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OPINIÓN
Volodímir Zelenski
Joven figura proveniente del teatro y la comedia, crítico del establecimiento y la política tradicional, que ha tenido que afrontar una de las grandes tragedias del presente.
Volodímir Zelenski es un personaje improbable. Comediante, productor de televisión y estrella de una sátira política, su candidatura presidencial en 2019 parecía una excentricidad destinada a la irrelevancia. Sin experiencia en el poder, su victoria fue vista como una señal del desencanto del país más pobre de Europa con su clase política tradicional que, cinco años antes, había permitido la invasión y pérdida de Crimea de parte de Rusia.
Sin embargo, en 2022, cuando el Gobierno ruso repitió la agresión, lanzando la mayor invasión en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial, el hombre que alguna vez interpretó a un presidente en la pantalla se erigió en una de las figuras más significativas de la política internacional.
El 26 de febrero de 2022, al rechazar la oferta de Estados Unidos de ser evacuado de Ucrania, Zelenski pronunció desde una trinchera de Kiev las palabras que mejor describen una forma de acción política cada vez menos habitual en el mundo contemporáneo: “Necesito municiones, no un viaje”. Pudo formar un gobierno en el extranjero, como lo hicieron De Gaulle y otros líderes en conflictos pasados. No obstante, en un presente en el que se gobierna desde la distancia, él encarnó lo que el escritor Nassim Taleb denomina “jugarse la piel”.
Mientras Putin, en su palacio presidencial a cientos de kilómetros del frente de batalla, representa al político que desconecta sus decisiones políticas de sus consecuencias personales, totalmente ajeno a los efectos de sus órdenes, Zelenski borra esta barrera y se muestra dispuesto a asumir en carne propia los resultados de sus decisiones políticas.
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Lo anterior da cuenta de un actor devenido en político y, por la fuerza de las circunstancias, en un líder responsable de resistir una invasión de la segunda potencia militar del mundo.
Pero las circunstancias excepcionales no terminan ahí. Al presidente ucraniano le ha cabido en suerte un acontecimiento aún mayor: el cambio más drástico en la geopolítica global desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Un giro caracterizado por la ruptura, hasta hace poco inimaginable, de la Otan y del vínculo entre Estados Unidos y Europa.
La guerra en Ucrania no es solo la historia de una nación que lucha por su supervivencia. Es el epicentro de un cambio geopolítico de proporciones inéditas. Con la reelección de Donald Trump, la alianza entre Estados Unidos y Europa, que durante 80 años fue la columna vertebral del orden internacional liberal, luce fracturada.
La paz americana, esa estabilidad relativa garantizada por la supremacía estadounidense desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, está igualmente en entredicho. Además, la globalización económica y la defensa recíproca, otros de los pilares de la era posterior a 1945, parecen enfrentar su ocaso ante el aislacionismo de Trump y su pugnacidad ante sus antiguos aliados, que ha llamado “dictador sin elecciones” a Zelenski.
Es cierto, el mandato de cinco años del presidente terminó en mayo pasado, pero se renovó automáticamente al prohibir la Constitución realizar elecciones durante de la vigencia de la ley marcial aplicada en tiempos de guerra. Habría consenso de las distintas fuerzas políticas de que permaneciera en el cargo mientras se soluciona la situación y se pueden hacer unas elecciones transparentes y seguras.
La figura política de Zelenski demuestra que personas ajenas a la política tradicional pueden encauzar grandes mayorías y llegar a la más alta dignidad del Estado, con enfoques contemporáneos, el uso de redes sociales, videos virales y propuestas anticorrupción. Y que pueden afrontar situaciones extraordinarias como la invasión rusa y, probablemente, la jugada del presidente norteamericano.
Cita de la semana: “El arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar”. El arte de la guerra, Sun Tzu.