HAY FESTIVAL 2020

Lugares para ejercitar la voz: periodismo combativo con Gloria Susana Esquivel y María Paulina Baena

La escritora y creadora del pódcast Womansplaining y la periodista de La Pulla conversaron con Vanessa Rosales sobre periodismo, feminismo y cómo combatir las misoginias interiorizadas en el Hay Festival de Cartagena.

Edward Salazar
3 de febrero de 2020
Vanessa Rosales, Gloria Susana Esquivel y María Paulina Baena durante el conversatorio "Periodismo combativo" en el Hay Festival 2020 en Cartagena.

La escritora feminista Gloria Susana Esquivel obtuvo una visibilidad notable y justificada con su pódcast Womansplaining, en el que, de la mano de sus invitadas, profundiza en debates sobre las mujeres y los cuerpos oprimidos desde una postura política, intelectual y personal. La periodista y politóloga María Paulina Baena se hizo viral con su personaje de La Pulla, una videocolumna del periódico El Espectador, que cuestiona desde la sátira los procesos sociopolíticos y los lugares de poder en Colombia. En conversación con la escritora Vanessa Rosales, que también conduce el pódcast Mujer Vestida que, partiendo de la moda y la estética analiza la feminidad desde una mirada feminista, el Hay Festival 2020 abrió la conversación titulada “Periodismo combativo” el pasado sábado 1 de febrero con una primera pregunta por los significados y cuestionamientos hechos constantemente a la voz de las mujeres en un contexto misógino. 

Esquivel dio inicio a la discusión reflexionando sobre lo que implica ser una mujer pública, pensando en el doble sentido que entraña la expresión: mujer pública es quien alza la voz, al tiempo que ha funcionado como eufemismo para nombrar a una prostituta. La conexión no es arbitraria, pues ella reconoce que el pódcast, al privilegiar la voz sobre la imagen, permite una suerte de blindaje frente a los comentarios y ataques misóginos sobre las mujeres públicas, pues las agresiones siempre remiten al aspecto físico de las mujeres, incluso por parte del mismo gremio literario y periodístico. Por ello considera muy valiente el proceso de La Pulla: ella pone su cara, y su cuerpo, que es también su género, a la vista de todos. Con esa inquietud sobre la mujer pública y su lugar en el debate, desarrolló Womansplaining, del que recuerda el capítulo sobre mujeres y periodismo, pues allí se dio cuenta, contó, que en las salas de redacción casi todos los periodistas son hombres, además hombres poco diversos, que desde una mirada tradicional y patriarcal repiten lugares comunes sobre las mujeres, sus cuerpos y sus voces.

Baena lleva cuatros años como La Pulla. En la conversación contó que en un principio pensó que el programa iba a fracasar, pero lo cierto es que tuvo éxito desde el primer capítulo. Contó que, casi de inmediato, ya no quiso ser el personaje, precisamente por lo que implicaba estar en el ojo público como una mujer crítica que alza la voz y pone el ojo sobre temas de la agenda nacional más visible. En esa medida, recordó cómo muchos hombres han querido opinar sobre cómo debería ser La Pulla, especialmente “los señores que quieren corregir a la niña”. Conectó con la lectura de Esquivel sobre la mujer pública al recordar las maneras como ha sido llamada por personas que comentan sobre su aspecto físico: “Usted parece una gallina mataron a escobazos”, “Por ser mujer esperaba menos rabia”, “Yo escucho La Pulla pero sin audio” (y se pregunta, ¿cómo es posible ese absurdo?). Con esos comentarios creció en su videocolumna. Aunque La Pulla es un equipo de seis personas, ella es la depositaria de la mayoría de estos comentarios que revelan las misoginias basadas en estereotipos de género, amplificados en su performance de vestimenta masculina y la incomodidad que esto puede causar.

