Reportaje
Habla por primera vez el padre biológico de dos de las niñas que estuvieron perdidas en la selva del Amazonas. Duró siete años sin saber de ellas
SEMANA encontró a Andrés Jacobombaire, el papá de dos de las niñas que permanecieron 40 días perdidas en la selva colombiana. Su historia es desgarradora. El ICBF le otorgó la custodia a la tía materna. No quiere que exploten comercialmente a las menores.


El líder indígena Andrés Jacobombaire no podía estar más feliz. Magdalena Mucutuy, la mujer de sus sueños, lucía a su lado, vestida de blanco, en el altar indígena donde escogieron casarse en La Chorrera, un caserío de 4.000 almas en el Amazonas. Ella, con guantes de seda y un ramo de rosas silvestres en la mano, dijo que sí y pactó su compromiso amoroso por la Iglesia católica. Una fotografía confirma la escena romántica ocurrida en 2009.
Sin embargo, el castillo se desplomó ocho años después (febrero de 2017), cuando Jacobombaire, entonces vicegobernador del cabildo Santa María, le pidió a su esposa que entregara una encomienda, y ella, extrañamente, desapareció.
Magdalena se dirigió al aeropuerto de La Chorrera, tomó una avioneta y huyó rumbo al Araracuara, ubicado en el otro extremo del Amazonas, y no dejó rastro alguno. Era como si se la hubiera tragado la tierra.

La mujer, también indígena, se llevó a Lesly y Soleiny, dos de sus cuatro hijos menores de edad. Angie y John Andrés, los dos mayores, no aceptaron irse con su madre.
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Cuando él llegó a su casa, su hija mayor lo recibió con una fría y escueta pregunta: “Papá, ¿dónde está mamá?”. “¿Cómo así?, ¿luego no estaba aquí?”, respondió él. Los interrogantes iban y venían, pero nadie tenía respuestas. “No sabía si estaba parado en la tierra o en el aire”, afirmó. Andrés tomó su teléfono celular y le hizo hasta diez llamadas, pero Magdalena apagó su móvil.
Un primo de Jacobombaire que estaba en el aeropuerto de La Chorrera confirmó la lamentable noticia: “Magdalena, su mujer, se montó en el avión con los dos niños y se fue”, le reportó. “¡Hijuemadre!”, expresó él, quien forma parte de una familia de linaje en la comunidad indígena, pues su padre y sus ancestros han sido caciques.
Un mes después, tras insistir en las llamadas, Magdalena contestó el teléfono. “Magdalena, ¿qué pasó? Los niños están llorando, y usted… No crea que hizo cosas buenas. Eso es abandono a los hijos, tenga consideración por los niños”, le reclamó. Ella no respondió y colgó el teléfono. “Le rogué como 15 veces para que volviera a la casa, pero siempre me dijo que no regresaría a La Chorrera”, contó Andrés.
Él, quien pensó caminar hasta Araracuara por trochas y selva, se quedó solo y con una condición de discapacidad que le impidió durante un tiempo la movilidad y le restringió el habla. Cortando madera en junio de 2016, un árbol lo sorprendió y terminó sobre su espalda. Quedó desmayado porque se pegó en la columna.
Andrés le dijo a SEMANA que Magdalena quizás huyó de su lado por su enfermedad. Y contó que Fátima Valencia, su suegra, fue quien le giró el dinero a su esposa para que escapara de su lado. “Me escondieron mis hijas, no me permitieron verlas durante años”, narró el padre.
Siete años después –luego de buscar a sus hijas por tierra, agua y aire–, mientras Andrés Jacobombaire luchaba para recuperar su movilidad y el habla en Bogotá, una insistente llamada telefónica lo sorprendió. “¿Usted es el papá de Lesly y Soleiny Jacobombaire?”, preguntó un hombre que se identificó como funcionario de la Aeronáutica Civil. “Sí, soy yo, ¿qué pasó?”, respondió. “Una avioneta salió de Araracuara rumbo a San José del Guaviare y se cayó. Las niñas están perdidas, desaparecidas, ahí venían sus hijas y no sabemos si están vivas o muertas”, reportaron.
“¿Cómo así? No puede ser”, gritó Andrés en medio de la llamada telefónica. Encendió la televisión y confirmó la noticia.
Rosamira Jacombaire, la tía de las niñas, pidió permiso en su trabajo en Bogotá y acompañó a su hermano hasta Villavicencio para buscar a las pequeñas. La Aeronáutica Civil facilitó un carro que recogió en el camino a Manuel Miller Ranoque, la nueva pareja de Magdalena, quien inicialmente se atribuyó la paternidad de Lesly y Soleiny.

