POLÍTICA
SEMANA desde el Vaticano: Salud Hernández-Mora llegó a la Santa Sede y acompaña la despedida del papa Francisco
La reportera colombo-española está en Roma y presencia las romerías de católicos en el mundo que buscan darle el último adiós a Francisco.

Por Salud Hernández-Mora
Hoy amaneció el Vaticano más solitario, con una dolorosa sensación de orfandad. El vacío que ha dejado Francisco, dueño de una atrayente personalidad, será difícil de llenar, sobre todo para la comunidad latinoamericana, que lo sintió siempre muy cercano. En ocasiones parecía que quería ser más párroco de suelas gastadas —que oliera a oveja—, que sumo pontífice; más ser humano corriente, que el elegido por un cónclave de cardenales y el Espíritu Santo.
Aunque el cuerpo del santo padre todavía reposa en su última morada, la Casa Santa Marta, donde fijó su residencia en lugar del Palacio Apostólico, y no llegará a la Basílica de San Pedro hasta el miércoles; según el portavoz vaticano, Matteo Bruni, ya se formaron largas colas de fieles que querían rendirle su particular homenaje. SEMANA las constató.
Unos llegaron para celebrar el Jubileo y les sorprendió su muerte.
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El camarlengo de la Santa Iglesia Romana, cardenal Farrell, máximo responsable desde el lunes de llevar las riendas del Vaticano, será el encargado de organizarlo. Pero antes, debió cumplir con el rito de certificar la muerte del papa, supervisar la colocación de su cuerpo en el cajón y sellar su dormitorio y su estudio en Santa Marta.
Los cardenales que ya se encuentran en la capital italiana deberán decidir cómo será la liturgia fúnebre. Pero el funeral tendrá diferencias frente a lo que ha sido tradicional en el Vaticano, para ajustarse al estilo austero, alejado de toda pompa y fastuosidad, que impuso el papa argentino desde que ocupó el trono de Pedro.
Lo vistieron con una sotana roja —color que se utiliza durante los fallecimientos de los papas—, un rosario negro entrelazado entre sus manos, y una mitra blanca. Él, cuando habló de su muerte, pidió que su ataúd, de zinc y no de cedro, estuviera cubierto, pero no ocurrió.
Tampoco lo enterrarán en la Basílica de San Pedro, junto a sus más recientes predecesores. Dejó escrito que sepulten sus restos en una tumba sencilla en el suelo de la Basílica de Santa María la Mayor de Roma, la iglesia del siglo V a donde acudía antes y después de cada viaje papal. Al inicio, para pedir a la Virgen su protección durante la peregrinación. Al regreso, para agradecer lo realizado.

“Siempre he confiado mi vida y mi ministerio sacerdotal y episcopal a la Madre de nuestro Señor, María Santísima. Por eso, pido que mis restos mortales descansen en espera del día de la resurrección en la Basílica Papal Santa María de la Resurrección”, rezaba su testamento del 29 de junio del 2022. Y agregaba que deseaba una tumba en “en la tierra desnuda”.
El papa, siguiendo el ejemplo de Benedicto XVI, dejó escrita una carta de renuncia en caso de que quebrantos de salud le impidieran ejercer su misión evangélica. No hizo falta porque cumplió su deber pastoral hasta su último aliento. Recibió al vicepresidente de Estados Unidos JD Vance y a su familia el domingo por la mañana; y aunque no pudo pronunciar el que sería su último discurso, dijo “Feliz Pascua” con un hilo de voz, monseñor Diego Giovanni Ravelli, el maestro de ceremonias de la ocasión, lo leyó en su nombre para recordar al mundo los conflictos bélicos que causan tantas tragedias, pedir el cese al fuego en Gaza, rechazar “la carrera general de rearme” y deslizar que la paz es el anhelo humano.

Quizá fue una de las mayores frustraciones de Francisco, no haber podido influir para que acabaras las guerras que solía nombrar en sus homilías, tales como las que sufren Ucrania, Gaza o Sudán, entre otras. Ahora las víctimas de las guerras lo invocarán para que les eche una mano desde el cielo.