ENTREVISTA
“Los uniformados deberían votar”: el general (r) Óscar Naranjo habla de las elecciones de 2026, de seguridad, y de Uribe y Santos
El general (r) Óscar Naranjo, exdirector de la Policía y exvicepresidente de Juan Manuel Santos, hace un balance de la seguridad nacional, cuestiona decisiones de Gustavo Petro y reflexiona sobre el panorama electoral que se avecina en Colombia.


SEMANA: ¿Hay un retroceso en la seguridad en Colombia?
Óscar Naranjo: Hablar de retroceso nos pone siempre en el imaginario de que estamos bajo las condiciones de los años ochenta y noventa. Realmente, me resisto a aceptar esa tesis. Lo que sí hay que reconocer es que hoy estamos frente a unos desafíos enormes, frente a un deterioro en las condiciones de seguridad y convivencia. Particularmente, frente a unos tipos de violencia que no suelen aparecer en las estadísticas que miden el estado criminal del país.
SEMANA: ¿Cuáles son esos tipos de violencia que no aparecen en las cifras?
O.N.: Me parece injustificado el hecho de que nos conformemos diciendo que, como no han crecido los homicidios, el país es seguro. Y desconozcamos que ha aumentado el confinamiento de comunidades, que ha aumentado el desplazamiento de comunidades, el número de víctimas como resultado de minas antipersonales, el número de policías y militares muertos y heridos en cumplimiento de su deber, y que ha aumentado la extorsión de una manera exponencial.
SEMANA: ¿Colombia tiene con qué enfrentar sus amenazas?
O.N.: Hay desbalances en el tema de movilidad. Es evidente que buena parte de la flota helicoportada, como han salido los reportes, está disminuida en su capacidad. Es necesario mencionar el tema tecnológico; yo creo que hoy la capacidad tecnológica que demandan las Fuerzas Militares y de la Policía está lejos de estar acorde con los desafíos que tenemos.
SEMANA: ¿Hoy funcionaría la seguridad democrática?
O.N.: La seguridad democrática, entre 2002 y 2010, fue tremendamente exitosa, porque estábamos bajo unas condiciones de un adversario que se presentaba de manera nítida: la guerrilla de las Farc, el ELN, los carteles del narcotráfico del norte del Valle, en ese momento con mucha fuerza. Y eso generó resultados, porque ese enfoque de seguridad democrática identificó perfectamente y caracterizó a ese adversario. Pensar hoy que esa fórmula es aplicable a una multiplicidad creciente de estructuras criminales en el territorio me parece que sería insuficiente y no sería una fórmula efectiva. Lo que creo es que estamos frente a la necesidad de aumentar nuestra capacidad de entendimiento del fenómeno que enfrentamos. Y esa capacidad de entendimiento significa aumentar capacidades de inteligencia, generar más cercanía entre la investigación de la academia con la institucionalidad, escuchar más al ciudadano y entender que esta dinámica local tiene unos conectores internacionales, transnacionales.

SEMANA: ¿El presidente Petro está entendiendo el problema de seguridad?
O.N.: Creo que el Gobierno entró con una idea maximalista de paz total. Entró también, y lo prueban los hechos, de manera ingenua a esa paz total, pensando, como lo dijo el señor presidente en su momento, que él haría la paz con el ELN en unos pocos meses. La verdad, el Gobierno fue descubriendo que su aspiración maximalista de paz y la velocidad con que quería alcanzar la paz no era realmente un camino fácil. Y ese camino fácil, que no fue así, los llevó a improvisar. Los llevó a improvisar ceses al fuego, los llevó a improvisar en la instalación de mesas, que no tenían ningún futuro, con actores de toda naturaleza.
SEMANA: ¿Qué piensa de los ceses al fuego?
O.N.: Que son la fase terminal de un proceso de negociación política y no el punto de entrada. Creo que haber recurrido a los ceses de manera anticipada, por un lado, y al mismo tiempo haber entrado en una lógica de cumplimiento de acuerdos parciales sin el desarme de esos grupos ha generado una confusión enorme en las comunidades.
SEMANA: La opinión pública dice que la inseguridad actual, entre tantas cosas, sería un efecto del acuerdo de paz.
O.N.: No. Yo creo que los colombianos caímos en una trampa lógica, si se quiere. Porque cuando uno pregunta por qué no se ha implementado el acuerdo en ese territorio, le dicen: porque no hay seguridad. Y, cuando pregunta por qué no hay seguridad, le dicen: porque no se ha implementado el acuerdo. Hoy estamos frente a un acuerdo que se ha implementado de manera deficitaria, pero el acuerdo no es el responsable. La verdad, de lo que somos responsables los colombianos, sus instituciones y los liderazgos políticos es de no haber avanzado en el cumplimiento de lo que firmamos.