Rosales mencionó luego que, aunque los prejuicios y los ataques hacen parte desafortunada del ejercicio del liderazgo en una conversación, estos se aumentan exponencialmente y tienen unas lecturas particulares para el caso de las mujeres, debido a los códigos culturales que se le asignan a lo femenino. Y justamente desde este lugar particular les preguntó, a propósito del sugerente título de “Periodismo combativo” dado al panel, qué es aquello que combaten entre el radar feminista y el clima político.

Esquivel comentó que un pódcast sobre género tiene en sí mismo su audiencia segmentada. Pero, además, porque lo produce con el apoyo de en un medio independiente como Cerosetenta, fundado por el Centro de Estudios en Periodismo de la Universidad de los Andes, que es un medio contestatario a las versiones oficialistas sobre los temas de debate nacional. En esa medida, Cerosetenta se alinea de antemano con sus intereses como podcaster, pues allí, dice, no van a encontrar la voz del opresor. 

Vanessa Rosales, Gloria Susana Esquivel y María Paulina Baena durante el conversatorio "Periodismo combativo" en el Hay Festival 2020. 

Hacer periodismo de ese modo, en su opinión, es debatir la supuesta superioridad de la objetividad en el periodismo, que muchas veces esconde agendas políticas misóginas o antiderechos. En un debate sobre el aborto, por ejemplo, Esquivel se ha preguntado por qué la insistencia de unos sectores en destruir un derecho que el marco legal ya provee: “¿Por qué hay que entrar en conversación, bajo la bandera problemática de la objetividad y de que “todos los puntos de vista son válidos” con personas que se rehúsan en reconocer lo que se ha constituido como un derecho?”. La dimensión combativa aparece desde el hecho de ser una mujer que puede proponer debates abiertos e informados sobre las opresiones: la desigualdad, los gobiernos neoliberales, las formas de control del cuerpo. Combatir cualquier forma de opresión, dijo, tiene que ver con una postura feminista, pues el feminismo es un lugar para la imaginación, en tanto permite indagar por las experiencias de otros cuerpos, imaginar en ellos otros sujetos oprimidos y desde allí detonar el reconocimiento de otras vidas.

Baena señaló, en esa línea, que el periodismo “es combativo o no es”. En una situación de injusticia, afirmó, no se necesita presentar “la otra cara de la moneda” como una supuesta garantía de objetividad, porque ella y su equipo saben que si señalan un tema o a unos personajes particulares es porque se trata de algo injusto. Combaten, entonces, “contra el falso equilibrio de las noticias”. Desde la experiencia del programa, se han posicionado incluso en oposición frente al mismo medio (El Espectador) con el fin de sentar una voz crítica y llamar al debate, pero también se han vuelto amigos de la casa que los acoge al reconocer las batallas que ha dado en muchas oportunidades. 

Al tiempo, explicó que La Pulla combate desde la propuesta estética: una mujer en corbata, de voz firme, en la sala de la oficina del director, con un micrófono que evoca un pene. También lo hace en un formato no tradicional del periodismo, pues son una columna en YouTube que se graba desde la oficina del director, en un país donde los medios han sido centros de poder reservados para directores, siempre hombres. La subversión llega al punto, señala Baena, de ganar un premio de televisión sin ser televisión. El hecho le parece bueno y malo a la vez: bueno, por ganar un premio –el triunfo, el reconocimiento–; malo –incluso ridículo– porque “los canales tradicionales de Caracol y RCN deben estar muy mal para que algo así pueda suceder”.

Tanto Womansplaining como La Pulla son, dijo más adelante Rosales, espacios periféricos dentro del mismo periodismo: el pódcast desde la voz independiente, YouTube desde afuera de la televisión. Y aunque este reconocimiento es latente, Rosales también lanzó una pregunta incómoda pero retadora sobre sus propios prejuicios en el periodismo: las divisiones tradicionales entre temas ‘duros y blandos’, las negociaciones que hacen desde sus lugares como mujeres, desde la experiencia de la feminidad, señalando lo que Siri Hustvedt llamó las misoginias interiorizadas de las propias mujeres. 