“No sabíamos que él era la pareja de Magdalena”, le contó Rosamira a SEMANA.
En Villavicencio, cuando Andrés Jacombaire confirmó que Manuel Ranoque era la pareja de Magdalena Mucutuy, se vivieron momentos de tensión.
“Ranoque fue agresivo. Yo le reclamé porque él les había cambiado el apellido a las niñas en los medios de comunicación. Le pregunté con qué derecho lo había hecho si ellas no eran Ranoque, sino Jacobombaire; no eran sus hijas. Él, quien me dijo que yo no sabía quién era él, me afirmó que estaban bajo su cuidado, pero le recordé que su madre se las había llevado a escondidas. Ella, prácticamente, secuestró a las niñas y mi hermano nunca supo de ellas. El papá existe y aquí estamos”, narró Rosamira.
Tras permanecer ocho días en Villavicencio, la tía y el padre biológico de las pequeñas retornaron a Bogotá, pues Rosamira labora, y él no podía quedarse solo, ya que aún lucha por su condición de discapacidad.
Desde la capital, la Aerocivil les seguía reportando detalles de la búsqueda de las menores. Mientras tanto, en La Chorrera, los guías espirituales de Andrés seguían intercediendo para que a las niñas no se las devorara la selva.
En junio de 2023, cuando la familia Jacobombaire fue informada sobre el hallazgo con vida de Lesly y Soleiny, corrieron al Hospital Militar en Bogotá, hasta donde las trasladaron. Andrés estaba impaciente. Era el reencuentro. El momento en que volvería a encontrarse con sus dos hijas tras casi una década.
Andrés y Rosamira lloran estremecidos al recordar cómo fueron esos momentos. Él entró al cuarto, miró a Lesly con su rostro irreconocible por las inclemencias de los 40 días en la selva, y ella estiró los brazos. Él la abrazó sin querer soltarla. “Lesly y Soleiny, yo soy su papá”, les dijo. De inmediato, lloró inconsolablemente. “¡Papá!”, dijo Lesly en medio de sus limitaciones de salud.
“Las encontré como un cadáver, nunca pensé ver a mis hijas así. Les miré los pies, las manitos, y ¡uff!”, expresó.
Las pequeñas permanecieron dos meses en recuperación en el Hospital Militar, bajo custodia del ICBF, y Andrés las visitaba cada ocho días. Les enseñó a pintar, a leer, a reconocer en fotos las escobas, las uvas y a recordar parte de sus ancestros indígenas uitotos. “Aprendieron a vocalizar nuevamente”, contó el padre. Ellas –incluso– le dijeron a su papá que les gustaría vivir con él para encontrarse con sus otros dos hermanos mayores, Joan Andrés y Angie, quienes permanecen en La Chorrera, narró Fredy Enrique Quintero González, el abogado de la familia Jacobombaire.
Lesly y Soleiny permanecen en una fundación en Bogotá, y Andrés sigue visitándolas. El año pasado, Lesly cumplió 15 años. La niña lució un vestido morado, con corona, guantes, y estuvo acompañada de su familia. La selva quedó atrás.
SEMANA confirmó que el ICBF le otorgó en primera instancia la custodia de Lesly y Soleiny a la tía materna.
“Nos gustaría tener a las niñas”, concluyó Rosamira, mientras Andrés insistió en que quiere la tranquilidad, seguridad y estabilidad de sus hijas. Anhela volverlas a juntar con sus dos hermanos mayores, que regresen a La Chorrera y no olviden sus tradiciones indígenas. Le preocupa que sus pequeñas sean explotadas comercialmente, pues hay medios internacionales que quieren reproducir sus historias a cambio de pagar dinero a su familia.
Los Jacobombaire le contaron a SEMANA que National Geographic adelantará un documental sobre la vida de las menores y la odisea que las llevó a salvar sus vidas. Sin embargo, el dinero se encuentra en una fiducia que se constituyó a nombre de las víctimas y solo ellas podrán disfrutarlo.
Andrés –quien cree que a las niñas las protegieron tribus nómadas no identificadas en la selva– no quiere ser famoso ni millonario. Solo quiere ver crecer a sus hijos.