Crítica libros
Islas y continentes
Felipe Cammaert reseña 'La muerte silba un blues' de Gabriela Alemán.
En La muerte silba un blues resuena la letra B. Con estos cuentos, Gabriela Alemán rinde homenaje a Jess Franco, una de las figuras más emblemáticas del cine B español. Los diez relatos que componen el libro retoman títulos de películas de Franco, al mismo tiempo que denotan el singular universo onírico-sexual del cineasta.
Pero no se trata aquí apenas de un simple guiño al prolífico e iconoclasta director fallecido recientemente. “¿Qué pasaría si un libro de ficción tomara prestados los métodos de producción de un director de cine? ¿Si las atmósferas tuvieran tanto peso como las historias y aparecieran, una y otra vez, los mismos personajes en los relatos? No porque fueran los mismos sino porque representan tipos […] y las situaciones, pero no los contextos, se repitieran en distintas épocas y países”, afirma la autora en la nota introductoria. Las historias de Gabriela Alemán siguen, así, un patrón similar al de la estética cinematográfica de Jess Franco, quien rodaba simultáneamente varias historias con los mismos actores para luego armar los múltiples rompecabezas en el proceso de edición. Algo así como islas que, una vez reunidas, forman un archipiélago.
Los relatos “El extraño viaje” y “El diabólico Dr. Z” son dos variantes de una misma historia, la cual, a su vez, recrea el célebre hoax radiofónico de Orson Welles sobre el desembarco marciano basado en la novela de H.G. Wells. En los cuentos de Gabriela Alemán, el timo es orquestado por una radio ecuatoriana, años después de que Welles paralizara a Nueva York. Además, los dos cuentos se basan en hechos reales que ocurrieron en 1949 en la emisora Radio Quito. Dos versiones del mismo acontecimiento, contadas desde perspectivas divergentes con altas dosis de sorna. Las demás historias exploran núcleos temáticos comunes como la infidelidad de una mujer (“Labios rojos”; “Venus in Furs”), la violencia relacionada con temas sexuales (“La muerte silba un blues”; “Eugenie”) o la mirada irónica hacia la enfermedad (“Fu Manchú y el beso de la muerte”; “Succubus”), contados con una fuerza narrativa indiscutible frente a la cual el lector no puede permanecer indiferente.
Entre los cuentos mejor logrados se encuentran, en mi opinión, dos historias en las que los poderes de la naturaleza ocupan el primer plano. “Beautiful but dangerous” es el diario de viaje de una mujer extranjera por la Amazonía ecuatoriana, donde la relación con su marido y las aventuras extraconyugales son tan densas e imprevisibles como la exuberante selva que las cobija. “Al otro lado del espejo”, por su parte, narra las últimas horas de un anciano recluido en su casa durante el paso del huracán Katrina en Nueva Orleans. Con un ritmo vertical, pero al mismo tiempo pausado por la espera de la hecatombe, el suspenso de la narración se asemeja al de la imagen fílmica.
De esta forma, individualmente considerada, cada una de las historias vale por sí misma. La escritura de Gabriela Alemán nos desvela la visión íntima de su creadora gracias a un manejo del lenguaje y de las situaciones que la voz narrativa se encarga de encajar con sutileza. Sin embargo, a pesar de sus virtudes, el conjunto de los cuentos deja entrever en algunas líneas una excesiva preocupación por la adecuación entre el contenido (los cuentos) y su continente (el embalaje del universo B de Franco). El afán de buscar a toda costa la identidad de las atmósferas según el método cinematográfico deja, por momentos, una sensación de asfixia. Sofoco éste que se desvanece cuando la lectura recae en cada una de las islas de Gabriela Alemán.
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