“Cuando uno se vuelve feminista todos los temas comienzan a resonar desde ese lugar”, dijo Esquivel. Al pensar en sus primeros años como periodista cultural, recuerda que no le interesaba abordar los temas señalados como “duros”. Sin embargo, desde el pódcast se dio cuenta de que esos temas están ineludiblemente cuando se los aborda desde el lugar del feminismo y de la voz de una mujer. Esto se conecta directamente con las misoginias interiorizadas: manifestó la inseguridad que le generaba hablar cómodamente desde una mirada intelectual y crítica, porque se reconocía a sí misma más como interesada por temas de la cultura. Pero el pódcast le ha brindado descubrir la potencia de una voz intelectual, crítica: “El pódcast permite la emancipación de ‘no soy lo suficientemente inteligente, no hablo duro’”; le ha permitido, además, reconocer y nombrar las violencias que desde la experiencia personal ha vivido por ser mujer. Y es liberador, concluye, porque les ha otorgado, a ella y a las mujeres públicas, el poder ejercitar la voz. 

Baena dijo, por su parte, que su condición natural era “el autosabotaje”, el no sentirse suficiente ni a la altura de sus colegas hombres. Además, recuerda que cuando llegó al programa estaba al margen de los temas de género, y como estudiante de Ciencia Política recuerda que en una de sus clases “el capítulo de enfoque de género era de media página”, frente a otros temas con un desarrollo extenso. La Pulla le permitió contestarse algunas de esas preguntas frente al género. Por ejemplo, cuando llegaba a hacer una entrevista, “el señor entrevistado siempre preguntaba que cuál era el periodista con el que iba a conversar”, como si ella no estuviera ahí, invalidando de entrada su trabajo. La Pulla significó entonces no tener miedo a ser la voz principal por encima de los editores hombres, con un respeto ganado gracias a la alta popularidad del programa en Colombia en tanto los espectadores encuentran allí una postura sólida. 

Otra de las preguntas que se hizo, desde lo personal, partió de lo absurdo que le parece tener que seguir recordando los derechos de las mujeres: “Este cuerpo es mío” o “No nos violen, no nos maten”, como si no debiera ser un elemento incuestionable. Pero cuando el derecho evidentemente es violentado, significa que el problema persiste, y entonces recuerda por qué el feminismo existe y combate. Esto le ha permitido, dijo, liberarse de sus prejuicios y ampliar las miradas de La Pulla, que normalmente es vista como “el de la mujer que regaña a los políticos”, como lo de dijo una señora un día mientras hacía fila en un restaurante. La Pulla es entonces un personaje con arrojo, valiente, liberada de la mirada masculina a su voz fuerte. Y Baena, en su vida, a veces se siente La Pulla, otras se siente insegura, y en el reconocimiento de esta contradicción habita la respuesta por las misoginias interiorizadas.

Para cerrar, la entrevistadora concluyó que esos prejuicios se hacen visibles también al posicionarse desde el feminismo, como cuando llaman a una feminista para que hable sobre sexo. Esquivel contó, en tono humorístico, que es posible que ahora la estén llamando más que a Flavia Dos Santos para hablar de sexo, como si este fuera el tema único de la lucha feminista. Rosales reconoce lo poderoso simbólicamente y como hecho en la opinión nacional el que haya dos mujeres jóvenes siendo unas de las voces del periodismo combativo, y el que este combate se haga con las herramientas del feminismo. 

Una frase muy famosa del sociólogo Pierre Bourdieu dice que la sociología es un deporte de combate, con lo cual quería señalar los lugares de lucha y confrontación que puede generar el pensamiento crítico. La frase resuena con una reformulación a propósito de la conversación: el feminismo –y el periodismo feminista– es un deporte de combate.

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