POLÍTICA
“Las Farc sí lo mataron, pero no fue Lozada”: la versión de alias Martín Sombra sobre el magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado
El exguerrillero de las Farc dio su versión sobre los hechos. Dijo que el senador de Comunes no fue el responsable como ha dicho ante la justicia transicional.
En entrevista con SEMANA, Elías Mejía, más conocido con el alias de Martín Sombra o El carcelero de las Farc, dio detalles de uno de los casos más sonados cometidos por esta organización, en la criminalidad, la muerte del líder conservador Álvaro Gómez Hurtado.
Según detalló Martín Sombra, el magnicidio sí habría sido cometido por el grupo guerrillero, pero no propiamente por Carlos Antonio Lozada, como lo reconoció el excomandante ante la Jurisdicción Especial para la Paz. “Él se puso a decir que había organizado el comando para matar al excandidato presidencial. Allá él. Que responda por lo que dice”, aseguró el exguerrillero.
Además, detalló que el Mono Jojoy tuvo conocimiento del crimen perpetrado. “Sí. Las Farc son las responsables de la muerte del doctor. Lo dijo Jorge Briceño, el Mono Jojoy. Un día estaba subiendo a unos marranos para llevarlos a los campamentos, cuando llegó el Mono y me dijo: ‘¡Hombre, coronamos, pelamos al doctor Álvaro Gómez Hurtado!’. Dijo ‘pelamos’. Entonces, las Farc sí lo mataron, pero no fue Lozada. Que se desenrede él que se puso a hablar pendejadas”, afirmó Martín Sombra.
Además, reconoció que no habla con Lozada y que él le tendría temor porque sabe cosas del exguerrillero. “A Lozada le da miedo porque yo sé mucha cosa de él. Incluso, él es… rosqueto”, dijo el carcelero de las Farc.
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Asimismo, llamó a Timochenko “traidor” y aseguró que cayó en el cargo en paracaídas. “Hizo meter en el proceso de paz a Iván Márquez, a el Paisa, a Romaña, a Gentil Duarte. Cuando ellos vieron cómo era la cosa, se abrieron”, aseguró Martín Sombra.
Lea la entrevista completa a alias Martín Sombra, el carcelero de las Farc:
SEMANA: ¿Cómo prefiere que lo llamen?
MARTÍN SOMBRA: Martín Sombra, como siempre. No tengo ningún problema. Soy más conocido que el arroz.
SEMANA: ¿Por qué está libre?
M.S.: Tuve abogados muy buenos. Estuve casi 10 años en la cárcel y fundé una ONG con una doctora holandesa. Tengo que presentarme cada mes a Justicia y Paz. Cuando me llamaron esta semana, me dijeron que podía ser excluido de los beneficios si no daba mi versión. Pero lo que he dicho ya lo dije en Justicia y Paz y en la justicia ordinaria. Como no tengo ningún problema, fui.
SEMANA: ¿Cree en la paz total del presidente Gustavo Petro?
M.S.: Es el mundo al revés. Petro ha prometido varias cosas, no le alcanzan los labios para tapar sus dientes. Eso no lo va a cumplir. Cumplirá algo. Qué paz, ni qué. El mundo necesita la guerra y que se vendan fusiles. Es un negocio. ¿Qué paz va a haber? Es más fácil tomarle una foto a una manada de micos.
SEMANA: ¿Volvió a hablar con Ingrid Betancourt?
M.S.: No. Recuerdo que, en los cumpleaños, ella solo sabía hacer tortas de chocolate (sonríe). Era muy cercana a Chirilí (una de las novias de Sombra) y le enseñó a bailar tango y salsa.
SEMANA: ¿Cómo es la historia de las serenatas?
M.S.: Durante el secuestro, Ingrid amanecía aburrida y me decía: “Sombra, cánteme”. Le preguntaba cuál melodía. A ella le gustaba Cariño santo. Y Luis Eladio Pérez, quien era muy amigo de Ingrid, me pedía música de José Alfredo Jiménez, especialmente Ella. Yo les cantaba. Ingrid debió tener un amor, quizás de niña, porque oía esa canción y se le bajaba y se le subía la emoción.
SEMANA: Esta pregunta es incómoda, ¿pero qué pasó con el papá de Emmanuel, el hijo de Clara Rojas?
