Entrevista

Las duras advertencias del cardenal: monseñor Luis José Rueda hace un balance del Gobierno Petro, pide la unidad nacional y que se detenga la “fábrica de muertes en Colombia”

Monseñor Luis José Rueda, máximo jerarca de la Iglesia católica en el país, hace un balance del Gobierno de Gustavo Petro, pide la unidad nacional y que se detenga la “fábrica de muertes en Colombia”.

12 de abril de 2025, 8:01 a. m.
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| Foto: Semana

SEMANA: ¿Cuál es su mensaje a los fieles en esta Semana Santa que comienza?

LUIS JOSÉ RUEDA: Estamos muy en comunión con el santo padre, el papa Francisco, quien desde el comienzo de la Cuaresma, antes de ser internado en el hospital, nos dio un mensaje que se prolonga durante la Semana Santa y es muy actual para nosotros los colombianos: la invitación a caminar juntos en esperanza. A caminar, no quedarnos quietos. Caminar significa avanzar, no retroceder, caminar juntos, no en soledad, no en individualismo ni en indiferencia, todo con la mira puesta en Cristo Jesús.

SEMANA: Monseñor, ¿usted cómo ve a Colombia hoy?

L.R.: Colombia, como todos los países de América Latina, pasa por unas transiciones que nos desafían a todos, que nos preocupan, pero que nos deben invitar al compromiso. Hay situaciones muy complicadas en el país. No deja de preocuparnos profundamente lo que ocurre en las regiones con el conflicto armado, con la proliferación de grupos armados de distinta índole, con las economías ilegales, el abandono del Estado, con tantas muertes. Es que Colombia se ha convertido en una fábrica de muertes violentas en las ciudades y territorios periféricos. Eso no nos deja indiferentes, no nos deja tranquilos. Debe detenerse.

SEMANA: ¿Es un problema histórico o reciente?

L.R.: Usted y yo sabemos que eso es histórico, pero se está recrudeciendo. Hay factores que influyen para que se recrudezca. Hay desafíos que deben ser nuevos: cómo afrontar, cómo mirar, cómo analizar, qué proponer, por dónde encontrar salidas, y ahí nos encontramos con que tenemos que entrar en juego todos. No podemos decir que unos aportan y otros reciben, sino que todos aportamos y todos recibimos.

SEMANA: ¿Qué le pide a Dios en Semana Santa?

L.R.: Que nos dé sabiduría, así lograremos entendernos, mirarnos, dialogar en medio de las diferencias. Una de las características de los 12 apóstoles que caminaron con Jesús es que era un grupo de distintas personas, con diferentes maneras de ver la fe, personalidades y culturas, pero Jesús los llevó a la unidad, a tener una sabiduría fraterna y comunitaria. También que nos dé la capacidad de reconocernos y de respetarnos entre nosotros. Y, tercero, que nos dé una visión de país, no de corto plazo, sino de largo plazo, de tal manera que los momentos coyunturales no nos atrapen y nos quiten la libertad, sino que nos permitan caminar por un horizonte común.

SEMANA: ¿Qué análisis hace del Gobierno de Gustavo Petro?

L.R.: Creo que el Gobierno del presidente Gustavo Petro ya está viviendo la recta final, pero puede estar distrayéndose en lo que viene, que es la campaña electoral de 2026, y puede estar perdiendo fuerza en el servicio para el cual fue elegido y para los cambios que la comunidad colombiana esperaba. Este es un momento difícil. Yo llamaría a no perder la ruta del servicio al bien común de todos los colombianos, en todos los ámbitos del país, porque, si no, nos va a absorber totalmente el tren, que ya empezó a caminar, de la campaña electoral, y muchas cosas en el país pierden fuerza. Están bajo el riesgo de la distracción.

SEMANA: Es decir, su llamado al Gobierno Petro es que se concentre en gobernar.

L.R.: Sí, a dedicarse totalmente, las 24 horas, los siete días de la semana, a estar con las comunidades y a servir en la conducción del país para encontrar soluciones concretas a los problemas que tenemos. De otro lado, es importante la unidad nacional.

SEMANA: ¿Qué opina del gabinete? Petro ha cambiado frecuentemente de ministros.

L.R.: Sí, eso es algo que no ha permitido una continuidad. Alguien puede decir que hay una riqueza y una dinámica. Se puede leer de distintas maneras, pero puede tener un costo en la no continuidad en los procesos que se inician y eso puede jugarles una mala pasada no solo al país, sino al mismo Gobierno.

SEMANA: La paz total no avanzó. ¿Qué está pasando?

