por su parte, eran un verdadero reto para mantenerse erguidas. En ese empeño por darles comodidad a sus congéneres y en un gesto de visos feministas, Coco notó que hasta en el vestuario, su sexo era víctima de desventaja frente a los hombres. Le parecía así porque las prendas de diario de ellos o las de los militares, eran mucho más fáciles de llevar y lo que hizo fue adaptarlas a la silueta femenina. Así, muchas de las chaquetas de los clásicos sastres de la casa, no son otra cosa que una recreación de los atuendos castrenses, con todo y sus botones y pasamanería. Hoy eso no tiene nada
de raro, pero hace un siglo no solo era una rareza, sino una enorme transgresión, incluso condenada por la Iglesia.
Medio siglo después de su fallecimiento, a los 87 años, Chanel sigue siendo un personaje único en el mundo del estilo, pues su sello inconfundible sigue vivo, al tiempo que concita la atención de aquellos sin ningún interés en la moda. Y todo porque su vida, que fue una real aventura, no se parece a la de ningún otro de sus colegas por lo extraordinaria, al punto que muchas veces le hace sombra a sus aportes al buen vestir. Tal es una de las razones por las que varias de las actividades con que se conmemorarán los 50 años de su muerte pondrán el foco más en su trabajo y no tanto en su biografía, contada ya en múltiples libros y películas. El principal ejemplo de ello es la muestra Gabrielle Chanel: Fashion Manifesto, en el Palacio Galliera, de París, ciudad que, a propósito, acoge por primera vez una retrospectiva de la diseñadora, a pesar de que fue desde allí que desplegó su gloria al planeta entero.
“Los clichés sobre el estilo Chanel están tan arraigados en todas partes que oscurecen el verdadero radicalismo y las habilidades técnicas que ella conquistó”, le dijo a The Times, de Londres, Miren Arzalluz, directora del Galliera, cuyo recorrido por el mundo de Chanel parte en la Belle Époque, en 1910, cuando Coco daba sus primeros pasos como modista, luego de recorrer varios orfanatos y ser cantante en un cabaret de soldados. Una de las melodías que interpretaba allí hablaba de una mujer llamada Coco y desde entonces empezó a ser llamada así.
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La futura estrella de la moda concluyó que el mejor medio para salir de la pobreza era salir con hombres ricos, como el duque de Westminster y, en especial, Arthur ‘Boy’ Capel, con cuya ayuda estableció su atelier en la Rue Cambon, que con el tiempo se
convirtió en el epicentro de la moda parisina, persiste todavía y es una visita obligada en todo recorrido por la Ciudad Luz.
Chanel no solo se deshizo del corsé en su empeño por relajar el vestuario femenino, sino que acudió a materiales que les permitieran a las mujeres moverse con mayor libertad y una sutil elegancia, de acuerdo con el catálogo de la exhibición. Ejemplos de ello, los vestidos en jersey, las blusas de marinero y hasta sus controversiales pantalones.
La magia comenzaba. El plan de Chanel de crear para las millonarias, esbeltas y delgadas daba tan buenos resultados, que para 1915 ya tenía sucursales en los glamurosos Deauville y Biarritz. Ya en los locos años 20s, cuando era lo suficientemente rica como para tener una villa en la Costa Azul y un Rolls-Royce, sería la gran modeladora de las flappers, las liberadas, sofisticadas y coquetas mujeres de la época, caracterizadas por sus vestidos de talle bajo, falda recta, blazers de flannel cabellos cortos.
Otro detalle que a Coco le molestaba del estilo antiguo, es que las mujeres olían a flores, porque de eso eran hechas enteramente las fragancias. Entonces, convocó al perfumero Ernest Beaux para crear algo nuevo. Él le llevó diez opciones y ella escogió la número cinco, con notas de jazmín, rosas, sándalo y vainilla, además de un ingrediente novedoso: aldehído, que marcó la diferencia e hizo del Chanel N° 5 un accesorio obligado de las elegantes. De ello hace exactamente 100 años, de modo que la maison está de plácemes por partida doble. El aroma, favorito de Marilyn Monroe, perdura y los expertos aseguran que con él, Coco hizo más dinero que con cualquiera otra de sus creaciones. Todo eso contribuyó a que se volviera una celebridad mundial, centro de un círculo que incluía a Picasso, Jean Cocteau e Igor Stravinsky, quien fuera parte de su larga lista de amantes, tanto masculinos como femeninos. Todo eso contribuyó a que se volviera una celebridad mundial, centro de un círculo que incluía a Picasso, Jean Cocteau e Igor Stravinsky, quien fuera parte de su larga lista de amantes, tanto masculinos como femeninos.
De hecho, eso fue lo único que conservó cuando la Segunda Guerra Mundial la obligó a cerrar su negocio y caer en los brazos del barón Hans Günther von Dincklage, un oficial de inteligencia nazi, junto con quien se instaló en el archifamoso hotel Ritz. La historia le ha reprochado este movimiento y que haya oficiado como espía de los alemanes, aunque hay quienes apuntan que fue un mero acto de supervivencia. Al terminar la contienda, la Resistencia francesa la detuvo y le habría ido muy mal, de no ser porque un viejo amigo, nadie menos que el premier británico
Winston Churchill, intercedió por ella.
Chanel se radicó en Suiza, de donde solo la sacó el furor del New Look de Christian Dior, en el cual se advertían rasgos del viejo régimen de la moda: cintura de avispa, corpiños “enconsertados”, amplias faldas. Odió todo eso al instante y se devolvió a París, a su querida Rue Cambon, en 1954, para marcar un nuevo momento de la casa. Como se lee en las notas de la exposición, perfeccionó una de sus piezas más entrañables, el sastre de tweed, señal de fama, riqueza y poder, como lo deja ver la lista de quienes lo adoptaron como su “uniforme”: Jackie Kennedy, Elizabeth Taylor, Jane Fonda, la emperatriz Farah Diba y Carolina de Mónaco entre otras. La exposición incluye justamente uno de los modelos que la casa hizo para Grace de Mónaco, madre de Carolina. En adelante, Chanel se volvió todo un emporio, que abarco la bisutería fina, cosméticos, calzado, ropa sport y toda suerte de accesorios, desde sus típicas carteras acolchadas hasta paraguas, con el célebre logo de las dos letras C. Al morir en su legendaria suite del Ritz París, en 1971, anota su biógrafa Lisa Chaney, se despedía con el orgullo de ayudar a forjar la exacta idea de la mujer moderna.