M.S.: Está vivo. Dijeron que estaba muerto, pero no. No lo fusilaron. A mí me mandaron a Clara Rojas embarazada. Tenía una oficina en la selva y veía y oía todo lo que hablaban los secuestrados. Además, tengo oído de tísico. Un día, Ingrid y Clara Rojas alegaron. La última decía que el secuestro le había ocurrido por metida, por venir al Caquetá de asistente de Ingrid. Y ella le respondió: ‘No joda, ya estamos acá metidas, y si sigue jodiendo, voy y le digo a Sombra que usted está preñada’.
SEMANA: ¿Y qué pasó?
M.S.: Escuché eso y quedé mudo. Me pregunté, ¿preñada? Las llamé a las dos. Ingrid me dijo que era mejor que Clara me contara. Ambas son muy decentes. Clarita me contó. Juaco Sur o Taqueta, como llamaban al muchacho, quien en esa época tenía como 20 años, fue sancionado por eso. Era un joven muy bien presentado. Era un peleador tremendo, se encontró con la doctora y la embarazó. Le metí huecos de basura, leñas y ranchería como castigo. El papá de Emmanuel está vivo.
SEMANA: ¿No se arrepiente por el secuestro? Como carcelero, ¿pensó dejar en libertad a las personas?
M.S.: No. Hacía parte de una organización de izquierda y tenía ese plan de reventarle el ego al Estado.
SEMANA: ¿Carlos Antonio Lozada sí tuvo que ver en el magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado?
M.S.: Él se puso a decir que había organizado el comando para matar al excandidato presidencial. Allá él. Que responda por lo que dice.
SEMANA: Pero usted tuvo que escuchar algo sobre la muerte del líder conservador.
M.S.: Sí. Las Farc son las responsables de la muerte del doctor. Lo dijo Jorge Briceño, el Mono Jojoy. Un día estaba subiendo a unos marranos para llevarlos a los campamentos, cuando llegó el Mono y me dijo: ‘¡Hombre, coronamos, pelamos al doctor Álvaro Gómez Hurtado!’. Dijo ‘pelamos’. Entonces, las Farc sí lo mataron, pero no fue Lozada. Que se desenrede él, que se puso a hablar pendejadas.
SEMANA: ¿Es cierto que Piedad Córdoba le ordenaba a las Farc cuál secuestrado se liberaba primero?
M.S.: Es falso. Incluso, una vez tuvimos un altercado. Después de dos días de trasnocho, llegué al campamento de El Diamante (en las profundidades del Yarí) y el comandante Negro Cunta estaba bailando salsa y tomando trago con la doctora Piedad Córdoba. Los muchachos me llamaron y me dijeron: ‘Sombra, no dejan dormir’. Llamé al negrito y le dije: ‘¡Qué belleza. Nosotros peleando en el monte y usted aquí tomando whisky con la doctora! Me hacen el favor y me dejan dormir porque la gente que viene está cansada’. Veníamos hasta con heridos. Seguro, Piedad Córdoba no se acuerda de eso, pero allá iba.
SEMANA: ¿La vio en más oportunidades en los campamentos?
M.S.: Solo fue esa vez. Pero ella, al menos que sepa, no está involucrada en secuestros. Digo lo que es.
SEMANA: Dicen que Piedad afirmaba que Ingrid era la “joya de la Corona” y pedía que la dejaran de última en las liberaciones.
M.S.: Eso es falso. A los prisioneros los cargaba yo. Una vez el Mono Jojoy me llevó a un periodista para hablar con los prisioneros. Él los filmó. A los diez minutos, saqué a los secuestrados y a los 20 le estaban lanzando bombas a Cárcel Segura, como llamábamos al lugar. No sabemos qué pasó, pero le dije al camarada Manuel Marulanda: ‘No voy a admitir, de ahora en adelante, que el Mono me lleve periodistas a mis campamentos. Si no, les entrego a mis prisioneros’. No sabemos qué ocurrió.
SEMANA: Usted le dijo a la JEP que entrenó a niños caníbales. ¿Cómo así?
