POLÍTICA
Los secretos de la Operación Jaque: Ingrid Betancourt y cuatro historias, casi inexplicables, que narraron las víctimas y sus protagonistas
Un encuentro en Estados Unidos llevó a varios de los rescatados a reafirmar que, más allá de la inteligencia militar, hubo coincidencias inexplicables que permitieron su liberación. SEMANA las revela.
Esta semana, la Operación Jaque, una de las más exitosas de la inteligencia militar en la historia reciente del país, cumplió 16 años. Aunque se cree que la historia está totalmente contada, hay capítulos desconocidos. Algunos protagonistas consideran que una serie de hechos extraordinarios permitieron la hazaña de engañar a las Farc y liberar, entre otros, a Ingrid Betancourt y los estadounidenses Thomas Howes, Keith Stansell y Marc Gonsalves.
En 2009, un año después del éxito de Jaque, los protagonistas se reunieron en Estados Unidos para celebrar la operación. Asistieron exsecuestrados y militares. Fue una especie de cita privada en la que cada uno se confesó y contó secretos. Quince años después, SEMANA los revela.
Uno de los testimonios más conmovedores fue el de un coronel del Ejército que participó en la concepción de la estrategia militar. Contó que, después de planear la operación de forma detallada, se arrepintió antes de ponerla en marcha. Había requerido al entonces general Mario Montoya, comandante del Ejército, para que le diera vía libre al operativo, y él, a su vez, se había comunicado con el entonces ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, y el presidente Álvaro Uribe, quien autorizó la Operación Jaque.
Cuando la orden fue confirmada, el coronel comenzó a dudar. Su plan podría ser exitoso o, por el contrario, un desastre que podría costarles la vida a militares y secuestrados. El costo político y judicial de un fracaso sería incalculable.
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Llevado por la presión y la angustia, el alto oficial, cuyo nombre no se revela por seguridad, sintió la necesidad de asistir a una misa y fue a una iglesia cercana al comando del Ejército en Bogotá. Cuando llegó, el sacerdote, sorpresivamente, le pidió que fuera al atril para la primera lectura.
El texto que comenzó a leer en voz alta lo dejó perplejo: era Éxodo, versículos del 3 al 7, cuando Dios envía a Moisés a liberar a su pueblo de Egipto: “Ve, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel”. Entonces, Moisés respondió: “¿Quién soy yo para sacar de Egipto a los hijos de Israel?”. Y Dios le dijo: “Ve, porque yo estaré contigo”.
El coronel sintió frío en su cuerpo, según narró, y pensó que era un claro mensaje para él. La Biblia le estaba transmitiendo la certeza del éxito de la operación y la fuerza y la valentía para seguir adelante.
Luego ocurrió otro suceso que llevó a más de un exsecuestrado y a algunos militares a pensar que Dios hizo lo propio para facilitarles la liberación. Los oficiales que manejaron los dos helicópteros que participaron en Jaque tenían que partir desde Tolemaida, cruzar los Andes y llegar hasta las profundidades de la selva del Guaviare, en medio de una plantación de coca, a recoger a los rehenes. El problema era el abastecimiento de combustible de las aeronaves.
“Con los helicópteros había una limitación de tiempo por el combustible. Los pilotos tenían claro que no podían demorarse y viajaron de madrugada esperando que no hubiera mucha nube para tener la visibilidad indispensable y cruzar rápidamente por encima de los Andes hasta llegar al objetivo”, dijo uno de los protagonistas. El plan era recoger a los secuestrados a las diez de la mañana, pero llegaron hora y media más tarde.
Uno de los pilotos confesó que ese día, para infortunio de la tripulación, el estado del tiempo jugó en contra. “Había muchas nubes. Tocó dar vueltas esperando a que se despejara el horizonte”. Se iba perdiendo combustible e, incluso, se contempló abortar la misión. En medio del desespero y la angustia, el piloto gritó en la aeronave: “Carajo, Dios mío, si tanto quieres que vayamos por ellos, ayúdanos a abrirnos el paso”.
De repente, según el piloto, se abrió una especie de túnel de luz entre las nubes, él condujo la aeronave hacia esa zona y por ahí sobrevoló.
“Él dice que vio cómo el segundo helicóptero iba pasando detrás de él y se volvía a cerrar el túnel de las nubes detrás de ellos. En ese momento, pensó que Dios estaba haciendo el milagro”, añadió.
Cuando Ingrid Betancourt tocó tierra en la base militar de Tolemaida tras más de seis años de secuestro, quien subió de primero al avión fue el entonces ministro de Defensa, Juan Manuel Santos.
“Lo primero que me dijo fue: ‘Ingrid, mira, tengo la medalla de la Virgen Milagrosa en la mano y no la he soltado desde que salieron de aquí por ustedes. Mi esposa, María Clemencia, está en Francia y la mandé a la Rue du Bac, donde la Virgen Milagrosa se apareció, para que rezara sin decirle para qué necesitaba que rezara. Ha sido una espera muy angustiante. Pero ya estás aquí, ¡la Virgen nos hizo el milagro!’”, le dijo Santos.
Cuando Betancourt narró este episodio en Estados Unidos, los demás quedaron perplejos con las historias coincidentes. Betancourt contó que su padre, Gabriel Betancourt Mejía, la bendijo y la encomendó al Sagrado Corazón el último día en que se vieron, el 22 de febrero de 2002, un día antes de su secuestro. Su padre falleció al mes, el 23 de marzo de 2002.
Esa noche, su padre le recomendó que viajara para cumplir con su palabra y con el compromiso adquirido con San Vicente del Caguán. Él estaba recuperándose de un infarto, llevaba puesta una máscara de oxígeno, y se la quitó para decirle, mirando fijamente un cuadro del Sagrado Corazón que tenía en su cuarto: “Señor Jesús, aquí en tus manos te dejo esta niña. Sagrado Corazón, protégemela”. Fue la bendición de despedida. Nunca más se volvieron a ver.
Betancourt es prudente a la hora de hablar de estos temas, pese a que es doctora en Teología de la Universidad de Oxford.
Sin embargo, cuando SEMANA la contactó para saber más sobre dichos sucesos, confirmó que al final de su secuestro, en junio de 2008, le pidió al Sagrado Corazón que le enviara una señal que le indicara la fecha de su salida de la selva. “Dame una indicación porque ya no aguanto más. Pero, si sé hasta cuándo tengo que esperar, podré resistir”, pensó.
Días después, uno de los comandantes de las Farc encargado de los secuestrados, y quien la mantenía encadenada después de un intento de fuga, le entregó una información que ella no creyó: “Decía que una comisión europea visitaría a los secuestrados”.
Lo que no imaginó Ingrid y tampoco su secuestrador era que él le estaba indicando a ella la fecha de su liberación: esa comisión, en realidad, era la Operación Jaque, que traería infiltrados a aquellos militares que la liberaron y a 14 secuestrados más de las garras de las Farc.
Por eso, 16 años después, muchos de los exsecuestrados y de los militares concluyen que lo que no se ha contado de la Operación Jaque “es la intervención de Dios en la estrategia militar”.