segundas oportunidades
El rehabilitador de perros bravucones
Andrés Carrión se dedica a modificar positivamente la conducta de perros agresivos. La clave, en muchos casos, está en sus propios dueños.
Rodeado por una manada de perros que corretean sobre el césped, Andrés Carrión alcanza a percibir el lomo erizado de Rex cuando aquel pacífico husky siberiano intenta atravesar el parque. El pastor alemán, identificado con el mismo nombre del can de la serie de televisión alemana, solía ser pendenciero y crápula, y todavía exhibe como un trofeo de guerra las cicatrices de siete cirugías que le hicieron para coserle las heridas del maltrato. Entonces, Rex gruñe y su cuidador opta por llamarlo con energía, complicidad y… mucho cariño.
El husky finalmente se aleja con su dueña sin prestar atención, pero para Carrión la escena fue otra confirmación de que su perro, antes malgeniado y agresivo, había dejado atrás aquella existencia camorrera.
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Rex es hoy, un líder: un rey de la selva perruna, bravo pero sereno y condescendiente. Y su cuidador, el hombre que le devolvió la dignidad perdida de buen pastor alemán; eso sí después de haber reconocido junto a su propietaria que esa agresividad era causada por un pasado lleno de abusos y opresión.
Ese es su oficio: rescatar el alma buena de los perros bravucones. No es nada fácil. Su rutina empieza a las 4:30 de la madrugada, hora en la que en cuestión de minutos está listo para revisar el recorrido que planeó la noche anterior. El cielo todavía está oscuro cuando a las 5:40 a.m. sale en su bicicleta a recoger en las puertas de sus casas a cada uno de los miembros de su manada.
Cuando él dice ‘manada’, se refiere a los perros cuyo cuidado le han encargado sus dueños. Y aunque de lejos parezca un paseador más, lo que Carrión hace ha cambiado las vidas de estos animales y también las de sus propietarios humanos.
Es usual encontrarlo en las zonas verdes que hay alrededor del Parque Metropolitano Simón Bolívar, en el occidente de Bogotá. Allí juega con los perros hasta que, a las 9:30 a.m., se trasladan a la bolera El Salitre, en donde deja que se distraigan bajo su vigilancia permanente. Cuando llega el momento de que la manada se hidrate, les sirve agua y luego envía videos a los dueños de cada animal para que vean cómo va su día.
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Aunque se entretenga con lo que hace a diario, esto no es un hobby ni una ocupación provisional. Se trata de un proyecto que concibió desde que era estudiante de Administración de Empresas y con el que concluyó que detrás de todo perro agresivo hay, muchas veces, seres humanos intolerantes.
“Muchas personas se ofrecen como paseadores de perros, y parte de lo que yo hago es eso: pasear las mascotas de otros”, asegura. Pero esto no es todo: sus estudios los complementó con un certificado en rehabilitación física y psicológica de la mano de los expertos Daniel Horacio Peña, uno de los que ha impulsado las labores de adiestramiento canino en la Cruz Roja Colombiana, y Juan Pablo Páez, psicólogo especializado en etología.
Trabajo en equipo
Cuando las personas pretenden entregarle un perro para que él por su cuenta se encargue de mejorarle el comportamiento, Carrión prefiere no trabajar con ellos. “El perro puede funcionar conmigo, pero cuando llegue a casa recordará todo lo que no podía hacer”, explica. Por eso advierte que su labor es un trabajo conjunto.
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Han sido varios los casos de éxito que le han permitido a este emprendedor ganarse la confianza de los propietarios de los perros con los que trabaja, al punto que cuando algunos de ellos deben viajar, no tienen reparo en darle las llaves de su casa para que vaya a cuidar de sus mascotas.
Lleva a su manada por parques bogotanos y les da trozos de carne de búfalo para premiarlos cuando demuestran que dejaron de ser peleadores callejeros. Al final de la jornada se encuentra con Juan Camilo Mahecha, su socio, para conversar sobre asuntos administrativos y organizar el recorrido del día siguiente.
Dentro de su oferta, también cuentan con la atención permanente de una médica veterinaria y planean incorporar un servicio especializado en nutrición, todo bajo el nombre de Lifexperience Dogs.
El ‘voz a voz’ ha permitido que una veintena de clientes le confíen el cuidado de sus perros, sobre todo porque el cambio en la conducta de muchos ha sido radical. El ejemplo de esto son casos como el de Joe y Blue, dos animales reinsertados en la comunidad perruna luego de haberse hecho famosos por sus rabietas callejeras. O el del bravucón pero simpático Rex, ahora convertido en un compañero afable, servicial y de ‘muy buenas pulgas’.
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Tres alegres compadres
El rehabilitador de perros agresivos muestra como ejemplo tres caninos que fueron resocializados y rescatados para que pudieran vivir en comunidad. Este trío, que en algún momento le causó varios dolores de cabeza a sus dueños, ahora juega con el resto de la manada, piden comida a su entrenador y se dejan acariciar por quien se acerque a ellos.
Joe: terapia de choque para socializar
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“Al segundo día de trabajo con él, me hizo un hueco en la mano con un mordisco”. Así recuerda Carrión lo que no parecía un buen comienzo de su trabajo con este cocker spaniel que, en ese entonces, tenía un año.
Su problema era la agresividad, que le impedía relacionarse con otros perros. La solución consistió en lo que el entrenador describe como una terapia de choque. “De forma controlada lo expusimos ante otros perros dominantes para enseñarle, mediante correcciones e incentivos, que está bien pasar tiempo con ellos”. Ahora Joe tiene tres años y está entrenado para interactuar con el resto de la manada sin pelear.
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Rex: un caso de vida o muerte
Fue encontrado en la calle por quien hoy es su dueña. Calculó que tenía cinco años y su grado de desnutrición era tal, que le dolía caminar y respirar. Lo internó en una clínica veterinaria porque tenía todo el sistema reproductor y urinario por fuera del cuerpo, e incluso después de siete cirugías los médicos no pudieron solucionarlo por completo.
Acudieron a Carrión porque el perro atacaba bicicletas, personas y hasta coches de bebé. En este caso, el rehabilitador también enfrentó el perro a sus miedos, con un énfasis en la dominancia que esta raza requiere.
En 15 días de trabajo se vieron los resultados, aunque después de un año persiste en él una actitud defensiva ante la intromisión de un extraño en su manada. Es, sin embargo, un comportamiento natural de su raza.
Con respecto al origen de Rex, se sospecha que era usado por una empresa de seguridad porque cuando se acerca a un auto suele revisarlo, como lo hacen los perros antiexplosivos o antidrogas.
Blue: temperamento bajo control
Este can de raza criolla no tenía hogar hasta que el celo de una perra lo llevó a las puertas de un edificio. Una mujer que vive en ese lugar se compadeció y le dio agua y comida. El animal tomó este gesto como una invitación permanente a vivir ahí, pero lo único malo era su temperamento.
Le daba mucha rabia la lluvia y ver hombres morenos de estatura mediana: no había cómo controlarlo. Como los ataques no cesaban, su propietaria y el rehabilitador revisaron las cámaras de seguridad del edificio y se dieron cuenta de que dos residentes del apartamento de arriba lo maltrataban. Ellos se marcharon del lugar y, después de seis meses, la conducta de Blue mostró un progreso significativo.
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Lifexperience Dogs
Teléfono: 310 682 2975
Sitio web: Lifexperiencedogs.tk