L.R.: Más que hablar de la paz total, diría la paz como una necesidad de los colombianos y un trabajo que exige la participación de todos. Hay grandes dificultades: la paz está amenazada especialmente por las economías ilegales como el narcotráfico, la minería ilegal, la deforestación, que también es ilegal, y con la cual se financian las armas. Para que se logre la paz se tienen que silenciar las armas, y Colombia es un país consumidor de armas. ¿Por dónde entran? ¿Quién las fabrica? ¿Quién las comercializa? ¿Qué país las provee para que Colombia tenga tantas armas? Tendríamos que preguntarnos eso y ver por qué las economías ilegales producen tanto dinero.

El máximo jerarca de la Iglesia católica atendió a SEMANA en Bogotá.
El máximo jerarca de la Iglesia católica atendió a SEMANA en Bogotá. | Foto: juan carlos sierra-semana

SEMANA: ¿Qué hacer con el ELN? Tampoco van a firmar la paz con el Gobierno Petro.

L.R.: No solamente con este Gobierno, sino con muchos. En la historia tenemos los esfuerzos en Tlaxcala, Maguncia, Cuba o Venezuela. Con el ELN ha sido difícil porque pareciera que no quisieran negociar, pareciera que tuvieran un orgullo interior que les impide decidirse por la vía de la participación en la política sin armas, como que no se sienten bien sin las armas y sin los uniformes. Un ELN con más capacidad de diálogo con Colombia y más compromiso político sería capaz de entrar al tejido político y económico de nuestro país, sin armas, sin uniformes y con ideas. Ese es el ELN que esperamos algún día.

SEMANA: El tiempo va pasando y no se sabe quién llegará a la Casa de Nariño en 2026.

L.R.: Nosotros debemos centrarnos en el trabajo por la paz. Independientemente de que lo logre un Gobierno u otro, lo debemos lograr todos los colombianos. Por eso, mi invitación al ELN y a todos los grupos armados que se financian de economías ilegales y que hacen sufrir al país es que, sin importar el Gobierno que sea, no le cobremos ideológicamente al país las dificultades que tiene un grupo armado con otro o lo que tienen los grupos armados con el Gobierno de turno. Lo importante es que miremos a los colombianos como hombres y mujeres que necesitamos ser respetados y valorados en la dignidad como ciudadanos.

SEMANA: Hay una gran preocupación por la emergencia humanitaria en el Catatumbo. ¿Qué recomendaciones hace la Iglesia frente a lo que está sucediendo?

L.R.: Hay que seguir trabajando en el Catatumbo. Me llama mucho la atención el trabajo que desarrollan monseñor Israel Bravo Cortés y Orlando Olave, y los sacerdotes de esta región, además del Chocó, Cauca, Nariño y Magdalena Medio. Valoro inmensamente que ningún sacerdote le dice al obispo que se va de la región porque hay un conflicto armado de muchos años. Se ordenan jóvenes, de 26 o 27 años, y a donde los mande el obispo ahí se quedan. Permanecemos, como lo hizo el clero, las religiosas y los laicos servidores en la pandemia. Hoy tenemos una especie de pandemia prolongada por las economías ilegales y la violencia, y nos corresponde permanecer, no desfallecer, y permanecer proactivamente buscando soluciones.

SEMANA: Se habla de paz, pero los expresidentes no se pueden ni ver. Ernesto Samper y Andrés Pastrana están en los extremos, Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos ni se miran, César Gaviria y Gustavo Petro, igual. ¿Qué hacer?

L.R.: Hay que invertir la pirámide, como diría el papa Francisco, no empezar por los expresidentes hacia abajo hasta llegar a las Juntas de Acción Comunal. Hay que iniciar con las familias y el diálogo para que en nuestro metro cuadrado, donde tenemos influencia e incidencia, podamos generar nuevas relaciones, nuevas formas de encuentro con personas con quienes compartimos.

SEMANA: ¿Usted llamaría al diálogo a los expresidentes en Colombia?

L.R.: Los llamaría permanentemente al diálogo y lo hemos propiciado con unos, con otros. Les hemos dicho que es muy importante que, así como en una familia papá y mamá son capaces de encontrar solución a los conflictos, por vías de respeto del uno al otro y valorando las diferencias, ellos también, que han recibido el carisma y el don de Dios de liderar este país. Tienen la responsabilidad moral, social e histórica de sentarse a dialogar.

SEMANA: ¿Cómo ha buscado la Iglesia que los expresidentes se sienten a dialogar?

L.R.: Encontrar a los expresidentes de Colombia es encontrar historia, incluso, como la nostalgia de no haber podido realizar lo que ellos querían, de tener unos ideales cuando se presentaban como candidatos y después ver que era casi imposible realizarlos plenamente. Ver cómo de candidatos aplaudidos pasan a ser expresidentes casi olvidados. Esa es una realidad muy humana. Entonces, cuando encontramos a los exmandatarios y dialogamos con ellos, lo hacemos de una manera familiar, coloquial, profunda, respetuosa, amable, de tal manera que uno encuentra la profundidad del ser humano, sin máscaras, sin el título de presidente, sino con ese rostro de papá, hermano, hijo, de ciudadano. Eso me ha enseñado a respetarlos a cada uno y no hacer una lectura de lo que hicieron en el pasado, sino a sentir que a ellos, con la experiencia que tienen, pudiéramos aprovecharlos más para tejer el futuro.