M.S.: Hay una tribu que come gente. Son caníbales, indios, salvajes. En medio del entrenamiento de las fuerzas especiales de las Farc les di orientaciones a los niños para que, en un eventual caso de desplazamiento, si no encontraban el alimento, la carne de humano servía para comer. Allá no se les obligó a que hicieran eso. Se les orientó, se les dijo que el humano servía para comer, pero no lo llevaron a la práctica. De pronto fue un malentendido. Les dije: ‘aprendan’. Pero allá nadie comió gente. Ningún alumno se iba a comer a otro.
SEMANA: Usted entrenó a más de 700 niños. ¿Cómo así que nadie se los aguantaba?
M.S.: Eran muchachos inquietos, muy cansones. El Mono Jojoy los recogió. Al rato les estaban lanzando piedras a las carpas, se comían los enlatados. Se los tiraron al Negro Cunta y le mamaron gallo. Le decían ‘qué negro tan feo’. Él se chocó y dijo que no cargaba más con esos muchachitos. Se los mandaron al comandante Rafael Político y tampoco. Entonces dijeron: ‘mándenlos a donde Sombra’. Les respondí: ‘qué pena, pero no soy un taller de arreglar gente’. Finalmente me los entregaron. Llegué en camioneta al campamento donde estaban y les dije: ‘de ahora en adelante, los voy a llamar ‘los patos’ porque cagan en toda parte; no tienen juicio’. Les anuncié que los apretaría, les dije lo que hacía y les pregunté si se comprometían a hacerme caso. Respondieron que sí. Esa noche durmieron sin comida para que vieran quién era su comandantico. A mí sí me hicieron caso. Les dije que si encontraba quejas de ellos, eran tres días en el monte, en movilidad continua y no los dejaba tomar sino agua. Pero no hubo quejas.
SEMANA: ¿Qué les enseñó?
M.S.: Encorvado bajo, alto, arrastre, polígono, explosivos, comunicaciones, enfermería, entre otras cosas. También a ahorcar sin fallar. El apretonazo. Es cuando el enemigo me da la papaya, lo cojo del cuello y solo lo suelto cuando usted… le puede dar en otras partes vulnerables: la nariz, la oreja; lo puede partir.
SEMANA: ¿Esos niños hacían parte de las fuerzas especiales?
M.S.: Se les entrenó para eso. Esos muchachos han salido para diferentes partes del país. Hay unos en las autodefensas, en el Clan del Golfo…
SEMANA: ¿Es cierto que esos entrenamientos eran secretos?
M.S.: Tirofijo estaba informado. Eso se llama compartimentación de secretos. El Mono Jojoy también lo sabía.
SEMANA: ¿Se arrepiente?
M.S.: Claro. Uno se arrepiente por haber entrenado a muchachos que hoy le están haciendo daño a la humanidad. Yo pido perdón. Incluso, en Villavicencio, me tocó pedir perdón.
SEMANA: ¿Sandra Ramírez, hoy senadora, también sabía de eso?
M.S.: Ella no hacía sino lavarle los calzoncillos a Manuel Marulanda. La quiero mucho porque Marulanda, para mí, era como un padre. Ella era la que le hacía el caldo de papa con arepa asada, el chocolate con queso, el sancocho, el arroz.
SEMANA: ¿Ella tuvo algún poder en las Farc?
M.S.: No. Lo acompañaba a él, cuidaba al viejo, era mi padrino. Ella hacía vida marital con Tirofijo. La trajimos del Frente 20 en 1984 a hacer un curso de enfermería. Se encontró con el viejo y a él le gustó la muchacha. A ella también le gustó el viejito.
SEMANA: ¿Se habla con Carlos Antonio Lozada?
M.S.: No, tampoco. A Lozada le da miedo porque yo sé mucha cosa de él. Incluso, él es…
SEMANA: ¿Qué es?
M.S.: Rosqueto.
SEMANA: Hay señalamientos en contra de él que apuntan a que abusaba de niños.
M.S.: ¿De dónde iba a abusar si allá estaba al mando de nosotros? Él solo salía a dar charlas sobre estatutos y programas. Descubrimos después que era rosqueto. En ese estado mayor había dos. Y fusilamos al gay y al que era el novio del gay. Con eso, eso se detuvo.
SEMANA: ¿Volvió a hablar con Rodrigo Londoño?
M.S.: No. Ni hablaré porque es un traidor. No tuvo por qué postularse como comandante de las Farc porque no le daba (el perfil) y se postuló. Cayó en paracaídas. Hizo meter en el proceso de paz a Iván Márquez, a el Paisa, a Romaña, a Gentil Duarte. Cuando ellos vieron cómo era la cosa, se abrieron.