SEMANA: Usted trabajó con Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos. ¿Cómo ve la relación de los dos expresidentes?
O.N.: Probablemente no sea objetivo para hacer una calificación de esa relación porque tengo respeto por los dos presidentes, pero tengo especial afecto y admiración por el presidente Juan Manuel Santos, en cuanto a que arriesgó todo su capital político para firmar un acuerdo de paz. Pero, de otro lado, dada mi cercanía con él, soy testigo directo de la cantidad de veces que el presidente Santos ha levantado, digamos, si se quiere, unas banderas blancas para decir: “Señor presidente Uribe, superemos estas diferencias”. Recientemente, lo acaba de hacer y la respuesta, que es una de las tantas, pues el país la conoció, fue una respuesta dura, cerrando las puertas a una conversación.
SEMANA: Su nombre ha sonado para una campaña en 2026. ¿Ha recibido propuestas?
O.N.: No puedo negar que en el último año hay sectores que me han buscado para que yo me lance a una campaña presidencial. He dicho que yo soy particularmente un colombiano institucional y creo que mi mejor aporte al país es tratar de que los colombianos entendamos que estos extremos radicales están erosionando la democracia. Lo que hago es invocar la necesidad de que los colombianos nos refugiemos en la institucionalidad como la fuente de legitimidad para superar las heridas de la polarización y las heridas también de un conflicto armado que persistió 50 años y que dejó muchas víctimas. Yo realmente lo que digo es que los extremos están destruyendo la posibilidad de futuro. Mientras los extremos crean que ese discurso radical genera votos, en el fondo lo que están destruyendo es la posibilidad de que haya futuro y que encontremos finalmente el sendero para proscribir esta violencia.
SEMANA: ¿Y en el futuro lo consideraría?
O.N.: Yo no me veo. Esta puede ser una respuesta que a los jóvenes les suena como que me ubico en zona de confort, porque muchos jóvenes me están pidiendo que ingrese. Yo he dicho que no soy un ser electoral. Nunca estuve bajo una lógica de hacerme elegir, de ser elegido, de conseguir votos, de conseguir financiaciones para una campaña. Yo no tengo maquinaria política.
SEMANA: ¿Usted cree que los uniformados en Colombia deberían tener mayor activismo político?
O.N.: Yo entiendo la prohibición constitucional colombiana de que los militares y policías no tienen derecho al voto, salvo después de que se retiran. La entiendo bajo la lógica que significó la violencia del año 48, una etapa nefasta de la historia cuando, particularmente, la policía se politizó. Pero creo que el país ha madurado, creo que hay unas condiciones distintas, una ciudadanía distinta. Creo que, en medio de todas las dificultades, nuestra democracia es más sólida que la de la posviolencia del 48. Y yo sí creo que en algún momento habrá que ver de qué manera, no para que haya activismo, sino para que haya derecho al voto, se abre ese camino. Pensar en unas fuerzas militares activistas es peligroso en una democracia. El derecho al voto significa no proselitismo, no activismo y, por lo tanto, habría que mirar a futuro cómo se hace eso, de manera que no se abra la puerta al activismo o a la manipulación de la política con los militares.

SEMANA: ¿Cree que los uniformados deberían votar?
O.N.: Yo creo que llegó la hora de que los uniformados deberían votar.
SEMANA: ¿Cómo ve el panorama frente a Estados Unidos y el fantasma de una posible descertificación?
O.N.: Ese escenario tiene un punto de partida. Según el sistema de monitoreo de cultivos y producción de droga en Colombia, de manera exponencial o geométrica, calculó que de 1.200 toneladas pasamos en dos años a producir 2.600 toneladas de clorhidrato de cocaína. Esa es una cifra que no se había visto en la historia de la producción de cocaína en el mundo. ¿Qué es lo que yo veo hoy como un verdadero peligro? El ejercicio de gobernanza criminal de estas estructuras. Ejercen control territorial, imponen reglas de comportamiento a los ciudadanos, cooptan autoridades locales vía corrupción o intimidación y protegen sus fuentes de economía criminal. Al Estado le resultó un nuevo adversario en el territorio; ya no es una guerrilla, sino una multiplicidad de actores. La certificación no está asegurada.