SEMANA: ¿Usted ha tratado de sentar a los expresidentes en una misma mesa a dialogar?

L.R.: No todos, de a uno; hemos dialogado uno a uno. Esperamos que en algún momento las condiciones de Colombia se den para que haya un encuentro y muchas reuniones, y un proceso de trabajo en común de los expresidentes sirviendo al mandatario que esté de turno con una opción de país, con una opción de nación unificada y de búsqueda de ese horizonte del bien para todos los colombianos. Vamos a rezar, yo confío en que la razón triunfará.

Monseñor Luis José Rueda se refirió a la situación del país. | Foto: juan carlos sierra-semana

SEMANA: Se acercan las elecciones de 2026 y el país está muy polarizado. ¿Qué mensaje envía la Iglesia a los sectores políticos?

L.R.: Diálogo, dialogar mucho, encontrarse, ser capaces de mirarse entre diversos. El diálogo es de lo más humano que hay.

SEMANA: La salud del papa Francisco atraviesa dificultades. Recientemente, ¿se alcanzó a asustar y pensó que tendría que viajar a Roma para elegir a otro papa?

L.R.: Más que pensar en el cónclave y en otras elecciones, la enfermedad del papa me ha hecho pensar que él, como Juan Pablo II y Benedicto XVI, ha dado todo por el Evangelio, se ha entregado totalmente hasta el punto de sufrir enfermedades que lo limitan físicamente. Conociendo al papa Francisco, un hombre misionero, de encuentro con las comunidades, con las personas, de diálogo, él nos contaba que se levanta muy temprano a orar y que tiene sus momentos muy profundos de encuentros con el Señor. Yo creo que él está enseñándonos a envejecer con las enfermedades, a no destruir nuestra vida cuando llega la enfermedad, a seguir confiando en medio de la enfermedad, a agradecer a aquellos que nos acompañan en medio de las limitaciones físicas. El papa tiene la necesidad de que alguien lo bañe, lo vista, lo alimente, lo lleve en silla de ruedas y le ponga la máscara de oxígeno. Esa situación de dependencia nos la muestra el papa con sus signos a sus 88 años de vida. Incluso en la ancianidad debemos valorar nuestra vida frágil y ser conscientes de que con salud y con la enfermedad siempre necesitamos de otros.

SEMANA: El papa Francisco transformó la Iglesia, abrió la puerta a los incrédulos y mucha gente volvió a acercarse a la religión católica. Sería muy difícil escoger a un sucesor de esos quilates.

L.R.: El Espíritu Santo ya tiene elegido al sucesor del papa Francisco. El Señor, en su providencia y en su misericordia, sabe qué necesita el mundo, la Iglesia y la humanidad. Cuando renunció el papa Benedicto XVI, más de uno entró en incertidumbre y se preguntó: “¿Ahora qué viene?”. Y el Señor miró a América Latina y llevó a un obispo desde Buenos Aires, fruto y maduro de la Iglesia y de la evangelización latinoamericana. Ahora ya tendrá previsto de qué continente llegará un nuevo papa para ponerlo como sucesor de san Pedro para que continúe la obra del papa Francisco, de Benedicto y de Juan Pablo, y que sea capaz de acompañar el caminar de la Iglesia en los años venideros.

SEMANA: Podría ser usted. Es cardenal.

L.R.: Soy cardenal, pero no papable. Todavía no, y creo que nunca, porque conozco mis fragilidades, mis cualidades y sé que la Iglesia necesita otro perfil en este cargo de altísima responsabilidad, que será acompañado por la gracia. Más bien, me dispongo a acompañar al papa que sea elegido, a ser muy responsable en mi participación en el cónclave, si Dios me da permiso de participar, y seguir sirviendo en Colombia, aquí, en Bogotá, que nos necesita y nos enseña tanto en estos días.

SEMANA: ¿Qué características debe tener el nuevo papa que usted no tiene?

L.R.: Se necesita una visión de Iglesia universal, y yo tengo una visión de Iglesia colombiana, de Iglesia del país. Me gusta estar en las regiones, vengo de la provincia, se necesita a alguien que tenga una visión más global de la economía, la geopolítica, la manera de afrontar las distintas culturas e idiomas. Eso lo tienen otras personas, y yo no lo tengo.

SEMANA: Igualmente, como usted ha dicho, eso lo decide el Espíritu Santo.