SEMANA: ¿Es decir, los engañó?
M.S.: No. No los engañó. Él, buscando sus lucros personales, los involucró y los hizo desmovilizar. Cuando vieron el problema en que estaban metidos, ellos se fueron.
SEMANA: ¿De dónde sacó la información de que a El Paisa y a Jesús Santrich los mató el comandante de las disidencias, Jerónimo Aljure?
M.S.: Jorge Eliécer o Jerónimo Aljure, quien después se puso el apodo de Arturo Ruiz, mi comandante de orden público, se armó y se abrió. Romaña empezó a hacerle la guerra; y Santrich habló más de lo necesario. Por cierto, no sé de dónde sacaron a ese ciego. Nunca lo conocí allá en la selva. Jorge Eliécer fue mi alumno. A los 13 años lo conocí, coleador, enlazador. Era menor de edad. Un buen llanero.
SEMANA: ¿Y qué pasó?
M.S.: Lo que me dicen es que Jorge Eliécer comienza a llamarlos a reunirse. Estaba armado y peló a Romaña, a el Paisa, a Santrich. Ellos estaban en Venezuela. Les fue dando.
SEMANA: ¿Cómo se enteró de esa versión?
M.S.: Tengo mucha gente campesina que me cuenta cosas. A Gentil Duarte también lo ‘toteó’ Jerónimo Aljure.
SEMANA: ¿Aljure sí tenía poder para matar a el Paisa, a Romaña y a Santrich?
SEMANA: ¿Le ve ganas a Iván Márquez de negociar la paz nuevamente?
M.S.: Ellos buscan a ver cómo se acomodan.
SEMANA: Usted sabía sobre las caletas de las Farc. ¿Todas fueron extraídas o algunas quedaron en el monte?
M.S.: Tenía el poder sobre toda la plata. A quien me las entregó se las entregué: a Manuel Marulanda Vélez. No sé qué harían con ellas. Las entregué en un sitio. Las finanzas estaban centralizadas desde 1984. Los frentes eran antes como ruedas sueltas. Desde allí, se plasmó la centralización de las finanzas. Cada tres meses los comandantes tenían que llevar un balance.
SEMANA: ¿En dónde enterraron las caletas?
M.S.: En el Yarí. Ese dinero estaba guardado cerca de la laguna del Miedo. A las 2:00 de la tarde, usted veía asolearse a una especie de culebra que en las películas llaman anacondas. Entonces, nadie iba. Solo con ver a un bicho de esos, uno se devuelve. Allá estaba el dinero. Manuel Marulanda me confiaba la plata. Él dio una orden. Decía que ni el Mono Jojoy, ni Grannobles, ni nadie manejaba eso. La plata no tiene amigos, me decía.
SEMANA: ¿Cómo es su relación con el Partido Comunes?
M.S.: Ninguna. No me llamaron y no los he llamado. Si me llaman, ni voy. Se metieron allá por lucros personales, por toda esa plata que les pagan, y no soy de esos. Para eso hubiera robado a las Farc. Cuidé 6.000 canecas de 600 millones, más de 40 toneladas de oro, más de 30 de esmeralda. Y ni Manuel Marulanda ni yo fuimos ladrones.
SEMANA: ¿Cómo cree que será su muerte?
M.S.: La estoy esperando desde los 10 años, no ha llegado, bienvenida la hora que llegue y sea como sea.
SEMANA: ¿Qué les dice a quienes lo tildan de loco, incluso el propio Rodrigo Londoño?
M.S.: Por sus hechos los conoceréis. Si me ven loco salgan y digan que soy un demente. Estoy esclareciendo lo que es. Él no tiene nada que esclarecer. Lo nuevo sin lo viejo no puede subsistir. No tengo la culpa de haber llegado a las Farc antes que ellos.
SEMANA: Por último, usted anda tranquilo por las calles, ¿no teme por su seguridad?
M.S.: No. No tengo enemigos. Mi único enemigo es Ricardo Granda ―en la selva le llamábamos Ricardo, pero ahora le dicen Rodrigo, el canciller de las Farc―, él dijo que yo era traidor, él sabrá responder si algo me pasa. Yo de Timo no tengo nada qué decir.