
Opinión
Wokismo: reacción global y apatía local
El wokismo o cultura ‘woke’ se ha enquistado en la vida académica, cooptando universidades y colegios de todo el mundo.
El liberalismo ideológico tiene muchos nombres que varían según la geografía y el tiempo, a saber: progresismo, zurdismo, mamertismo, radicalismo, marxismo cultural, nueva izquierda y, más recientemente, wokismo. Sin embargo, por la vigencia del concepto y su pertinencia para con su infestación en la educación, utilizaré el vocablo wokismo o cultura woke, indistintamente.
El wokismo, o cultura woke, se ha enquistado en la vida académica, cooptando universidades y colegios de todo el mundo. Su fuerza propulsora ha radicado en la famosa tríada equidad, diversidad e inclusión (DEI); vocablos elásticos y aparentemente neutros que, en realidad, son dispositivos de poder para adoctrinar en wokismo a individuos y comunidades, sin que lo perciban. Las DEI, entonces, operan como técnicas sutiles de persuasión ideológica que implantan agendas de matriz anticristiana, para trasbordar ideológicamente a los incautos.
¿Cómo? A través de la enseñanza, pretendidamente sofisticada (que cada vez toma más fuerza en colegios y universidades), de discursos tales como: feminismo, ideología de género, equidad de género, lenguaje inclusivo, igualitarismo, abortismo, decolonialismo, indigenismo, justicia racial, espiritualismos (yoga, meditación trascendental, Nueva Era, Reiki), y de tácticas de coerción tales como la cancelación, la persecución y hasta la judicialización para con los disidentes.
Sin embargo, ante los evidentes estragos de las DEI en niños y adolescentes de todo el mundo, surge una reacción antiwoke global. La primera reacción contundente contra el avance del adoctrinamiento woke es el reciente fallo del Tribunal Superior de Reino Unido, que marca un punto de inflexión contra la ideología de género, porque reafirma la identificación del sexo con la biología. En consecuencia, el fallo prioriza el sexo biológico en espacios como baños, refugios y deportes, y en políticas de igualdad. Por eso, lejos de ser un mero tecnicismo legal, es un pronunciamiento judicial que evidencia el agotamiento social frente a una ideología que, en nombre de la inclusión, la equidad y la diversidad, ha comprometido los principios fundamentales del conocimiento, la educación y el debate abierto.
La segunda reacción son las políticas antiwoke de Polonia y de Hungría. Ambos países han implementado directrices firmes para limitar la influencia de ideologías de género en los sistemas escolares y universitarios. En Polonia, se han promovido reformas en el Ministerio de Educación y en los medios públicos para asegurar una narrativa centrada en la familia y la fe católica y, en consecuencia, se han impulsado leyes que protegen la libertad de los padres para educar a sus hijos conforme a sus convicciones. Por su parte, en Hungría se ha prohibido la enseñanza de contenidos relacionados con la ideología de género en las escuelas y se han reformado los planes de estudio con el propósito de fortalecer la identidad nacional y de limitar la financiación pública a programas académicos considerados ideológicamente sesgados.
La tercera reacción antiwoke es la ofensiva del gobierno actual de Estados Unidos contra las narrativas de inclusión, diversidad y equidad en las universidades estadounidenses. Ofensiva que aspira, de una parte, a restaurar el principio de mérito, proteger la libertad intelectual y frenar la propagación de narrativas que han suplantado el rigor académico con activismo político woke y, de otra parte, evitar que la diversidad se convierta en dogma, la inclusión en mecanismo de censura y la equidad en pretexto para desmantelar estándares de excelencia, tal y como efectivamente ha sucedido en muchas universidades.
Pero ¿qué pasa en Colombia? Hay un amodorramiento colectivo ante los avances desenfrenados del wokismo, que cada día ideologiza a miles de niños y adolescentes por medio de un progresismo jurídico bárbaro, que utiliza la jurisprudencia y la ley como medios para descristianizar la educación y “liberalizarla”, forzando a que las instituciones educativas incorporen el wokismo en sus planes curriculares, proyectos de investigación y hasta políticas administrativas de admisión y contratación.
Por si las dudas, invito a los lectores de este artículo a que realicen una consulta atenta de los siguientes documentos: Ley integral trans ya, Sentencia T-447 de 2019, Decreto 762 de 2018, Conpes D. C. Política Pública de mujeres y equidad de género 2020-2030, de la Secretaría Distrital de la Mujer, y, especialmente, de la publicación ‘Orientaciones para docentes que protegen la diversidad y combaten la discriminación. Cumplimiento de Política Pública LGBTI’, de la Secretaría de Educación del Distrito (SED) y la Alcaldía Mayor de Bogotá D. C.