L.R.: Sí, y creo que el Espíritu Santo ya tendrá elegida a la persona adecuada para el siguiente momento, cuando Dios quiera llamar a la eternidad a nuestro querido papa Francisco.

El cardenal conversó sobre los propósitos de la Iglesia. | Foto: juan carlos sierra-semana

SEMANA: El jubileo en esta oportunidad se llama de la esperanza. ¿Colombia está sumida en la desesperanza?

L.R.: El mundo está bajo el riesgo y la tentación de la desesperanza por el mismo motivo. Si miramos a Colombia en el contexto latinoamericano y mundial, nos encontramos con un país que bebe, a través de los medios de comunicación y de las incertidumbres económicas, políticas, geopolíticas e ideológicas del mundo entero, desesperanza, pero el papa Francisco, al convocar este jubileo, le puso el punto central a una de las tres virtudes teologales: la esperanza. ¿Qué es la esperanza? Es la fuerza para atravesar los desiertos y las pruebas personales, familiares, sociales y demás. El papa nos está invitando a que convirtamos los signos de los tiempos en signos de esperanza e hizo tres llamados. Uno, que la economía del mundo se ponga al servicio de responder a un gran flagelo, el hambre en el mundo, que es escandaloso. Segundo, que bajen y desescalen el armamentismo en el mundo. Y, tercero, invitó a que no haya cunas vacías, a que no nos dediquemos a vivir en soledad; se refiere a las parejas que no quieren tener hijos.

SEMANA: Las clases de religión casi que desaparecieron de los colegios en Colombia. ¿Eso le preocupa a la Iglesia?

L.R.: Sí, el tema de la educación religiosa ha cambiado, es distinto a nuestra infancia. La educación religiosa tiene varios escenarios. Primero, el de la familia. Mi llamado es a la responsabilidad que tienen los padres de no delegar la educación en valores, moral, espiritual y religiosa, a lo que le puede ofrecer un docente. La familia debe ser una escuela de humanismo, de cristianismo, de seres humanos mejores. El segundo escenario es la escuela. Pero allí necesitamos siempre que haya una presencia de docentes capaces de respetar la diversidad religiosa, de la pluralidad, pero que sean capaces de entrar en la dimensión espiritual de niños, jóvenes y adolescentes, que necesitan encontrar el sentido de su vida, la vocación y la misión para la cual nacieron. De lo contrario, estarán expuestos al eterno vacío, al sinsentido y al suicidio.

SEMANA: ¿Tiene relación el suicidio con la falta de Dios en el corazón de los jóvenes?

L.R.: El suicidio es un fenómeno que hay que analizar en una multiforme presencia de factores que llevan a esto y que, sin duda, tiene que ver con un vacío espiritual que los hace frágiles tanto a jóvenes como a adultos. Como dice san Pablo, no podemos decir: “Estoy seguro y no caeré”. El vacío espiritual lleva al sinsentido de la vida y lleva a provocar la muerte prematura.

SEMANA: ¿Cuándo tendremos noticias de la canonización de monseñor Ismael Perdomo, el otro colombiano a punto de convertirse en santo?

L.R.: Este hombre de Dios, este pastor que vivió momentos tan difíciles de polarización entre rojos y azules, el pastor, el siervo de Dios Ismael Perdomo, que llegó a Bogotá a cumplir su misión y a acompañar enfermos y predicar la palabra de Dios. Espero y tengo la confianza de que pronto el papa Francisco y el Dicasterio de las Causas de los Santos le den esa buenísima noticia a Colombia de que el papa aceptó la beatificación del venerable Ismael Perdomo. El milagro de sanación, comprobado por médicos especialistas en Bogotá, fue documentado y enviado para que los especialistas médicos del Vaticano lo ratifiquen. Hecha esa ratificación, vendrá, sin duda, el momento gozoso del anuncio de la beatificación.

SEMANA: ¿Cuál es su mensaje a los sacerdotes en Colombia?

L.R.: Los saludo y les digo: somos hombres de carne y hueso, lloramos, nos equivocamos, pecamos, somos instrumentos de la gracia y el perdón, somos instrumentos en Colombia para generar esperanza y acompañar a nuestras comunidades sufridas y empobrecidas. Con todas las deficiencias y pecados que hayamos cometido, que no perdamos nuestra alegría vocacional y misionera que nos ayuda a servirle al país.

SEMANA: Por último, ¿a qué santo se encomienda?

L.R.: Me encomiendo mucho a san Francisco de Asís. Cuando empecé a escuchar sobre su vida, me di cuenta de que era muy distinto a todos: capaz de hablar con el lobo, de perdonar al enemigo, capaz de encontrar a Dios entre los hermanos, era capaz de vivir la fraternidad. Es inspirador.